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Una sociedad ¿o suciedad moribunda?

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Escribir sobre nuestra sociedad, constituye un reto. En una crónica de 600 palabras, a lo sumo, se pueden esbozar ideas generales. Nada sujeto al análisis profundo. Apenas un bosquejo. En cambio, intentemos hablar de la periferia y anunciar lo sustantivo. A muchos, nos asiste la sensación de hallarnos al borde del precipicio, a punto de concluir la aventura humana, y dar paso a otro tipo de civilización. Si en una época desaparecieron los dinosaurios, en cualquier instante puede acontecer lo mismo, en nuestro planeta. A causa de un meteorito, un hoyo negro o de la mano del hombre, quizá el mayor culpable. Pareciera que estamos encadenados a las peores desgracias, las cuales se miran con desdén. Los dinosaurios no provocaron cataclismo alguno, el cual llegó de otro sitio. Ahora, los dinosaurios, tocados por la ambición del poder, el dinero y los privilegios, viven obnubilados, mirándose las uñas, para saber si están lo suficiente largas y afiladas.

Infinidad de sabios, científicos, pensadores y escritores competentes, han anunciado el fin de nuestra civilización. La destrucción del planeta tierra, parece ser una realidad y ello acontecería más temprano que tarde, en la vorágine en que vivimos. Hay claras señales sobre este hecho. Nuestro planeta, tan pequeño y desamparado como un grano de arena, será incapaz de resistir el envión producido por la conjunción de otros planetas y concluirá tragado por un hoyo negro o disperso en el infinito. Fin a esta experiencia, cuyo principio se ignora. Fin a la soberbia humana, convencida de su grandeza. Fin a tanta falsedad e invención de nuestra sobrevivencia.

¿Cuál sería la razón de seguir viviendo en este torbellino? ¿De dónde nace esta jactancia? La muerte o lo que fuera, nos acecha. El clima se encabrita y da señales de ser poderoso. Su poder es superior a cuanto podemos imaginar. Arrasa islas, continentes y da voces de alarma, las cuales nos negamos a escuchar. Los volcanes se activan y vomitan su ira, mientras en los polos se destruyen los témpanos y comienzan su deambular. Como navegan a la deriva, nadie puede saber hacia dónde se dirigen. Viaje sin retorno. ¿Cuál sería, entonces, el destino de nuestro planeta?  Entre las posibilidades hay muchas, y ninguna parece una seguridad. Quizá, sucumbir en alrededor de 500 años o mucho antes y termine convertido en un planeta yermo, sin vida, arrinconado en el universo.

Fin a nuestra soberbia humana, jactancia de creernos hijos de un Dios poderoso, el cual se diluye en el tiempo. Fin sin retorno y un violento tapabocas a quienes se empeñan en situarnos a la cabeza del universo. Nos asaltan las dudas y la razón de vivir, se disuelve en la nada. Nuestras reflexiones se limitan al análisis de lo conocido, pues lo desconocido se ignora, aunque parezca una idiotez manifestarlo. Enfrentados a una sociedad o suciedad moribunda, parafraseando el título de esta crónica, nos aproximamos a la nada, aunque ella, también entra en la discusión, sin saber de qué se trata.




Aunque la filosofía nos da luces, algo de claridad en un mundo de eternas penumbras, a diario nos enfrentamos a la incógnita. Ni siquiera sabemos cuál es la razón de nuestra permanencia en la tierra, aunque al final, vamos a quedar debajo de ella. Nada de argucias, ni evasivas destinadas a escapar de este designio. Todo a su tiempo, aunque si pensamos un instante, casi nada se sabe del tiempo. Ni si quiera el pasado es certeza, puesto que se puede tratar de un sueño. Y si se sueña, marchamos por otros desconocidos caminos. Nuestra sociedad agoniza, contagiada por la soberbia. Todo es asunto de tiempo, donde la democracia es el salvavidas que inventó la oligarquía, para seguir engañando al pueblo.

 

 

Walter Garib

 

 

 

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Walter Garib

Escritor

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