Los resultados electorales de la primera vuelta en Francia: lecciones para el progresismo chileno
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El pasado domingo seguí las elecciones parlamentarias galas, vía France TV, cuya convocatoria fue anticipada por el presidente Macron en tres años, luego de las elecciones al parlamento europeo. Estas evidenciaban un crecimiento notorio de la ultraderecha, por lo que la decisión de disolución de la Asamblea Nacional, a la luz de los resultados del domingo, ha sido calificada como “irresponsable”, pues era bastante evidente que se ratificaría el resultado europeo.
Punto aparte es la calidad del periodismo público galo, la variedad de analistas que aportan distintos ángulos para una mayor comprensión del resultado electoral.
Las imágenes hablan por sí solas. La TV gala muestra a un solitario Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, creada en 2016 al dividirse el PS francés, que no comunica bien y con cara de enojo. No están a su lado los otros representantes significativos del Nuevo Frente Popular como lo son Marine Tondelier, secretaria nacional de los ecologistas ni el líder del PS Olivier Faure, rostros más amables y significativos de la coalición de izquierda.
También se expresó el expresidente socialista François Hollande, que volvió al ruedo como candidato a representar su antiguo distrito rural de Corrèze. Además de reafirmar la derrota de Macron, su ex ministro de Economía que en 2017 lo traicionó y dividió su campo político impidiéndole ser candidato a la reelección, hizo un llamamiento a la unidad contra el avance de la ultraderecha, aunque Hollande es el rostro vivo de los devaneos de un progresismo que en campaña dice una cosa -habló en su momento contra la “alta finanza” y en defensa los derechos sociales- pero que cuando accede al gobierno hace exactamente lo contrario. En efecto, hizo un viraje brutal luego de ser elegido presidente en 2012 al flexibilizar diversas normas laborales y establecer un sistema de subsidio a las utilidades empresariales en nombre de la competitividad de la economía, que quebró a su partido y resultó clave para la derrota de la izquierda en 2017. Se profundizó el sentimiento de abandono de la clase trabajadora en las adaptaciones a la globalización, así como del mundo rural. En la etapa de Macron este proceso produjo la rebelión de los “chalecos amarillos”, y luego se profundizó el descontento con reformas impopulares e intransigentes como el aumento de la edad de jubilación y las restricciones al seguro de desempleo. Esto se tradujo el domingo pasado en el fin del macronismo y en que, en masa, más del 60% de los obreros votaron por la ultraderecha de Reagrupación Nacional (RN). Ésta ha logrado representar el hastío del mundo popular y de crecientes sectores medios, y ahora de muchos jóvenes, con las pérdidas de poder adquisitivo, el deterioro de los servicios públicos y un sentimiento general de regresión social, que atribuye demagógicamente a la globalización, a la construcción europea y a la inmigración.
El viejo Frente Nacional, fundado por Jean Marie Le Pen (que calificó los campos de exterminio nazi como “un detalle” y que combatió a De Gaulle como militar en la guerra de Argelia) junto a exoficiales asimilados a las SS y a las milicias violentas de la OAS, es hoy liderado por su hija Marine, que expulsó al padre del partido y le cambió el nombre, y tiene a un jovencito de 28 años, Jordan Bardella, como presidente de la colectividad. Ambos han logrado des-desmonizar (dédiaboliser, en lengua gala) al antiguo partido del furibundo racista Jean-Marie (que se quejaba del exceso de negros y árabes en la selección francesa de fútbol), manteniendo la idea xenófoba de la “preferencia nacional” frente a la inmigración y a los binacionales, numerosos en Francia, y su promesa de terminar con la adquisición de nacionalidad por nacimiento, vigente desde hace siglos. Se presentan ahora como defensores de los judíos e Israel y usan frases simbólicas de su giro comunicacional como “la Francia calmada” y llaman a los electores a que “no tengan miedo” de votarles. Bardella, quien se vislumbra en un eventual nuevo gobierno como primer ministro, anunció en la previa a la contienda electoral que “esta es una elección de civilización: nación contra mundialización” y que “la elección es clara y Francia tiene dos caminos disponibles: la alianza de los peores, que llevaría a la ruina, y, por otra parte, la Agrupación Nacional, que recuperará la seguridad y defenderá el trabajo”. Lo curioso es que representa en sí mismo todo el discurso contradictorio de los ultranacionalistas: su madre es italiana y su padre francés con orígenes italianos y argelinos (en los debates se le recuerda los carteles de otras épocas en los bares: “no se aceptan perros ni italianos”), criado en uno de los distritos con más población inmigrante, sin ninguna experiencia laboral y sin haber tampoco culminado sus estudios. No obstante, es poseedor de una imagen impecable, con un tono moderado de hablar y una sonrisa que cautiva, a tono con los tiempos de las redes sociales y de los medios que levantan y dejan caer figuras como si fueran juguetes desechables .
El diario Le Monde señaló que el presidente galo “ya se prepara para la cohabitación con RN dando por seguro una mayoría absoluta al partido de Le Pen en segunda vuelta”. Según este medio, la conclusión de Macron es que “«darles la mitad del poder hoy les impedirá tener todo el poder dentro de tres años [en las elecciones presidenciales de 2027]”.
La prensa tradicional habla de un tsunami de la extrema derecha en Francia. Sin embargo, el asunto no es lo que parece. Hay que sumar el 29,25% de RN, el 3,9% de RN-LR (la parte de la derecha tradicional que se alió a la extrema derecha) y el 0,75% de Reconquête (la ultra-ultraderecha). La izquierda unificada en el Nuevo Frente Popular obtuvo el 28,0% y otras fuerzas de izquierda un 2,7%, mientras el macronismo sumó un 20,0% y la derecha tradicional (LR) un 6,6%. En primera vuelta, se eligieron 76 diputados (37 de extrema derecha, 32 de izquierda, 2 macronistas y otros de grupos menores) y quedan 501 por definir en la segunda vuelta del próximo domingo.
¿Qué hará el 65% que no votó por la extrema derecha? En teoría la suma puede derrotarla, aunque no será fácil, pues hay triangulares (con tres y no dos candidatos en segunda vuelta si obtuvieron suficientes votos, es decir más de 12,5% de los inscritos). Dependerá de la actitud de la derecha tradicional y del macronismo, y de cuantos desistimientos en las triangulares se produzcan en favor del mejor situado frente a la extrema derecha, lo que ya comprometió sin condiciones la izquierda y el macronismo, pero con excepciones.
Crucial será la capacidad de la izquierda de sumar votos, lo que no facilita la actitud con frecuencia polarizadora de Jean Luc Mélenchon, el líder de los «insumisos. Mélenchon cultiva todos los clivajes y se relaciona con tirantez con sus disidentes internos (purgó a varios diputados de su partido, entre ellos la franco-chilena Raquel Garrido) y con los partidos socialista (que adelantó a los insumisos en la reciente elección de diputados europeos), comunista y ecologista. En la noche del domingo, buscó imponer su vocería sobre el resto de la izquierda, que no está dispuesta a nombrarlo primer ministro en caso de victoria. Muchos consideran que privilegia su candidatura de cara a las presidenciales de 2027 y su proyecto de Sexta República.
Por el momento, tienden a prevalecer los espíritus unitarios frente a la amenaza de la extrema derecha, cuya primera medida racista en caso de victoria será realizar expulsiones masivas de extranjeros, cambiar la regla de nacionalidad por nacimiento en Francia e impedir el acceso a muchos cargos a los binacionales, muchos de los cuales han sido ministros y parlamentarios en la tradicional república francesa. Otra cosa es con guitarra.
Mirando desde Chile, la lección de la elección en Francia es contundente: se termina pagando caro el precio de hacer en el gobierno lo contrario de lo que se prometió en el programa y desatender las aspiraciones de las mayorías y la inversión en las personas y los servicios públicos, en nombre de favorecer equivocadamente la competitividad empresarial. Las mayorías sociales, por desesperación y sentimiento de abandono ante la ausencia de respuestas de la derecha tradicional y de la izquierda tecnocrática, terminan apoyando a demagogos que culpan de la inseguridad ciudadana y de la precariedad económica a “los políticos” y a un supuesto privilegio infundado de los inmigrantes. Veremos qué pasa el próximo domingo.
Edison Ortiz
Felipe Portales says:
La extrema derecha europea es muy cuestionable por su racismo y xenofobia. ¡Pero está más a la izquierda que nuestra «centro-izquierda» en cuanto a sistemas laborales, sindicales, de salud y previsión social! No plantea para nada la destrucción del Estado de Bienestar y su sustitución vía neoliberalismo a la chilena. ¡Y también es mucho más crítica que nuestra «centro-izquierda» de la OTAN y de su guerra contra Rusia vía Ucrania!…
Patricio Serendero says:
Es que la «centro-izquierda» chilena es justamente por las razones esgrimidas por Portales, una perfecta «centro-derecha» 🙂 🙂
Edison Ortiz says:
Estimado, no vi la prensa para contextualizar a Jean-Luc Mélenchon, solo vi las imágenes en directo que mostraba France TV. Si el río suenas, supongo que es por piedras que debe traer. Abrazos y gracias por comentar.
Patricio Serendero says:
El llamado de la Derecha macronista al voto útil, es naturalmente aquel donde desisten los candidatos del Nuevo Frente Popular (NFP) y le dan sus votos al partido de Macron. Gran propuesta! Y a pesar de haber obtenido 28.5% ceden gustosos sus votos a la Derecha. Por influencia del PS francés mayoritario dentro de ese bloque.
Macron , un hombre que vive bajo el alero de los super ricos Roschild, ha contribuído largamente para el empobrecimiento del pueblo trabajador francés en beneficio de las empresas y mantiene al mundo en vilo con sus provocaciones en la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania.
Mientras tanto, y un poco también como lo hace el articulista, se etiqueta a Jean Luc Melenchon el líder de la Izquierda francesa como un tipo complicado, mal genio y extremista al que nadie quiere. Y este es el coro de toda la prensa grande francesa, un poco a contrapelo de lo que nos dicen en este artículo.