Sexteto de Música Informal
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Los años posteriores a la dictadura militar en Chile iniciada en 1973, fueron muy difíciles para los jóvenes de ese entonces. Las duras reglas de comportamiento impuestas por la fuerza para tratar de manejar el país bajo el poder de las armas, se fueron debilitando ante la resistencia pacífica y creativa ejercida por gran parte de la población que no se resignaba a cumplir y perder totalmente sus libertades. El arte como trinchera fue de gran importancia para manifestar sutilmente el descontento ante el horror que se estaba viviendo.
La música como expresión de rebeldía desafiaba al orden impuesto y se desbordaba por todo el país. Se fue perdiendo el miedo de a poco y desde la clandestinidad surgieron grupos, lugares y eventos que identificaban a quienes se atrevían a manifestarse en contra.
En Valparaíso fueron los sindicatos de trabajadores de casi todos los rubros, juntas de vecinos y clubes deportivos, en el plan y los cerros que se aventuraban a organizar “Peñas” y fiestas bailables, aprovechando los aniversarios y fechas importantes como: el 18 de septiembre que conmemora la Independencia Nacional donde tradicionalmente el pueblo celebra con ramadas, amenizadas por grupos folklóricos y orquestas bailables, el Año Nuevo con el espectáculo pirotécnico en el mar, y luego las celebraciones de carácter privado en casi todas las casas del puerto.
Un grupo de amigos y vecinos comprometidos con la resistencia a la dictadura organizamos el “Boliche La Obra” en pleno centro de Valparaíso, en el tercer piso de un caserón colonial en la esquina de Pedro Montt con Las Heras que apareció como alternativa para los artistas y un público atrevido deseoso de compartir y volver a unificar sus ideas.
El Teatro Mauri, ex cine contiguo a la Sebastiana, casa de Pablo Neruda en el cerro Florida, gracias a la actitud valiente de sus dueños, la familia Carramiñana Collao se transforma en un bastión de la cultura en los sectores populares de la parte alta de la ciudad. De manera semi legal, semi clandestina se organizaban conciertos, obras de teatro, lecturas de poesía, exposiciones y actividades culturales que en esos momentos fueron despertando el interés por el arte reprimido.
En septiembre de 1978 nace el grupo San Pedro Ensamble con la intención de tocar en las Ramadas autorizadas para celebrar las fiestas patrias. Sus primeros integrantes fueron: Julio Passi en batería, Mauro Bregante en el bajo, Pancho Urbano en la guitarra, Chumingo en la percusión, Moncho Gorigoitía en los teclados, Rodrigo Bermúdez en la flauta traversa, Alejandro Ibáñez en la trompeta y Víctor Hugo Sepúlveda en el saxo alto.
Una improvisada Ramada en el Teatro Mauri el año 1978 fue una buena oportunidad para consolidar el grupo. Despues de trasladar un piano de cola se habilitó una sala de ensayo que podíamos utilizar para crear temas propios combinados con la música popular bailable. Comenzamos tocando en todas las actividades organizadas por el Teatro para luego salir y animar las tertulias de los sindicatos, especialmente con los pescadores de la caleta El Membrillo, sindicato CRAV (Compañía Refinería de Azúcar Viña) y los trabajadores de la industria Textil Viña del Mar.
San Pedro es el santo patrono de los pescadores de Valparaíso y para su fiesta el 29 de junio de cada año se organiza una gran celebración en todas las caletas.
El año 1979 estaba presente San Pedro Ensamble en esa celebración, participando en todos los rituales acostumbrados, acompañando a la imagen del “Santo” desde la misa en la capilla San Pedro del Membrillo y el traslado a pié con la imagen sobre los hombros hasta el muelle Prat, para luego embarcarnos en una procesión por el mar donde participan todas las embarcaciones relacionadas con la pesca, adornadas con palmas, globos, serpentinas y banderas haciendo sonar sus bocinas, sirenas y silbatos. En la noche era la fiesta bailable en la sede del sindicato de pescadores caleta El Membrillo.
La propuesta musical de Jazz Rock Latino les pareció un poco extraña al principio pues esperaban un grupo cumbiero pero terminaron aceptándola, bailando hasta los acoples de sonido y desafinaciones en un abrazo musical amistoso y fraternal.
En Santiago tocamos en un antiguo cine transformado en discoteca llamado Clímax al frente de una plaza. Era otro público, de jóvenes más agresivos en su vestimenta y actitudes. Querían rock pesado y lo exigían a gritos y silbidos.
La cantante Carmen Troncoso que nos acompañó esa vez estaba muy nerviosa por el notorio rechazo y su tez muy blanca se puso roja como tomate sin saber que hacer. Salvó la situación el tema “Oye como Va” de Santana que por esos días estaba de moda. De ahí en adelante intercalamos un repertorio más popular mezclado con nuestras composiciones y fuimos aceptados.
Despues de tocar en la Ramada Oficial de La Ligua, el año 1980 se fue diluyendo el entusiasmo del Ensamble por diferencias en los intereses personales. Algunos de los integrantes formaron el grupo Alma Urbana y otros nos inclinamos a inventar el Sexteto de Música Informal con propuestas musicales totalmente diferentes.
El Sexteto de Música Informal respondía al interés de hacer nuestra propia música asumiendo las influencias y propuestas que cada uno traía y poder divertirnos al compartirlas. A veces los ensayos eran una sola improvisación de principio a fin. Los integrantes originales fueron: Miguel Ángel Gandulfo en el bajo, Julio Anderson en la guitarra, José Basso en la batería, Ramón Gorigoitía en los teclados, Alejandro Ibáñez en la trompeta y Víctor Hugo Sepúlveda en el saxo.
Al principio los detractores más críticos nos llamaban Sexteto de Bulla Infernal pues no lograban entender ni disfrutar lo que escuchaban.
Después de participar en el Segundo Encuentro de Arte Joven en noviembre de 1980, organizado por los Amigos del Arte en el Instituto Cultural de Las Condes en Santiago, con un público totalmente diferente, con gustos más refinados, conocedores de las nuevas tendencias musicales en el mundo, se produjo la total aceptación. Conocían el Free Jazz escuchando a Miles Davies, John Coltrane, Weather Report etc. entonces la propuesta del Sexteto no parecía nada muy extraña y gustó casi de inmediato.
Fue un evento que duró diez días en la comuna más rica y elegante del país donde estaban todas las artes representadas con sus máximos exponentes. Aparte del programa en vivo del 6 al 16 de noviembre de ese año, había una muestra permanente de: pintura, escultura, grabado, gráfica, video, diaporamas etc. Es decir, lo más nutrido del ambiente artístico nacional.
Por citar algunos de los participantes destacados: en Teatro estaban presentes entre otros: Andrés Pérez, Oscar Stuardo, Hernán Baldrich, Mario Vivado etc. En Música: Grupo Quilín, Javiera Parra, Swenke y Nilo, Lucho Beltrán, Jaime Atria, los coros del colegio Latinoamericano de Integración y del colegio alemán etc. En Danza: Magali Rivano, Ingeborg Kusell, Alejandro Cohen y como broche de oro, en la clausura cerró el Encuentro, el Taller de Danzas Antiguas de Sara Vial.
En Valparaíso y Viña del Mar se organizaban festivales colectivos donde nos convocaban a participar y los escenarios escogidos eran: La Quinta Vergara, el Fortín Prat, La Aula Magna de la Universidad Santa María, el Teatro CRAV y otros.
En el Fortín Prat y la Quinta Vergara compartimos el escenario con los grupos locales: Leña Húmeda de Pancho Puelma, Motemey, Trova Ekeko y Congreso. Tilusa, Arena Movediza y Tumulto de Santiago entre otros.
En la Universidad Santa María dirigidos por Miguel Ángel Gandulfo se organizó en mayo de 1981 el Tercer Encuentro de Música Avanzada con lleno total y un público entusiasta y delirante.
En aquel entonces Julio Anderson vivía en la caleta Horcón, balneario de moda, conocido por la afluencia de Hippies y Volados que llegaban masivamente en épocas de veraneo y feriados largos.
Existía la discoteca “Gloria” donde tocábamos a menudo por la amistad que hicimos con el dueño, “Carolo” que era un fanático del Free Jazz. Una de esas noches, desde el público se nos acerca para invitarnos una botella de whisky, un joven muy alegre que nos escuchaba por primera vez y se había impresionado gratamente con la música que hacíamos. Nos propuso contratarnos para tocar en una fiesta que organizaba para celebrar su cumpleaños en la comuna de Vitacura, del barrio alto de Santiago. No recuerdo bien si cumplía 24 o 25 años.
Era teniente de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y estaba organizando una fiesta de disfraces en su casa y con gran entusiasmo nos decía que había encontrado por fin la música precisa que buscaba para animar sus festejos. Aceptamos.
El traslado de los instrumentos desde Valparaíso a Santiago lo hicimos de madrugada en pleno Toque de Queda, pasando por varias barreras militares en la carretera sin mayores problemas después de explicar quién era el responsable del traslado. Su casa era grande y hermosa, rodeada de árboles, con piscina y un amplio jardín muy bien cuidado.
Cuando empezaron a llegar los invitados disfrazados era todo un espectáculo. Un grupo de vaqueros, perfectos Cow Boys del lejano oeste, entraron en briosos caballos con sus novias montadas al anca disparando sus revólveres que parecían ser de verdad. Una pareja muy simpática con cascos y trajes llenos de luces de colores destellantes simulaban ser extraterrestres recién bajados de un platillo volador. Había árabes con turbantes y hermosas princesas como salidas de los cuentos de Las Mil y Una Noches. Todos los personajes muy bien representados con sus disfraces perfectos. Cuando empezó a sonar la música del Sexteto se desató la locura y la euforia fue en aumento. Un grupo de guardias civiles armados, con perros adiestrados custodiaba el perímetro de la casa. Al llegar un furgón de Carabineros con las luces de las balizas encendidas, salió el festejado con su disfraz de Rey y luego de un breve diálogo con los policías uniformados, éstos se retiraron y siguió la fiesta con más entusiasmo aún, hasta el amanecer.
El Sexteto de Música Informal se perfilaba como el primer grupo en cultivar el estilo Free Jazz durante los primeros y más difíciles años de la dictadura militar en Chile, con memorables conciertos y presentaciones en salas importantes que recién se abrían a un público deseoso de vivir una cultura diferente y sentirse algo más libre.
Julio Anderson además de ser músico era médico con especialidad en cardiología y en varias ocasiones tuvo que atender de emergencia a los jóvenes desmayados y heridos en los conciertos donde nos presentábamos. Fue también el bajista oficial del grupo Los Jaivas durante los primeros años de su autoexilio en Argentina.
Los ensayos semanales del Sexteto de Música Informal eran en la calle Carmen del cerro Los Placeres donde vivía el baterista José Basso que además es un destacado pintor que nos acogía en su taller. Entre los cuadros de grandes dimensiones, atriles y paletas con pintura, armábamos los instrumentos para dar rienda suelta a nuestra locura musical improvisada.
Eran las llamadas Jam Sessions y varios amigos músicos nos visitaban y participaban de esos encuentros. Entre ellos llegaban: Ernesto Holmann, Manolo Orrego, Gastón Corrales, Oscar Carrasco, Eduardo Orestes, Juan Carlos Bravo, Jaime Assis, Jaime Atenas, Willie Urrea, Marcelo Mora y varios otros.
Una anécdota sabrosa que ocurrió y merece ser contada fue la llegada a Valparaíso de un grupo de Jazz austríaco del cual no recuerdo su nombre y se presentaban en la Aula Magna de la Universidad Santa María. Era un día de ensayo regular del Sexteto pero todos decidimos no perder tal oportunidad y asistir al concierto.
Fue magistral y tenía mucho que ver con la música que nosotros hacíamos. Se destacaba la limpieza y pulcritud del sonido grupal y los Solos improvisados demostraban la maestría y el virtuosismo de sus ejecutantes, en especial del piano, la trompeta y el saxofón.
Quedamos gratamente impresionados y muy contentos, lo que nos motivó a quedarnos hasta el final y subir al escenario mientras guardaban sus instrumentos. Los invitamos a la sala de ensayo en el taller de Pepe Basso. Aceptaron y nos fuimos caminando las pocas cuadras que separan la Universidad de la calle Carmen en el cerro Los Placeres. En el trayecto pasamos por una botillería a comprar mucho vino. Nos comunicábamos alegremente como podíamos entre señas, el inglés básico de algunos y el alemán que Moncho Gorigoitía había aprendido en el colegio. Eran personas muy cálidas, amistosas y sencillas y al calor de los tragos iniciamos una Jam Session inolvidable que duró hasta el amanecer. Fue como una clase magistral para nosotros e influyó bastante en nuestro aprendizaje musical. Curiosamente y por suerte no llegaron los Carabineros a parar el escándalo pues los vecinos no reclamaron porque ya estaban acostumbrados a escuchar los ensayos cada fin de semana.
Los integrantes del Sexteto fueron cambiando con el tiempo y la música también, para transformarse en otro grupo de un estilo parecido que lo llamamos “A Toda Costa”
-Miguel Ángel Gandulfo actualmente vive en las Islas Canarias, España y sigue en la música. Formó el grupo “Gandulfo y los Benditos Veteranos”, además de un dúo con su hijo “Gandulfo and Son”
-José Basso en la actualidad vive en Viña del Mar y es un afamado pintor que participa en exposiciones individuales y colectivas en Europa y los Estados Unidos. Hasta hace poco integraba un grupo de Jazz con su hijo Gino en Valparaíso, llamado Sexteto de los Tiempos.
-Ramón Gorigoitía vive en Colonia, Alemania y su nutrido quehacer musical lo llevó a formar el grupo de salsa “Lo Chévere” además de composiciones corales y sinfónicas que han girado por varios países de Europa. También se destacan sus arreglos en la música popular.
-Víctor Hugo Sepúlveda vive cerca de Oruro Bolivia, dedicado a la música ritual de las bandas de bronce, además de integrar el grupo de música autóctona Jatun Sonco Huaira. También participa en el cuarteto de Jazz y Blues “Sui Jazz”
-Julio Anderson falleció a finales del 2023 producto de múltiples dolencias conservando su lucidez brillante hasta el último día. Recibió en vida, distinciones y reconocimientos por parte de Los Jaivas y sus maestros y discípulos en la medicina.
-Alejandro Ibáñez falleció hace más de 10 años en su casa de Quilpué por una bronco-aspiración provocada por los destilados que el mismo producía en su propio alambique
Los institutos culturales, Chileno-Norteamericano y Chileno-Francés de Valparaíso nos brindaban también sus espacios y en su momento fueron muy importantes para hacerle frente al llamado “Apagón Cultural” y poder encontrar el interruptor que encendiera esa luz brillante que todos esperaban para lograr iluminar los sentimientos íntimos de esperanza y libertad.
Victoruro Sepúlveda
Chusakeri, Bolivia
Agosto del 2024