La tradición patrimonial del vino pipeño: discrepancia con el polémico decreto del SAG
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«…no comamos la ostra en ese ambiente,
en el que relumbra y descuellan
los congrios-caldillos
o flamea la bandera
de un pipeño incomparable»
(Pablo De Rokha)
Tenemos un país que nos da muy buenos vinos, es esta una afirmación que podría tener un valor absoluto, sin embargo en las góndolas de los supermercados podemos llevarnos más de una mala sorpresa y en general los vinos que ahí se presentan suelen ser bastante homogéneos con un gusto al paladar alcoholizado y en algunos casos fuertemente amaderados, las notas de catas no siempre son coherentes con lo que nos ofrece la botella. Esta semana es especial, ya que debería ser una fiesta popular en la que se celebra el día nacional del vino.
Suele ser mediocre nuestra cultura de valorización por la calidad de nuestros vinos, nos atrevemos poco a probar más allá de las cepas de origen francés promovidas por el latifundio y la gran empresa. Para nuestro gran patrimonio vitivinícola somos pésimos embajadores, por suerte contamos con buenos productores, algunas ferias de calidad, enólogos, sommelieres, comunicadores y consumidores que han logrado una comprensión más compleja de este noble producto. En este contexto, se genera la polémica con el injustificado decreto del SAG, por lo tanto del Ministerio de Agricultura, que señala que el vino pipeño no es vino. Además, de lo ilógico de una afirmación como esta que acaba de proclamar la institución pública, que es claramente de suma ignorancia, cuestión que lamentablemente, a veces destaca, en los trabajos de «equipos técnicos», a los cuales podríamos al menos calificar de dudosos.
El vino pipeño en Chile es parte de una tradición patrimonial, como se ha afirmado por entendidos, su principal valor es el de ser un vino natural, habitualmente hecho a mano con la condición de ser fruta pura. En Chile hoy contamos con varios proyectos reconocidos por su fidelidad a ofrecernos vinos que cumplan la condición de ser naturales, hay productores que en esto se han jugado en cuerpo y alma, ojo que en este grupo no considero a la gran industria, la cual al parecer se vería favorecida, una vez más, con el nuevo decreto.
En estos últimos años he conocido historias hermosas sobre el vino chileno, varias de las más genuinas se relacionan con este vino pipeño que suele estar hecho con uva de cepa país, producida en lagares o pipas de raulí, en zonas campesinas donde el roble francés no era accesible y al parecer tampoco deseado, principalmente en el Maule, Bío-Bío e Itata. Esas pipas son las que se usan para la fermentación del mosto o las que permitían sus traslados en carretas, como sea la pipa es un símbolo cultural para estos vinos que hoy siguen siendo reconocidos por los consumidores populares que no atienden al engaño de los publicistas. Este vino que hoy alcanza algunos reconocimientos más sofisticados, después de la valoración que hizo de éste Lois Antoine Luyt, no deja de ser en sentido metafórico el bastardo que irrumpe la convención.
La resolución del SAG atenta contra el patrimonio y nuestra historia, es esto algo que debería parecernos un punto de conflicto abierto al debate de ideas, principalmente escuchando las opiniones de los reales protagonistas en el territorio que tengan una clara autoridad sobre el tema y/o que también sean personas que puedan ser consideradas como legítimos representantes. Peor, aún es que este atentado, suma hechos de maltrato a los pequeños productores que siguen honrando el trabajo agrícola como modo de subsistencia familiar. Salud y larga vida, a todos esos productores chilenos que aportan cada día a la elaboración de vinos de calidad diferenciándose de los estándares de la lógica mercantil, quienes con sus testimonios nos dan lecciones de cultura patrimonial. Aguante el buen vino pipeño chileno.
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra