Sigue siendo 26 para los pobres del mundo
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Pasa por su momento más difícil. Ni siquiera comparable a los oscuros momentos de la situación creada a partir de la instalación de misiles nucleares rusos en su territorio.
Ni cuando arreció la mala y ya no tuvo petróleo, alimentos, medicinas y casi nada, la Revolución Cubana estuvo tan complicada como ahora.
El criminal, ilegal, inmoral bloqueo al que Estados Unidos somete a la isla luego de más de sesenta años, el más extendido de la historia de la humanidad, explica en gran medida las carencias y complicaciones por las que pasa el aguerrido pueblo de Fidel.
Pero no lo explica todo. Quizás haya otro Moncada esperando su hora.
Luego de la pandemia la dirección cubana se ha visto complicada en circunstancias que han afectado gravemente la economía que más importa: aquella con la que la gente come y vive. Súmese los esfuerzos soterrados del imperio por socavar la moral de la gente.
Sin embargo, el corazón revolucionario y rebelde de lo mejor de su pueblo sigue intacto como legítimo heredero del político más importante del siglo veinte: Fidel Castro Ruz.
Porque hablar del 26 de julio del año 1953, la fecha más señera de cuantas se compone el almanaque de un pueblo heroico y valiente, es en gran medida, hablar de Fidel.
No hay dirigente político contemporáneo que haya tenido la visión de su análisis, la comprensión de sus enemigos y el respeto más profundo por su pueblo y por los pueblos de mundo. Jamás sus decisiones estuvieron basadas en el miserable cálculo de la ganancia o la perdida. Lo suyo se asentaba en una moral intachable que era presidida por su férreo compromiso con los más despreciados del planeta.
Donde hubo una causa justa, allí estuvo Fidel y sus compañeros.
Y no midió riesgos cuando sus fieles y aguerrido camaradas marcharon con el convencimiento más profundo de que morir en otras tierras por la causa de los desheredados, humillados y despreciados era un deber ineludible.
El más profundo honor.
Hoy se celebra otro 26 de julio, fecha que marca el inicio de un proceso que ha tenido profundos efectos en el mundo, y en especial en América Latina.
Un día como hoy, impulsados por el heroísmo que solo graba a fuego la convicción patriota más profunda y verdadera, se daba comienzo a una proceso que en breve permitiría el ingreso a la historia victoriosa a aquellos barbudos y desarrapados que se ganaban el derecho de cambiar su patria desde la raíz.
Se ganaba Cuba su derecho a ser Cuba.
La huella de la revolución cubana y por cierto de su jefe, han quedado como marca indeleble en Asia, África y América Latina. Y en donde haya latido un corazón rebelde decidido a liberar su pueblo de la esclavitud, el colonialismo y la explotación.
Cuba ha sido, por sobre todo, un ejemplo que han entendido muy bien los pobres del mundo. Esos que han tenido la oportunidad de recibir aquella solidaridad que no mide consecuencias ni costos y que nace de la más profunda convicción de que los explotados del mundo son hermanos a los que se debe ayudar: compartir lo que se tiene, no lo que sobra.
Por eso Fidel y la Revolución Cubana vive abrigando la soledad de los humillados del planeta. Y alentando su fe.
No en los salones, en las cortes ni altares.
Porque ese misterio que nace del heroísmo cotidiano de un pueblo rebelde no puede ser entendido por los poderosos, acomodados, explotadores ni por los traidores.
Cuba vencerá.
Superará sus dificultades, errores y deficiencias. Y lo hará porque en el diccionario de esa gente medio loca y decidida, la derrota no existe. Lo que les sobra es su ejemplar capacidad para resistir, para combatir, para crear soluciones allí donde parece que solo hay obstáculos.
Hay una reserva revolucionaria en el seno muy profundo del pueblo cubano que no olvida el ejemplo del Comandante en Jefe que decía haciendo.
Hay Revolución Cubana para lo que venga de este siglo revuelto, complejo, peligroso y febril. Pero que comienza a cambiar
Un tiempo en el que la crisis del capitalismo ha encontrado a gran parte de la izquierda perdida en los médanos de sus indecisiones, cobardías y dudas.
Pero aun resiste la luz de un ejemplo que ha hecho historia y dejado un legado. Nuestro pueblo, en sus más oscuros momentos supo de esa solidaridad, del internacionalismo proletario cuya energía nace de la convicción más profunda y generosa de que los humildes de la tierra solo tienen una patria.
En el corazón de los pobres del mundo siempre será veintiséis. Y mientras haya quienes ardan de odio ante la injusticia y la barbarie, vibrará el grito de sus más fieros combatientes: ¡Comandante en Jefe, ordene!
Ricardo Candia Cares