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La socialdemocracia en busca de su destino (Parte 2)

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En la primera parte de este trabajo revisamos la historia de los movimientos socialistas, como reseña, hasta aproximarnos a los años 90 del siglo XX.

Quedó pendiente una revisión del socialismo en América Latina, lo que abordaremos enseguida, para referirnos después a los grandes temas de las diversas escuelas económicas que están en disputa dentro del mundo del siglo XXI y que son afines-doctrinariamente- a la socialdemocracia. (Tercera parte).

EL SOCIALISMO EN AMÉRICA LATINA.

 

Los primeros movimientos que abordan los temas de la injusticia en las sociedades de América latina se trasladan-al igual que los europeos- al siglo XIX. Con la proclama de las ideas de Fourier, Cabet y también Marx.




Así, ya en 1838 en Argentina, se funda la “Asociación de Mayo”, por el poeta José Esteban Echeverría, el que se inspira fundamentalmente en Saint Simon y Pierre Leroux.

Francisco Bilbao y Arcos, en Chile, forma la “Sociedad de la igualdad”. Autores señalan que el primer partido socialista que se forma es el de Chile (Partido Demócrata de Chile, 1887) fundado por Malaquías Concha y Rafael Allende, del que después (1912) don Emilio Recabarren desprenderá el “Partido Obrero Socialista”.

Luis Vitale, acota que ni el movimiento de Bilbao ni el Partido Demócrata son partidos socialistas, pues agrupan a sectores de la artesanía y gremios pertenecientes a las clases pequeñoburguesas y no obreras. El mismo Vitale afirma que el primer partido realmente socialista es el fundado por José Ingenieros y Juan Bustos en 1895, el “Partido socialista obrero argentino”, cuya militancia era efectivamente obrera.

Luego fueron surgiendo diversos partidos socialistas: en Cuba 1905; México en 1910; Bolivia en 1915; Brasil 1916.

Al igual que en Europa, a raíz de la creación de la Tercera Internacional, comienzan las divisiones entre la opción internacionalista comunista y los reformistas.

En Argentina, luego de varios congresos, en 1918 el Partido Socialista Obrero se escinde, quedando uno de carácter reformista y el otro internacionalista, que en 1921 se convierte en el Partido comunista de Argentina. En Chile, en 1922 el Partido obrero socialista de Recabarren se convierte también en Partido Comunista de Chile.

En los Años 30, tanto el Partido Socialista Chileno (1933) como el ecuatoriano (1926), no suscribieron su integración a la Segunda Internacional, pues descartan la vía reformista para alcanzar el poder, dentro del sistema burgués. Se declaran revolucionarios y buscan terminar con el capitalismo, pero aceptan las luchas políticas pluralistas.

Indudablemente, el partido con más larga historia dentro de los reformadores, es el Partido Radical de Chile. Desprendido en 1863, del Partido Liberal, luego de asumir una postura más transformadora ante la Constitución de 1833 y decepcionarse de esa amistad política tan estrecha entre conservadores y liberales, alimentado el descontento, además, por la primera crisis internacional del capitalismo (1857).

Luego, en el siglo XX, este Partido Radical de Chile tendrá gran influencia en la representación de las clases medias, forjadas al amparo del crecimiento del Estado en diversas funciones productivas y de servicios. Fueron el apoyo del primer gobierno de Arturo Alessandri, que reivindica a las clases no oligárquicas. La crisis de los años treinta los posiciona para asumir el gobierno en 1938 en alianza con socialistas y comunistas. Forman los Frentes Populares que se dan también en Francia e Italia para combatir la amenaza del nazismo y el fascismo.

Luego de encabezar tres gobiernos, el Partido Radical pierde el liderazgo de la clase media y es sustituido por la Falange Nacional, luego Partido Demócrata Cristiano (1958), que en el caso chileno presentó un programa reformista de gran profundidad, llegando a postular en su gobierno (1964-70), la reforma agraria, la chilenización del cobre, la sindicalización campesina y urbano- industrial, la organización social de base (Programa de Promoción Popular), reforma y expansión educacional básica técnica superior y universitaria, industrialización moderna del agro y de los sectores urbanos como línea blanca y automóviles, etc., lo que significó una seria competencia programática con la izquierda tradicional.

Luego de la experiencia de la dictadura militar (1973-1989), este partido DC) abandona las posturas doctrinarias del “socialismo comunitario”, que los acercó mucho al programa de la Unidad Popular, excepto por sus fines y modalidades estratégicas. La DC adopta la posición de los conservadores alemanes (economía social de mercado), que al estar férreamente instalado en Chile el modelo neoliberal, se traducirá en un liberalismo con maximización del mercado y minimización de los social. La Democracia Cristiana terminará afiliándose a la “Internacional

liberal”, y no a la “Internacional Socialista”, de la que estuvo mucho más cerca programáticamente durante el gobierno de Frei Montalva (recordemos la estrecha amistad de Willy Brand con el mandatario chileno, en todo lo referente a las estrategias de colaboración Norte Sur).

Lo que el gobierno de la Unidad Popular dividió, lo vino a reunir la lucha contra la dictadura. Así se dio el reencuentro entre las fuerzas de centro y de izquierda, hasta configurar la Alianza Democrática y luego la Concertación de partidos por la democracia, que deja afuera al Partido Comunista, pero integra a las diversas fuerzas que componían la fragmentación del socialismo, más el Partido Radical, Izquierda Cristiana, MAPU y algunos sectores liberales.

La fragmentación del socialismo tuvo raíces que parten desde muy temprano, pues se debe recordar que en su origen este partido acoge a una pluralidad de fuerzas activas en la sociedad política chilena, desde agrupaciones sindicalistas, campesinas, marxistas moderados, socialistas anarquistas, trotskistas, agrarios, etc.

No es raro, entonces que a poco andar se produjeran desacuerdos respecto a las líneas programáticas del partido.

La posición revolucionaria democrática, dirigida a las luchas americanistas como forma de alcanzar el poder y desmontar el capitalismo oligárquico, dentro del juego democrático, es repentinamente girada hacia una postura de lucha frontal y por todos los medios, luego del triunfo de la revolución en Cuba en 1959.

La participación en los gobiernos de la socialdemocracia (Radicales en el Frente Popular), frustró en muchos de los socialistas la esperanza de lograr cambios dentro del sistema burgués. Una fracción apoya al segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, cuyo desempeño también frustra las últimas esperanzas apoyadas en liderazgos de personalidad fuerte.

A esta frustración concurre también la derrota de Allende en 1964, cuando las fuerzas burguesas se unen a la propuesta de cambios de la democracia Cristiana, como mal menor. Apuesta que resultó frustrante para los conservadores, pues el gobierno de Frei Montalva se convirtió en una seria competencia transformadora para la izquierda tradicional.

Esta alternativa de la “Revolución en Libertad” fue combatida con posturas obstruccionistas por parte del socialismo, negando “la sal y el agua” al gobierno reformista.

La reacción lógica ante este desafío reformista será la postura más extrema de revolucionarismo proletario, cosa que queda documentado cuando el Partido socialista se declara “Marxista leninista” en el Congreso de Chillan de 1967 y optara por la “vía insurreccional”. Esta postura se venía preparando en el XXI Congreso de Linares (1965).

Sin embargo, para competir en las elecciones de 1970, el Partido Socialista de Chile levanta dos postulaciones de candidatos ideológicamente moderados: Salvador Allende y Aniceto rodríguez. Ambos reconocen su base doctrinaria marxista, pero alientan una experiencia de construcción del socialismo por la vía electoral y no la insurreccional.

 

Cada vez que el socialismo se vio enfrentado a las responsabilidades de ejercer el poder en las coaliciones democráticas, emergen las diferencias entre los que se frustran ante el lento ritmo de los cambios y los que aprecian los avances dentro del sistema burgués. Esto nuevamente sucedió en el gobierno de la Unidad Popular, donde la fracción de Carlos Altamirano (“Polo revolucionario”) se contrapone a la de Aniceto Rodríguez y al mismo presidente Allende. No se llegó a la fractura, como en el caso de las experiencias anteriores en el Frente Popular y el Frente de Acción popular, pues el golpe de estado postergó esa división, la que se vino a concretar cuando los militantes de la dirección estaban en el exilio (1978). No se volvieron a reunir hasta bien cerca de la lucha final contra la dictadura (1988)

Altamirano, hasta 1976, representaba el ala dura, revolucionaria y leninista de la lucha política, propiciando el asalto armado contra la dictadura, expresado la legitimidad de “todas las formas de lucha” (Documentos desde la dirección externa del PS). Aniceto Rodríguez, Jorge Arrate, y otros venían propiciando las alianzas con todos los países que solidarizan con Chile en la formación de un frente anti dictatorial. De hecho, Aniceto Rodríguez participa en la reunión de la Internacional Socialdemócrata celebrada en Caracas el año 1976.

Por su parte, el ex canciller de Allende Clodomiro Almeyda, militante destacado del socialismo casi desde su fundación, exiliado en Alemania Oriental, desplaza a Altamirano en la dirección del Partido Socialista. Su postura será más cercana a la ortodoxia comunista y a la lucha en todos los frentes contra la dictadura. Su sector (Almeydista) dentro del partido socialista se enfrentará al de los “renovados” de Núñez y Altamirano. Al regresar a Chile, se une a la izquierda más combativa para formar la agrupación de “La izquierda unida” 1987; y luego forma el “Comando socialista por el NO”, 1988, sumándose al apoyo del voto por el No en el plebiscito para sacar a Pinochet del poder.

Los socialistas en el exilio recibieron la solidaridad no sólo de Alemania Oriental, URSS y Cuba, sino de todos los gobiernos socialdemócratas de Europa, que van desde Italia hasta Holanda y Suecia, también los Demócratas de EE,UU. Todos solidarizaron con la causa anti-dictatorial en Chile, cosa que quedó visibilizada en los desplazamientos del ex canciller de la Unidad Popular Orlando Letelier. Esta solidaridad tuvo el efecto de limar en los socialistas chilenos la cara áspera y de desprecio con que acostumbraban a mirar la democracia llamada “burguesa”. Por su parte, en Italia, el Partido Comunista venía avanzando en una postura que se aleja de la ortodoxia soviética y se aproxima a una nueva doctrina para alcanzar el poder desde la cultura y no desde la lógica leninista. El comunista Antonio Gramsci triunfa sobre Lenin con la lectura doctrinaria del “Eurocomunismo”. La izquierda italiana se occidentaliza, también la hará el Partido socialista italiano.

Luego, varios países de Europa salieron airosos en su lucha contra las dictaduras y conformaron gobiernos exitosos en democracia: España post Franco; Portugal post Salazar y Grecia en la figura de Papandréou. Estas experiencias afectaron las posiciones del socialismo chileno, abonando un desplazamiento teórico que pronto se plasmará en una disposición a luchar contra la dictadura en un frente común con los partidos de centro (Alianza democrática), como la democracia cristiana, el partido Radical y algunos liberales democráticos.

Finalmente la derrota proporcionada a Pinochet en el plebiscito de 1988 y la salida democrática por la vía electoral, animó la propuesta de acercamiento a las filas de la Internacional Socialista, que fue abrazando a los partidos PPD, Partido Radical y Partido Socialista unificado.

La crisis de los socialismos reales, es decir el colapso del modelo ortodoxo escenificado detrás de la Cortina de Hierro del comunismo soviético (o socialismo soviético), impondrá una dura tarea de rearmar la cosmovisión y las tareas programáticas del socialismo para el futuro.

Notable fue en el caso del socialismo chileno la deriva ideológica del dirigente del “polo revolucionario” Carlos Altamirano, quien aparece luego como el líder interno del socialismo renovado. Las posturas desde su exilio en la RDA, cambian mucho a las posturas desde su residencia en Paris. La polémica entre la “dirección en el exterior” y la “dirección interna”, revelan las tesis del socialismo revolucionario, mientras que la entrevista de la periodista Patricia Politzer en Paris, deja entrever el giro hacia las opciones socialdemócratas ( Politzer,1989).

Una vez recuperada la democracia y participando en varios gobiernos en la coalición de la “Concertación de Partidos por la Democracia”, las divergencias internas vuelven a aflorar. De tal manera que en las elecciones del 2010, el militante socialista Marco Enríquez Ominami, perteneciente a la corriente de los “Autoflagelantes” decide levantar su propia postulación y forma un nuevo partido político, el Partido Progresista (PRO) 2010.

La base ideológica de este movimiento no se separa casi en nada de las propuestas de otros partidos afiliados a la socialdemocracia internacional. El “Grupo de Puebla” en el que se inscribe el PRO, abraza la hermandad ideológica de diversos grupos de centro izquierda en América Latina, España y Portugal.

Hoy, las diversas corrientes internas, siempre presentes en el socialismo (el periodista Manuel Salazar llegó a contabilizar 10 grupos o sensibilidades, antes de concretarse al unidad en 1988), conviven en un consenso base: de participar y respetar las reglas del juego de la democracia occidental, reconociendo, ahora, con más atención los aportes del saber moderno que la doctrina marxista ortodoxa, en lo relativo a sus posturas doctrinales; reconocen, igualmente, que la sociedad burguesa capitalista ha sufrido una especie de borramiento de la clase obrera industrial, para ser reemplazada por diversos segmentos de una clase media (media baja, media media, aspiracional, ascendente, decadente) con tan diversas corrientes culturales que la hace imposible de encasillar en las luchas de masas o de clase.

De esta forma, el socialismo indigenista y americanista del 33, milita ahora plenamente en las filas de la Internacional socialista, llegando a subir al podio de la vicepresidencia mundial de la (IS) la hija del presidente Salvador Allende, Isabel Allende, presidenta del Partido Socialista de Chile en el 2017, reemplazándola la actual presidenta del partido la senadora Paulina Vodanovic.

Relatamos la historia del Partido Socialista chileno, pues creemos que es la trayectoria más interesante de un movimiento político en las Américas, respecto a la rica y dura discusión interna en las diversas etapas de su historia, lo que la hace similar a los recorridos doctrinarios de los socialismos europeos. No hay otro en este Continente Americano que pueda igualársele, representando la historia más interesante de la “socialdemocracia en busca de su destino”.

 

NOTA:

Es cierto, sin embargo, que el socialismo sufre de un cuerpo programático económico confuso o difuso, al momento de exigir la conducción de las tareas históricas del desarrollo alternativo en Chile o América Latina. El reformismo blando de la “Tercera Vía” ni la “Economía social de mercado”, pueden ser rivales suficientes para desplazar la implantación profunda del Neoliberalismo mundial. La búsqueda de una propuesta integral es la que estamos insinuando en este trabajo. Para ello abordaremos los temas del Keynesianismo, el Neokeynesianismo y el Poskeynesianismo, además de Schumpeter-Kondratiev y las “Ondas largas tecnológicas”, que intentan explicar la “Nueva riqueza de las naciones”, en el mundo del conocimiento.

 

Hugo Latorre Fuenzalida.



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Hugo Latorre Fuenzalida

Cientista social

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  1. Patricio Serendero says:

    No hay posibilidad de reformar el Capitalismo. La Historia está ahí como demostración indiscutible. En toda la Europa socialdemócrata que gobernó en diversos países durante el siglo XX el capitalismo persistió solidamente en dichos países a pesar de los éxitos conseguidos en mejorar la condición de vida de los trabajadores. Pero los patrones han salido ganando siempre. Y aquí estamos hoy, en medio de un capitalismo más agresivo, donde se impone su mirada ultra-derechista.
    La explotación del trabajo se expresa como siempre, ofreciendo apenas salarios de sobrevivencia a los trabajadores, ahora abarcando grandes sectores de antiguas capas medias. Un empobrecimiento generalizado de las grandes mayorías mundiales y su reverso, la riqueza máxima de unos pocos en todo el mundo capitalista. Son tan ricos los pocos ricos dueños del mundo, que se proponen ahora un gobieno mundial dirigido naturalmente por ellos. Por las grandes corporaciones. Las mismas que nos tienen al borde del precipicio y cuyas guerras son eternas.
    La revolución tendrá que ser mundial para construir un mundo sobre otras bases. No veo otra solución para la Humanidad.

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