Chile al Día Corrientes Culturales

La Bandalismo del Puerto

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Desde el comienzo de los años 80 y a principios de los 90 del pasado siglo XX en Valparaíso y alrededores, la Bandalismo del Puerto adornaba con música de bronces el retorno a la democracia en Chile y posterior recuperación de la identidad creativa del pueblo. Los actos culturales y las Peñas folklóricas en los sindicatos, colegios, escuelas y poblaciones periféricas de los cerros iban en aumento. Brotaba espontáneamente la necesidad de reunirse para compartir los intereses comunes y hacerle frente al apagón cultural que imponía la dictadura militar de Pinochet.

En los escenarios, muchas veces improvisados y clandestinos, un cantor con poncho y guitarra interpretaba melancólico, temas de protesta y contenido social donde no podían faltar autores como Víctor Jara, Violeta Parra, Quilapayún, etc. como identidades contestatarias. El público asistente sentado en las mesas con una vela encendida, bebiendo vino navegado, mistela y comiendo empanadas. Cuando era invitada la Bandalismo a estos actos, inventamos la modalidad de entrar tocando desde afuera del recinto y avanzar entre el público con un huayño o un ritmo festivo y bailable hasta llegar al escenario. Irrumpía una música estridente con el bombo como el pulso del corazón, el tambor y el platillo como las vísceras y los vientos, trompetas, trombones y saxos sugiriendo las melodías que se vinculan al espíritu. Se abría paso entre las mesas que se arrinconaban y se apagaban las velas, provocando tal euforia que terminaban todos bailando o moviéndose en una catarsis colectiva que contagiaba gran alegría.

Estaba cambiando la manera de celebrar y festejar con un sonido nuevo que hasta entonces no era muy bien visto por algunos al ser originario del norte grande de Chile, específicamente de la fiesta religiosa de La Tirana. Algunos críticos que nunca faltan nos decían que esa era una música monótona, repetitiva y sin sentido, de cholos y paitocos, aludiendo a peruanos y bolivianos, para desmerecer una expresión genuina que nosotros gozábamos cultivando. Fue la primera banda de bronces en dar a conocer este tipo de música en la zona central del país. La popularidad de la Bandalismo iba en aumento y era requerida para tocar y animar eventos cada vez más importantes y masivos. Teloneros de Los Jaivas cuando volvían de Europa para presentar la obra musicalizada: Alturas de Macchu Picchu de Pablo Neruda. El Aniversario del MIR en el teatro Mauri de Valparaíso y luego en el teatro Cariola de Santiago donde conocimos y compartimos con Jacquard Negme el día antes de ser asesinado por los servicios secretos de la dictadura. La campaña contra el miedo de inscribirse en los registros electorales que se estaban recién restableciendo.  La inscripción del PPD como partido político en los registros electorales. Las campañas por el NO que se volvieron multitudinarias, y tantos otros eventos culturales y populares en muchos lugares no solo en la Quinta Región sino que también en Santiago y otras ciudades.

En el remolcador «Poderoso» anclado en la Bahía de Valparaíso

Ese huevón del bombo me tiene así de este porte la cabeza

La celebración de la Independencia el 18 de septiembre era una gran oportunidad para animar las fiestas y ramadas durante varios días y es así que fuimos convocados para tocar en la Ramada Oficial de Zapallar, balneario costero de la quinta región donde tienen sus mansiones y casas de veraneo los empresarios y políticos más ricos de Chile. A través de la radio Festival se consiguieron nuestro contacto y nos llamaron pero nos decían la Orquesta Limbo. Firmamos un jugoso contrato y ensayamos los días previos para ampliar el repertorio bailable y cumplir lo mejor posible con las expectativas de quienes nos estaban contratando.

Al llegar el día convenido fuimos recibidos muy amablemente en un buen hotel de Zapallar y después de instalarnos en las habitaciones bajamos a cenar en una mesa de mantel largo. Acabada la cena nos piden hacer una prueba de sonido y nos llevaron al escenario del recinto que se estaba construyendo y estaban acondicionando para la fiesta. Un equipo de maestros con sus herramientas trabajaba presuroso en el decorado ultimando los detalles que debían estar listos para el día siguiente que se inauguraba la Ramada Oficial de Zapallar y todas las ramadas de Chile.

Al entrar con nuestros instrumentos  advertimos miradas de sorpresa y desencanto de quienes parecían ser los jefes y organizadores del evento. Nos preguntaron por micrófonos y equipos electrónicos. Les dijimos que éramos una banda acústica de bronces y que ellos debían poner la amplificación. Querían saber quién era el cantante. Les dijimos que éramos todos y cantábamos en coro. Se miraban entre ellos con sorpresa y desconfianza. -A ver, toquen algo- nos dijeron sentados en una mesa bien servida con tragos finos. Empezamos a desplegar nuestro repertorio. Tocamos cuecas, cumbias, huayños, hasta un tango, y en la mitad de la prueba sin decir nada se pararon y se fueron. Luego se nos acerca un empleado de ellos a parar la música que ya estaba agarrando vuelo y nos explica que no era lo que ellos esperaban y que la persona que nos contrató se había equivocado y que debíamos dejar el hotel esa misma noche. Argumentamos que de seguro haríamos bailar a toda la gente como acostumbrábamos a hacerlo y que no se iban a arrepentir.

Se para entonces el director del recinto vociferando y con los brazos en alto repitiendo -Ese huevón del bombo me tiene así de este porte la cabeza- La orden superior era tajante y no necesitaban nuestros servicios para esta fiesta y debíamos dejar el hotel de inmediato. Mencionamos el contrato firmado y el monto de dinero comprometido a lo que contestaron que ese no era ningún problema pues pagarían lo acordado y podíamos retirar el cheque en la recepción del hotel al retirarnos, lo antes posible. No podíamos creer lo que nos estaba sucediendo. Les caímos mal de entrada. Algunos de nosotros furiosos, enojados, otros incrédulos y con un sabor amargo nos retirábamos obligados pero bien pagados y sin tocar. Desconfiamos del cheque que podía no tener fondos y ser estafados pero la cuenta era de alguien muy importante y fue fácil después convertirlo en efectivo. Recogimos nuestras cosas, cargamos el furgón Suzuki en que nos movilizábamos para emprender esa misma noche el regreso a Valparaíso.

En el camino y al calor de unos tragos nos fuimos animando y se nos ocurre pasar por Horcón que estaba en el camino, donde teníamos varios buenos amigos. Al bajar por la calle principal llegando a la caleta nos dimos cuenta que estaba cortada la luz eléctrica en todo el pueblo y mucha gente caminaba con linternas. La caleta Horcón estaba llena de gente y en silencio caminaban esperando la fiesta dieciochera. La mayoría de los restaurantes y negocios habían cerrado y otros atendían con velas. Nuestra amiga Monina era dueña de una botillería y un bar llamado Las Rocas que estaba literalmente sobre las rocas a un costado de la playa donde descansaban los botes de los pescadores. Estaba a punto de cerrar pues no había gente ya que todos se estaban recogiendo a oscuras, a sus casas y alojamientos. Le propusimos tocar puesto que no necesitábamos energía eléctrica. Accedió gustosa y al primer tema que sonó con fuerza empezó a entrar la gente que atraída por la música repletó los ambientes.

Todo el pueblo se volcó a Las Rocas. Mucha gente quedó afuera. Era el único boliche abierto  con música en vivo y se armó la tremenda fiesta. Tocamos hasta el amanecer con nuestra música y el baile desenfrenado de los asistentes, para terminar durmiendo en la arena de la caleta entre los botes, abrazados de algunas amigas cariñosas en una gran borrachera colectiva. Nos atendieron muy bien. Estaban todos muy agradecidos y contentos y al día siguiente después de un buen almuerzo continuamos el regreso a Valparaíso.

Durante el camino entre risas y charlas se me ocurre proponerles tocar gratuitamente en las ramadas más modestas y alejadas del centro, total ya estábamos pagados y era una manera de celebrar el dieciocho y cooperar con las fiestas populares de la periferia en lo más  alto de los cerros del Puerto. El primero en acceder con entusiasmo fue el trompetista Alejandro Ibáñez alias Capitán Garfio, que le decíamos así pues le faltaba la mano derecha y utilizaba una prótesis con forma de gancho con el cual sujetaba la trompeta. A pesar de que su única mano estaba lesionada pues al salir del hotel en Zapallar era el más indignado y descargó su furia con un golpe de puño en la pared de la habitación y ahora estaba visiblemente hinchada y adolorida. Aun así tocó igual y no se le quitaban las ganas de seguir tocando. Nino Andrada que tocaba el corno francés se encargó con gran entusiasmo de convencer al resto de los componentes para juntarnos esa noche y hacer el recorrido solidario propuesto. Todos estuvieron de acuerdo al final. En el momento de partir, llegaron en dos autos un grupo de amigos estudiantes de ingeniería de la Universidad Santa María a preguntarnos donde íbamos a tocar pues les gustaba bailar y festejar al ritmo de nuestra banda. Les encantó la idea de improvisar buscando lugares populares  y se unieron  para salir en caravana con nosotros.

La primera parada fue en el club deportivo Krakatoa de la población Puertas Negras en Playa Ancha donde conocía a algunos dirigentes que habían sido mis vecinos. No querían aceptar nuestra propuesta al principio pues no creían que íbamos a tocar gratis y no tenían dispuesto un escenario para recibir a un grupo en vivo. Finalmente aceptaron y entramos con nuestros amigos universitarios que se instalaron en dos mesas a consumir y nosotros a tocar. Rápidamente se corrió la bola en la población y se llenó de gente que bailó con gran entusiasmo. Nos regalaban botellas de cola de mono, empanadas, vino, etc. No nos dejaban salir y pedían una y otra tanda para seguir bailando. Continuando el recorrido bajamos por el cerro Cordillera y repetimos la acción en una pequeña ramada de un club deportivo en el auditorio Guillermo Bravo que encontramos al paso. Esa noche terminamos en la ramada del Chalet Picante donde se unen los cerros Alegre con Cordillera. Nunca se imaginaron que iban a bailar con una banda en vivo ya que no estaba en su presupuesto y nos despidieron muy cariñosos y agradecidos regalándonos botellas de vino y cola de mono que nos obligaron a llevar en los estuches de los instrumentos y entre nuestras ropas con gran muestra de afecto. Al día siguiente descansamos todo el día después de tanto ajetreo para salir el sub siguiente en la noche y después de un largo recorrido terminar con el mismo resultado en las ramadas del cerro Esperanza alto, en el límite con Viña del Mar. Terminamos cansados pero satisfechos de cumplir con una gran labor integradora y seguir adelante con una propuesta musical novedosa en un momento crucial que todo Chile necesitaba.

Camarín de la Quinta Vergara Viña del Mar

Este impulso generó un gran interés y respeto por la música y la cultura milenaria del Norte Grande de Chile, que ha ido en aumento hasta el día de hoy.

Actualmente son muchas las bandas y agrupaciones de danzas autóctonas de origen nortino y boliviano que se han formado posteriormente en el centro y sur del país que participan en fiestas religiosas y celebraciones populares. La Bandalismo del Puerto que comenzó llamándose Banda San Pedro,  fue la primera banda de bronces en participar en la fiesta de los pescadores de la caleta El Membrillo de Valparaíso en honor a su santo patrono San Pedro. La procesión por el mar de todas las embarcaciones pesqueras adornadas con sus mejores galas se fue popularizando con creciente entusiasmo del público para embarcarse y participar del recorrido por la bahía con el sonido estridente de las bocinas, pitos y sirenas de los pesqueros y barcos grandes, que se mezclaban en contrapunto con los Huayños y Diabladas que interpretaba la Bandalismo del Puerto a bordo de un remolcador o una goleta grande que llevaba la imagen de San Pedro y a algunas autoridades. Al desembarcar en el muelle Prat se iniciaba el regreso en procesión a pie con la música  y la danza de los bailes religiosos, cargando el anda del santo sobre los hombros de los pescadores por la avenida Altamirano hasta llegar a la caleta El Membrillo donde comenzaba la gran fiesta con una fogata y la exquisita cena con pescado frito, vino y productos del mar.

Los pescadores y otros gremios de los sectores populares del Puerto se fueron vinculando y adoptando como propia una nueva manera de festejar con una propuesta musical diferente y nuevos ritmos bailables que invitaban a expresar con alegría esa rebeldía contenida que se desbordaba espontáneamente vislumbrando un nuevo orden político y social que se venía asomando discretamente.

 

Victoruro Sepúlveda

Chusakeri Bolivia

Marzo del 2024

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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