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Repensar el nacionalismo de izquierda en Chile: Un regreso necesario al proyecto de la Unidad Popular

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En la historia reciente de Chile, pocas épocas han marcado de manera tan profunda el imaginario político y social como el periodo de la Unidad Popular (UP). Bajo la dirección de Salvador Allende, la UP propuso un modelo de desarrollo que integraba el nacionalismo con la justicia social, una propuesta que, aunque truncada por el golpe de Estado de 1973, sigue resonando en la memoria colectiva de la nación. Hoy, ante la evidente crisis del neoliberalismo y el agotamiento de las propuestas de la izquierda contemporánea, es vital repensar ese nacionalismo de izquierda, no solo como un legado, sino como una brújula para orientar el futuro.

El nacionalismo de izquierda que encarnó la Unidad Popular no fue un mero recurso retórico, sino una praxis política que buscaba devolver al pueblo chileno el control de su destino económico y político. En una época en que las grandes decisiones sobre el rumbo del país estaban dictadas desde el exterior, la UP luchó por la nacionalización de las principales industrias, en particular el cobre, conocido como el «sueldo de Chile». Este acto de soberanía económica no solo fue un gesto de desafío al imperialismo, sino también una estrategia para redistribuir la riqueza y financiar un ambicioso programa de justicia social.

Hoy, cuando la globalización neoliberal ha sometido a las economías nacionales a los vaivenes del capital internacional, repensar un nacionalismo de izquierda significa recuperar esa soberanía perdida. Es innegable que el modelo neoliberal ha traído consigo un crecimiento económico significativo, pero este crecimiento ha sido desigual y ha profundizado las brechas de desigualdad. El proyecto de la UP, en cambio, proponía un modelo de desarrollo que beneficiara a las grandes mayorías, un modelo donde la riqueza generada en Chile se quedara en Chile, para distribuirse de manera justa.

La actual fragmentación de la izquierda chilena, que va desde sectores progresistas hasta movimientos más radicales, ha llevado a la pérdida de una visión unificadora. Sin embargo, el nacionalismo de izquierda que proponemos no es un regreso a la nostalgia, sino una estrategia para construir un proyecto de país en el siglo XXI. Este nacionalismo debe ser inclusivo, capaz de articular a los diversos sectores que hoy componen la izquierda, y al mismo tiempo, ofrecer una alternativa concreta al modelo neoliberal, que ha mostrado ser incapaz de resolver las grandes crisis de nuestra época, como la crisis climática, la precarización del trabajo y la pérdida de derechos sociales.

Uno de los aspectos más relevantes de este nacionalismo de izquierda es su capacidad para conectar con la identidad chilena. Durante la Unidad Popular, la izquierda supo hablarle al pueblo, integrando sus demandas y aspiraciones en un proyecto que sentían propio. Hoy, ante una ciudadanía desencantada y distante de la política, es esencial recuperar esa capacidad de conexión. Un nacionalismo de izquierda no debe ser excluyente, sino profundamente democrático, capaz de incorporar a las diversidades culturales, étnicas y de género que conforman el Chile actual.

Asimismo, este nuevo proyecto de nacionalismo de izquierda debe aprender de los errores del pasado. La experiencia de la Unidad Popular nos enseñó que no basta con tener la razón moral o histórica; es necesario construir una fuerza política que sea capaz de sostener las transformaciones. Esto implica una revaloración de la política como espacio de construcción colectiva, donde la izquierda, lejos de caer en el sectarismo, se abra al diálogo y a la construcción de alianzas amplias.

La experiencia de la UP también nos ofrece lecciones sobre la importancia de una política internacional soberana. En un mundo cada vez más multipolar, donde las potencias emergentes desafían el orden establecido, Chile debe tener una política exterior que refleje sus intereses nacionales y no los dictados de las grandes potencias. Un nacionalismo de izquierda, en este sentido, no es una invitación al aislamiento, sino a la integración regional y a la cooperación solidaria con otros pueblos que comparten nuestros mismos desafíos y aspiraciones.

Por último, el desafío más grande para la izquierda chilena es volver a ser relevante para las grandes mayorías. Esto no se logrará con un discurso tecnocrático o con la mera administración de lo existente, sino con un proyecto de transformación profunda que responda a las necesidades reales de la gente. El nacionalismo de izquierda ofrece un marco para esa transformación, un marco donde el Estado vuelve a ser un instrumento al servicio del pueblo y no de los intereses del gran capital.

La herencia de la Unidad Popular nos muestra que es posible soñar con un Chile mejor, un Chile donde la justicia social y la soberanía popular sean los pilares de nuestro desarrollo. Hoy, cuando la crisis de legitimidad del neoliberalismo es más evidente que nunca, la izquierda chilena tiene la oportunidad histórica de retomar ese sueño y hacerlo realidad. Pero para ello, debe repensar su proyecto y volver a orientarse hacia un nacionalismo de izquierda que, lejos de ser un anacronismo, es más necesario que nunca.

 

Fabián Bustamante Olguín.

Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado. Académico del Instituto de Ciencias Religiosas y Filosofía, Universidad Católica del Norte, Coquimbo.

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Fabián Bustamante Olguín

Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado Magíster en Historia, Universidad de Santiago Académico del Instituto Ciencias Religiosas y Filosofía Universidad Católica del Norte, Sede Coquimbo

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  1. Sergio Martinez says:

    Muy curiosa interpretación esta de calificar a la experiencia de la Unidad Popular como «nacionalismo de izquierda». El proyecto político que encarnó la UP fue inspirado siempre por las concepciones del marxismo, por cierto con aportes de movimientos de orientación cristiana progresista y de antiguas posiciones laicas levantadas por el viejo Partido Radical, ¿pero nacionalismo de izquierda? Una cosa es levantar propuestas como la nacionalización del cobre, otra muy diferente es pensar que eso lo convierte a uno en «nacionalista» (de izquierda o no). La nacionalización del cobre se hizo no por motivaciones nacionalistas, sino porque controlar esa riqueza era fundamental para el proyecto de desarrollo que planteaba la UP y por cierto, para la eventual construcción de una sociedad socialista. Reinterpretar eso como «nacionalista» es desvirtuar completamente el carácter del proceso que conocimos como la UP.

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