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América en peligro

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Milei se pelea con su vicepresidenta, Victoria Villarruel, porque ésta defendió los cánticos racistas de la selección argentina, en su celebración de la copa América. Debió enviar a su hermana a la embajada francesa en Buenos Aires, para pedir las correspondientes disculpas. Tuvo que decirle al embajador que Francia no era colonialista, como había afirmado la vicepresidenta.

El mismo día, Milei, desesperado porque su plan de estabilización va cuesta bajo responsabilizó al FMI de falta de apoyo y acusó a su representante, el chileno Rodrigo Valdés, de boicotear el programa de ajuste argentino. Señaló a Valdés como miembro del Grupo Puebla y de estar confabulado con el Kirchnerismo. Difícil encontrar argumento más insólito para justificar el fracaso de su política económica. Valdés debe estar perplejo.

Por su parte, y en esos mismos días, la vicepresidenta de Argentina, defensora de los genocidas del dictador Videla envía a la cárcel de Ezeiza a sus pupilos, diputados “libertarios”, para que expresen su apoyo y consuelo a los presos por delitos de lesa humanidad, entre los que destaca el represor Alfredo Astiz, asesino de tres monjas francesas durante la dictadura.

Poco antes, Milei había decidido no participar en la tradicional reunión de presidentes del Mercosur y, en vez de ello, optó por desairar a Lula y reunirse con Bolsonaro en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC).




En suma, en pocos días el gobierno argentino y los “libertarios” vivieron sus propias contradicciones, solidarizaron con los genocidas y continuaron por el peligroso camino de aislamiento internacional. En el otro extremo de la región, la conferencia republicana en Estados Unidos decidió lo que ya se sabía: eligió a Donald Trump como su candidato a la presidencia de los Estados Unidos.

Trump, en un mal discurso y además marcado por un populismo vulgar reiteró lo que ya sabemos. Acusó a los inmigrantes latinos de ser los responsables del aumento de los asesinatos en los Estados Unidos. Se olvidó Trump que lo había atacado un estadounidense blanco y que la ola de asesinos en serie, que recorre ese país, no son inmigrantes.

Señaló que deliberadamente los gobiernos de la región enviaban locos y delincuentes a territorio estadounidense. Incluso tuvo la osadía de señalar que la disminución de los crímenes en El Salvador no era por la política represiva y carcelaria de Bukele, sino por la persistente emigración de salvadoreños a Estados Unidos. Reiteró entonces su política de extender el muro divisorio con México,

En segundo lugar, dijo que elevaría los aranceles en 100% o 200% contra los productos chinos, especialmente automóviles de fabricación en territorio mexicano. Su política de nacionalismo económico afectará a México pero, además, olvida que la reindustrialización requiere de mejores tecnologías y eficiencia de gestión, temas en los que China lleva la vanguardia.

En tercer lugar, y más allá de nuestra región, y con la soberbia que lo caracteriza, Donald Trump, aseguró que le bastaba un llamado telefónico para terminar con todas las guerras, la de Ucrania y la existente entre Israel y Palestina.

La región está en peligro.

No hay más alternativa que los presidentes de Chile, Colombia, Brasil, México y Uruguay tomen el toro por las astas, superen estrechos nacionalismos e ideologismos y se decidan a coordinar esfuerzos para enfrentar el proteccionismo económico y la ola política reaccionaria en curso, que se acelerará con la presidencia de Trump.

Ya no es posible seguir instalando nuevos esquemas de integración formales en nuestra región, los que manifiestamente han fracasado. Es hora de compromisos pragmáticos y sobre asuntos concretos entre los cinco países mencionados. En lo inmediato hay que atender: desafío al proteccionismo, calentamiento global, infraestructura regional, situación migratoria, el narcotráfico y la delincuencia.

 

Roberto Pizarro Hofer

 

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