Economía y Mercados en Marcha

Exportaciones y políticas agrícolas

Hay muchos indicadores que nos pueden dar una idea de lo bien o de lo mal que está la actividad agrícola nacional. Uno de esos indicadores es el valor de las exportaciones de carácter agropecuario que se realizan en un cierto período de tiempo, comparado con la misma situación en períodos inmediatamente anteriores o con los valores exportados en el mismo periodo del año anterior. Ese es un indicador. Puede haber otros, tales como los niveles de producción agropecuaria – que no es lo mismo que el nivel de exportaciones-, la tasa de pobreza en el campo, la tasa de desocupación agraria, las desigualdades económicas y sociales que pesan sobre de la agricultura familiar campesina, etc. El hecho de que las exportaciones agropecuarias presenten resultados positivos, no significa que todo esté bien, pero es parte imprescindible de cualquier diagnóstico que se haga de la situación agraria nacional.

Según los datos del Banco Central, las exportaciones del sector agropecuario, silvícola y pesquero, durante el primer semestre del año 2023 alcanzaron la suma de 5.016 millones de dólares. En el primer semestre del presente año esas exportaciones fueron 5.601 millones de dólares. Un incremento superior al 10% en el transcurso de un año. Como punto de referencia cabe mencionar que el litio – respecto al cual hay muchas más expectativas y preocupación –  presentó exportaciones en el primer semestre del 2024 por un monto de 437 millones de dólares.

Desagregando esas cifras podemos decir que las exportaciones de cerezas –  que hoy en día son el rubro estrella de las exportaciones agrícolas chilenas – pasaron de 1.820 millones de dólares en el primer semestre del 2023, a 2.244 millones de dólares en el primer semestre del 2024.

La uva, a su vez, pasó de 900 millones de dólares a 1.099 millones de dólares en los períodos ya mencionados. Las ciruelas pasaron de 291 millones de dólares, a 352 millones de dólares. Los arándanos subieron de 141 millones de dólares, a 439 millones de dólares. También aumentaron las peras y el kiwi, pero son rubros que tiene menor peso en el monto total de las exportaciones chilenas de carácter agropecuario.  El principal rubro que disminuyó fueron las paltas, pero el saldo global de las exportaciones agropecuarias muestra claramente un aumento desde un año a otro, tal como se mencionó líneas más arriba.

Todos estos antecedentes fortalecen la hipótesis de que la agricultura de exportación es un sector altamente internacionalizado, tecnologizado, dinámico, de alta productividad y que aporta en forma sustantiva a la dotación de dólares con que cuenta anualmente el país. Todas estas son cualidades de carácter positivo, que hacen que esa actividad merezca ser fortalecida y potenciada, cuidando siempre, en todo caso, que las empresas involucradas cumplan cabalmente con sus obligaciones laborales, salariales, previsionales, tributarias y medio ambientales.

Hay, sin embargo, dos elementos que es necesario mencionar en este diagnóstico breve y parcial de la agricultura nacional. El primero es que pesa sobre la agricultura de exportación una alta vulnerabilidad, pues se trata de mercancías altamente prescindibles en la demanda de los grandes centros consumidores – a diferencia del cobre y el litio – cuyo consumo puede reducirse en forma sustantiva en función de los altibajos del mercado internacional y/o de los intereses geopolíticos que pesan cada vez más en las relaciones económicas internacionales.  Lo segundo, es que la agricultura de exportación convive en el campo chileno con un sector importante de minifundistas y de agricultura familiar campesina, que presenta menores niveles de productividad y de rentabilidad, que exhibe menores niveles de desarrollo social y una gran diferenciación de ingresos y de condiciones de vida con respecto a la agricultura de exportación. Mientras no se avance en forma sustantiva en la solución de estas situaciones adversas, la agricultura nacional seguirá viviendo con fuertes tendencias a la exclusión, a la diferenciación económica y social y a la concentración del ingreso, todo lo cual se traduce en tensiones de todo tipo, latentes o en lenta incubación. Todo ello obliga a las propias empresas de alta productividad, al gobierno y a la sociedad toda, a desarrollar – por razones económicas y sociales – políticas explicitas y robustas de apoyo a la economía familiar campesina, y a todos los pobres del campo.

 

 

Sergio Arancibia

 

 

Sergio Arancibia

Economista

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