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El cielo del alcalde Jadue

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Daniel Jadue se midió con el actual presidente Gabriel Boric en las primarias presidenciales pasadas.

Y al no poder escalar en la empinada cuesta de esa parte del poder, debió insistir desde su alcaldía en políticas públicas populares que cometieron el sacrilegio de violar el padrenuestro que rezan a diario los poderosos: todo es un negocio, hasta los derechos de las personas y sus necesidades. Amen.

¿Cuánto habrán dejado de ganar, de esquilmar, estafar, engañar, a la gente más carenciada los poderosos tándems que dominan las cadenas de farmacias y todo lo demás?

El alcalde caído en desgracia cometió el pecado imperdonable de demostrar que es posible alivianar la pesada carga de la pobreza de millones. De la gente pobre, de los que, dice el eufemismo que intenta quitarle dramatismo a la palabras, son personas vulnerables.




Para quien tiene casi nada, un poquito ya es algo. Al menos, alguien pensó en ellos, lo que ya es harto.

Se ha dicho hasta el cansancio: el 1% de las personas más ricas del país se llevan el 49.6% de la riqueza y que el 75% de los chilenos viven con menos de $ 797.000.

¿Cómo? Lo más probable que sea endeudados hasta la madre y por tres generaciones más.

Ante la realidad abismante que se desprende de la vida cotidiana de esos números, el alcalde Jadue y su gente se propuso soluciones imaginativas que aliviaran en algo la carencia de millones. Así, la idea de las farmacias populares que venden medicamentos destinados a los pobres a una fracción de lo que los venden las grandes cadenas de farmacias, fue celebrada por moros y cristianos al extremo de que hoy casi la mitad de las municipalidades del país, han emulado la idea.

La idea y sentido de lo solidario, que tanto se ha perdido en estos tiempos del arreglo y la martingala, de las genuflexiones y las rendiciones incondicionales, se abrió paso.

Las farmacias populares dieron paso a las ópticas, a la gestión inmobiliaria con sentido de lo social, al arte y cultura al alcance de la gente modesta, desplegadas como si fueran necesidades de primer orden, tal como el pan, el agua y el vino.

Conocimiento y arte disponible para el que quiera: rara cosa en tiempos del negocio, la ignorancia y la basura envasada en los medios de comunicación.

Pero el alcalde Jadue y los suyos escarbaron en aquello que es posible si no se le tiene medio al poderoso, aun bajo el yugo severo e inhumano del neoliberalismo, ese mismo que el candidato Boric iba sepultar no bien se terciara la banda tricolor.

Jadue ha demostrado que, si se tiene voluntad y una poca de sensibilidad social, y si se hace el ejercicio de entender que hay gente que la pasa mal, peor aún, que la ha pasado mal desde nación, siempre habrá una ventanita desde la cual se puede hacer política con un sentido humano.

Así sea que el orden, se nota a cacho visto, no tiene para cuando cambiar de estatus.

Es decir, el mensaje del alcalde Jadue recorre el dominio de los poderosos y de la pequeña burguesía que administra el modelo, su cultura y producto y eso, desde el punto de vista de los acomodados, no se ve nada bien.

Para decirlo en dos líneas: Daniel Jadue, alcalde, se transformó en un peligro vivo, en un mal ejemplo, en un “target” del sistema.

Fue el tiempo, entonces, en que dijera su palabra el brazo judicial del Orden.

Fue cuando las instituciones funcionaron. Porque para eso están hechas: para defender el orden imperante, perfeccionarlo, justificarlo, santificarlo y desbrozarle de alborotadores su curso infalible.

Es posible que el encausamiento del alcalde Jadue tenga coletazos de un rango mayor dado los resultados del corcoveo que su partido está teniendo en el conglomerado en el gobierno.

Desde su trozo de cielo quizás el alcalde Jadue, como algunos de sus camaradas, esperen ver el fantasma del comunismo recorriendo el camino de reversa.

Nunca se sabe.

 

Ricardo Candia Cares

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Ricardo Candia

Escritor y periodista

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