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Esa pandilla dueña de Chile

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Si desea conocer a los dueños de Chile, busque a quienes no pagan impuestos. O si prefiere, a los que pagan una migaja, mientras gimotean, para no ser acusados de sinvergüenzas. Ahora, si usted los culpa de ser infelices o sabandijas, se encabronan y ponen el grito en el cielo. Clara demostración de honestidad vinculada al apellido, venida desde la cuna. Nada de términos medios, cuando se trata de la honra personal. Gesto por lo demás de fino proceder, ajustado a la moral, cuya actitud, revela su compromiso social. Y no es un decir expresado para congraciarse con ellos. Se pueden también identificar, por su manía de sollozar, si sufren reveses en la bolsa. ¡Qué sufrimiento, queridos feligreses, por ser alguien en esta vida de desgracias! Se favorecen con las guerras, pues saben cómo vincularse a ellas. La muerte en este caso, ayuda sus inversiones. Especulativa y vergonzosa actitud, dirá usted. ¿Y qué importa la deshonra y la desgracia ajena, si los beneficia? Ha de saber que los creadores de la riqueza de nuestro país, son quienes más se sacrifican por el bienestar de la patria. ¿Ejemplos? Miles, pues las únicas empresas que ganan dinero, son las de su propiedad. Las otras, las del medio pelo y los patipelados, que ahora usan zapatos, se debaten en la mediocridad.

Decir que los dueños de Chile son especuladores, constituye una ofensa gratuita. Injuria inventada por un pueblo desagradecido. Ahora, cualquiera logra comprar zapatillas chinas, y hace unas décadas, andaba con ojotas. Puede concurrir a un restorán a comerse una empanada o un chacarero, acompañado de un vinillo bigoteado. Por ende, se acabó la chusma llorona. Entonces, nuestra oligarquía, debe ser tildada de benefactora, amiga de la patria, y cuando ésta se halla en peligro, recurre al golpe militar. El orden es el orden y nadie lo puede alterar, en beneficio de los desagradecidos, esa gentuza que ignora el orden sagrado de la vida.

A diario, dicen los envidiosos, exponen parte de su patrimonio en malabares y juegos temerarios. ¡Qué valentía, la de estos prohombres! ¿Acaso usted no lo sabe?  Bastaría una mala inversión, capricho, chanchullo o especulación, y ahí, terminan arruinados. ¿Los imitaría en esta aventura, a menudo suicida? ¿Sacrificaría usted horas de sueños, para lograr estos atrayentes objetivos?  Ellos, y gracias al cielo, donde concurren los caritativos feligreses a ocupar las parcelas de su propiedad, no van a concluir en la indigencia. La indigencia se vincula al populacho. Ajeno por lo demás a las buenas costumbres. O durmiendo en un colchón destripado y cochino, donde las chinches hacen nata. Bajo el zaguán de un edificio, viviendo de la caridad municipal o de una institución de beneficencia, pidiendo limosna en una escudilla. “En situación de calle”, como dicen los siúticos, inventores del lenguaje deslavado y dulzón. “O en situación de avenida o bulevar”, agrego, a modo de enriquecer el idioma, aburridos de tanto anglicismo. Otra demostración más de nuestra rampante siutiquería. Claro, porque si usted mientras habla, no utiliza en inglés, la mitad de las palabras que expresa, es un ignorante.

Ha de saber que los dueños de Chile, hablan fluido el lenguaje de Shakespeare, aunque nada sepan del dramaturgo y actor, y lo pronuncian como Oscar Wilde, a quien los puritanos ingleses, encarcelaron por su valentía sexual. En síntesis, a esta crónica desperdigada, se aconseja no realizar actividades comerciales, utilizando chilenismos ni modismos, por ser de rotos picantes. ¿Okey?




 

Walter Garib

 

 

 



Walter Garib

Escritor

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