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La socialdemocracia en busca de su destino (Parte I)

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Varios de nuestros políticos y comentaristas han venido sacando a colación el tema de la socialdemocracia. Incluso un  hombre como Joaquín Lavín, reconocidamente pinochetista y neoliberal, se declaró, luego de la asonada septembrista del 2019, simpatizante de la socialdemocracia. Bueno, una cosa es proclamar y otra es  asumir.

¿Quiere decir que hay una inconformidad con el neoliberalismo? De hecho,  antes de cumplir una década de vigencia en el mundo capitalista de Occidente, ya las academias comenzaron a sacarle trapitos al sol. Y con el paso de los 90 y estas dos décadas del siglo XXI, se ha reunido material suficiente para bombardear al neoliberalismo desde todos los frentes: económico, social, cultural, ambiental y político.

En Estados Unidos e Inglaterra, las prestigiadas universidades de Columbia, MIT y Cambridge, comenzaron a desarrollar  importantes tesis críticas y propuestas alternativas a la doctrina económica neoliberal. La lista de economistas que fueron dando forma a la escuela POSTKEYNESIANA y a la NEOKEYNESIANA o nuevo keynesianismo es nutrida y relevante.

Estas escuelas se derivan en parte del viejo paradigma keynesiano, que estuvo en boga  hasta mediado de los años setenta, y que se conoce su origen desde las políticas postcrisis 1929-30.

 

Bien sabemos que Keynes fue quien primero elabora de manera sistémica las “cuentas nacionales”, las que fue construyendo a partir de sus cargos durante las dos grandes guerras, que lo pusieron en altas responsabilidades en los temas estratégicos de abastecimientos y dotación de recursos para las acciones bélicas en ambos continentes (Europa y América).

La lucidez de Keynes quedó demostrada al momento de determinar las fórmulas de liquidación de cuentas al fin de la primera guerra mundial. En las discusiones del Tratado de Versalles, Keynes insistió que no se debía reventar a Alemania con pagos compensatorios, sino, por el contrario se debía ayudar a recuperar su economía con créditos; de no hacerlo se generaría a corto o mediano plazo un problema mayor, que podrían derivar en graves crisis económicas e incluso otra guerra. Keynes pidió entrevistarse directamente con el presidente Wilson, le rogó que no se adoptaran medidas extremas contra los derrotados, pero Wilson desoyó los consejos, temeroso que fuese finalmente EE.UU. el que debía respaldar los nuevos créditos necesarios para la estrategia propuesta por Keynes.

 

En los varios estudios que había hecho Keynes en su vida de consultor, sobre el valor de la moneda en la India y de los ciclos económicos, documentado en sus libros: “Las consecuencias económicas de la paz”, 1920; “Revisión del tratado”, 1922; “Un tratado sobre el dinero”, 1930, antes de su libro más exitoso: ”Teoría General sobre el empleo, el interés y el dinero”, 1936, el economista fue armando la estructura de lo que se ha dado en llamar el modelo o paradigma keynesiano, o de la sociedad de bienestar. Las teorías de Keynes vinieron a salvar al capitalismo liberal, al corregir la fatalidad de los ciclos de subconsumo que generan las recesiones y depresiones, además de los ciclos especulativos financieros.

Lo pronosticado por Keynes se dio de manera dramática, pues como consecuencia de las reparaciones de guerra impuestas por Francia e Inglaterra, se generó una crisis severa en Alemania y   en la economía mundial se genera la crisis de subconsumo, conocida como la crisis de 1929-30. Al agravarse el deterioro económico en Alemania, se produce el ascenso del Nacional Socialismo, todo esto ante la incapacidad de la democracia de Weimar de resolver las huelgas y amenazas de los movimientos socialistas, animados por el triunfo de la revolución socialista en Rusia.

Historiadores culpan a la socialdemocracia y a las fuerzas comunistas que manejaban los sindicatos, por la incapacidad para ponerse de acuerdo en la tarea superior de frenar el ascenso del Nazismo en Alemania. Pero lo cierto es que las posturas del socialismo democrático y del comunismo venían divergiendo desde la Primera Internacional. Marx despreciaba a lo que él llamaba el “socialismo utópico” de los Owen, Saint Simon, Fourier y los Fabianos. Marx y Engels se declaraban “socialistas científicos”, es decir representaban una cosmovisión que abarcaba el dominio de la historia como proceso racional (Hegel, Darwin, Fehuerbach) o materialismo histórico, conducido por las relaciones de producción económica y la consecuente lucha de clases.

En cambio los utópicos se basaban en una compensación humanitaria ante unas relaciones de producción tremendamente desiguales. No promueven la revolución ni de la lucha de clases, sino la colaboración de clases.

 

La PRIMERA INTERNACIONAL.

En esta Asociación de trabajadores, Marx lleva la batuta, pero debe enfrentar a los anarquistas que derivan su fe en los principios de Proudhon y de la lucha intransable de Bakunin y Kropotnik.  Esta orgánica durará poco debido a las luchas intestinas entre marxistas y anarquistas y por la represión política desatada luego de la Comuna de París (1871) y la unificación alemana, con Bismark a la cabeza. La Primera Internacional se inicia en 1864 (Londres) y colapsa en 1872 (La Haya).

 

LA SEGUNDA INTERNACIONAL.

Se crea en 1889. Constituida por partidos diversos: socialistas, comunistas, socialdemócratas, laboristas, sindicalismo internacional, etc. Ya no funciona con el concepto de Consejo General, sino como Congresos. Los partidos participaban sin jerarquía orgánica y se adscribían libremente a apoyar o rechazar las políticas de sus respectivos gobiernos.

La aparición del nacionalismo (fuertes estados nacionales, luego de la unificación de Prusia y la guerra franco prusiana), dividen las opciones, además de agregarse posturas reformistas como las de Berstein y Kautsky, lo que derivará en nuevas luchas internas. Con todo se celebran 9 congresos, los que se suspenden por el inicio de la Primera Guerra Mundial. Se retomará en el Congreso de 1920 en Ginebra, donde se rompe la unidad de manera definitiva ante el surgimiento de la Tercera  Internacional (AIT) en 1919 Moscú).

Por su parte, los moderados conforman la INTERNACIONAL SOCIALISTA, que agrupará a los partidos socialistas,  laboristas y socialdemócratas.

 

Debemos señalar que en  la Alemania de la postguerra se enfrentan  los socialistas marxistas y los socialdemócratas: los primeros liderados por Rosa Luxemburgo y los segundos por el pensamiento de Berstein. En las elecciones generales de 1918 ganaron los socialdemócratas y constituyó la gran frustración para los partidarios del internacionalismo proletario sustentado por Rusia.

Se divide la Internacional Socialista-como señalamos- en 1919, quedando por un lado la Internacional Socialista, que incluye a los socialdemócratas, y por el otro lado la Internacional Comunista (Komintern), liderada desde Moscú.

Recordemos que durante el proceso de la revolución Rusa, el primer gobierno era esencialmente socialdemócrata (Kerenski), pero fue rápidamente barrido por los comunistas de Lenin. Esto generó una distancia insalvable entre comunistas y socialdemócratas en el resto de Europa.

 

Algunos de los partidos socialistas siguieron definiéndose como clasista y decididos a instalar el socialismo, con socialización de los medios de producción, en diversas modalidades. Pero el ideario de Eduard Berstein, quien se había unido al Partido Socialdemócrata Obrero de Alemania en 1872, era de un socialismo democrático, donde- por la vía electoral y lucha sindical- se podrían obtener beneficios, incluso dentro del sistema burgués, sin los costos a pagar en las acciones revolucionarias.

 

El “renegado Kautsky”, según apodo de Lenin,  y el mismo Lenin, disputaron las posiciones encontradas en la estrategia de alcanzar el poder intelectual para la Segunda Internacional, la que se rompe una vez que los proletarios de los países capitalistas terminan apoyando a los estados burgueses en los conflictos y guerras de ese tiempo, además que el capitalismo venía otorgando mejoras evidentes a los trabajadores, los que les hizo cambiar el rostro depresivo del capitalismo clásico (y del socialismo marxista) a una cara más prometedora.

Es también la diferencia que se produce entre los economistas clásicos (desde Smith, Ricardo, Mill y Marx) que proclamaban una economía sombría y sin capacidad de reivindicar un bienestar universal (Rendimientos decrecientes), contra Marshall (como representante de una economía neoclásica) cuando este economista inglés proclama que la industrialización está generando rendimientos positivos y distributivos gracias al incremento de la productividad, cosa que se evidencia desde 1865 en adelante y lo comprueba en sus estudios de la economía expansiva norteamericana, y su célebre comparación de los crecimientos de los países industriales (nórdicos), contrastado con los países no industriales.

 

Contrario a lo que planteaba Marx, los países más industriales van moderando sus ímpetus revolucionarios: Inglaterra y los Escandinavos, más Alemania y Austria; mientras que Rusia y las economías más agrarias reflejan un ímpetu de revolución total.

 

Hasta la instalación de la Tercera Internacional (1919), tanto la fracción socialista de izquierda (liderada por Lenin) como la socialdemócrata (Berstein y Kautsky), coincidieron en sus reuniones  (Conferencia de Zimmerwald 1915 y la Conferencia de Kienthal  1916). La primera de ellas  se dirigió para oponerse a la Guerra burguesa y demandar la unidad mundial de los socialistas por la paz; la segunda, en Suiza, se recuerda como la primera internacional revolucionaria que proclama la paz sólo cuando los partidos revolucionarios  tomen el poder.

 

Como luego del triunfo de la revolución Rusa, y la creación de la Tercera Internacional, se usará esta organización para promover el comunismo al estilo soviético en todo el mundo, los sectores moderados que triunfaron en la Guerra comenzaron a reavivar su organización internacional, así se armó la Conferencia de los partidos Laboristas y socialistas en 1918 en Inglaterra y la Conferencia Internacional de Berna, en 1919, a la cual concurrieron partidos socialdemócratas de 26 naciones (entre ellos Argentina) donde se discutió preferentemente el problema de la dictadura versus democracia. Surge la resolución Branting (Hjalmar Branting, líder sueco).

 

Esta resolución es como la doctrina internacional del movimiento que se inaugurará dos años después, en la Reunión de Ginebra 1920 (se lanza la Internacional socialista (IS), que agrupa a los partidos socialistas democráticos, que van de los Laboristas, los socialdemócratas hasta los socialistas propiamente tal.

El ideario de esta etapa queda de manifiesto en el programa de Berna: 1) Repudio a los métodos violentos 2) El socialismo debe triunfar al tomar el poder por métodos democráticos 3) Rechazo a las dictaduras 4) A favor del sistema parlamentario, con derecho a voto universal, 5) Socialización por etapas de los medios de producción, administrada por los trabajadores; la propiedad privada  será respetada hasta que se encuentren fórmulas más eficientes de administración.

Los otros partidos que adscribieron a la Tercera Internacional, a pesar que muchos llevaban el nombre de socialdemócratas o laboristas, durante los años 1920 fueron cambiando sus nombres a partido comunista  (Italia, Noruega, España, Grecia, Holanda, etc.).

 

Pero, como sucede en toda orgánica política compleja, a la presencia de estas dos internacionales de izquierda, se debe sumar una tercera, “La Unión de Viena” o la “Internacional Dos y media”, que se reúnen en Viena en 1922 (concurren 16 países). Estos partidos socialistas buscan la unión de todos los partidos socialistas que buscan alcanzar el poder  mediante la lucha revolucionaria. La división y polarización entre los reformistas y los revolucionarios se hizo tan enorme que esta pretendida unidad tuvo que ser abandonada.

 

Sin embargo, durante el ascenso del nazismo en Alemania,  Mussolini en Italia,  Franco en España, los “Mariscales” en Polonia, Horthy en Hungría, las dictaduras en los Balcanes, Salazar en Portugal, los socialdemócratas y los centristas (Dos y media de Austria), se unen para combatir con mayor fuerza al fascismo; en el encuentro en Hamburgo 1923, forman lo que se llamó la “Internacional Laborista y Socialista”.

 

La crisis económica en Alemania y la deuda de guerra en Inglaterra, complicó a los movimientos de izquierda moderados. La polarización predomina en las calles y parlamento. Eso hizo fracasar a la República de Weimar en Alemania y al laborismo en Inglaterra, después de que obtuvieran buenos resultados en la inmediata postguerra. Los años 30 y 40, será la diáspora del socialismo en Alemania, Austria, Italia. Solo en los países escandinavos prevaleció la socialdemocracia durante la primera guerra mundial y durante la crisis económica de los años treinta, la que, además, logran sortear exitosamente creando un modelo de confluencia de intereses entre el sector productivo y laboral, con un Estado moderador y distribuidor, dando por resultado la primera “sociedad de bienestar”. Lejos del “socialismo utópico” de la primera mitad del siglo XIX, es un socialismo concreto, real y sólidamente asentado en democracia. Este modelo virtuoso, curiosamente ocurre antes de aparecer la teoría keynesiana, como teoría económica reconocida.

 

POST-SEGUNDA GUERRA.

 

En el contexto de la Guerra Fría se divide la política entre los que buscan expandir la experiencia comunista al estilo Ruso por todo el mundo y quienes pretenden conservar el capitalismo occidental  según el modelo Americano.

 

En medio de esta tensión los partidos socialdemócratas, laboristas y obreristas, sufren las luchas de ubicación y definición propias, al no comulgar ni con la versión comunista ni con la capitalista liberal Americana.

 

En EE.UU., luego de la enorme crisis de los años 30, logra resurgir con un capitalismo diferente al aplicado hasta entonces. Es el “New deal”, es decir un sistema de intervención activa del Estado  en la  economía, mediante el aumento del gasto público en una serie de acciones que implican beneficio social para la población (salud, educación, infraestructura y seguridad).  Estas políticas derivan ciertamente de los postulados económicos de Keynes y representan la etapa más gloriosa del capitalismo americano hasta los años sesenta. Indudablemente constituyó una “sociedad de bienestar” bastante más modesta y sesgada que la de los países escandinavos.

 

En Alemania, se inicia la reconstrucción, con grandes inversiones norteamericanas y con una fórmula política que deja caer la responsabilidad de dirección en un partido conservador, como es el socialcristianismo. Los socialistas alemanes retornan de su diáspora y comienzan a perfilar un nuevo cuerpo doctrinario. Las elecciones recién se retoman en 1949, donde los socialdemócratas obtienen el 29% de los votos. Estos resultados los obligan a integrarse a participar en las tareas de reconstrucción como minoría importante, los que les convierte en un partido capaz de resolver en diálogo democrático las delicadas tareas parlamentarias.

La incursión del comunismo soviético en Europa Oriental y la posesión de la mitad de Alemania, impulsa al partido socialdemócrata a separar las posiciones filomarxistas que lo caracterizaron hasta entonces, tales como: alcanzar la sociedad socialista, la estatización de los medios de producción y lograr una sociedad plenamente igualitaria y anti propietarista.

 

La socialdemocracia alemana funcionó un tiempo con dos direcciones, Una de Schumacher, que lidera al ala más reformista y de Otto Grotewohl, que se vincula al sector ocupado por la Unión Soviética. Obviamente, en 1946, la parte del SPD que residía en la parte oriental de Alemania decidió separarse y formar la (SED) Partido Unión Socialista, que finalmente se unen a los comunistas.

En esta época se produjeron divisiones en varios países donde existía la socialdemocracia: Italia, EE.UU, Suecia, Holanda, Portugal.

En el reino Unido y en los países escandinavos se produce  el “consenso socialdemócrata”, es decir la aceptación de que el capitalismo avanzaba al consumo de masas y a la integración social con sostenido empuje y que la población se sentía avanzar hacia una sociedad de bienestar. Por tanto se despeja el tema de la propiedad privada y el anticapitalismo, se relativiza el tema de la socialización de las empresas privadas estratégicas y se privilegian las mejoras salariales y los temas de seguridad social. El Estado debe intervenir como regulador y en aquellos casos que la empresa privada no presta buenos servicios o monopoliza la actividad económica.

 

Esta nueva postura, hizo que en Alemania se aprobara el programa de Bad Godesberg, en noviembre de 1959, donde se termina por declarar que el socialismo democrático se sustenta en Europa en los valores del cristianismo, el humanismo y la filosofía clásica.

En el laborismo británico Anthony Crosland, intenta distanciar al partido de sus bases socialistas tradicionales, es decir marxistas. Lo mismo hará después Gaitskell, cuando intenta suprimir la cuarta cláusula de los estatutos del partido. En esta cláusula se reconocía la propiedad común de los medios de producción y la distribución igualitaria de la riqueza. Esta debía ser sustituida por el reconocimiento de la existencia de una economía mixta.

En verdad este reemplazo de la cláusula sólo se lograría en 1995, cuando Antony Blair dirigía el partido Laborista.

Los países escandinavos ya lo habían logrado (la sociedad de bienestar), recorriendo el camino democrático de la integración, en un sistema con fuerte acción reguladora y distributiva del Estado, pero sin sacrificar la actividad privada ni la democracia política.

 

Resumiendo, durante la segunda postguerra, el movimiento socialdemócrata siguió sustentado en la creencia de la inevitabilidad de la llegada de la sociedad socialista, en la lucha de clases como campo de acción política, en la eliminación progresiva de la propiedad privada.

Pero ocurrieron varias novedades: primero el afianciamiento de la economía de mercado y de consumo de masas, que crece a gran velocidad, modernizando y otorgando mayor calidad de vida; el avance del área comunista sobre Europa y el temor de perder o sacrificar sus libertades por una utopía justicialista pero autoritaria; las derrotas electorales sufridas por la socialdemocracia, durante los años 50 a manos de movimientos conservadores y la poca inclinación de los movimientos obreros a suscribir políticas internacionalistas, como las exigidas por Stalin, en la defensa del comunismo soviético en todo el mundo, por parte de la clase obrera mundial.

 

En consecuencia, el segundo “revisionismo” se hará, esta vez, aceptando los predicados de Eduard Berstein, pero quitando la impronta finalmente revolucionaria de Kautsky. Se resigna la vocación socialista impresa  al formarse el Partido obrero socialdemócrata alemán, en Eisenach en 1869, y en el “Programa de Gotha” (1875), cuando se unen Lasallistas (reformistas) y el Partido Obrero Socialista de Alemania, y declinan, en parte, la adscripción a la doctrina marxista, al proclamar que  “se alcanzará la sociedad socialista por todos los medios legales”; en el Congreso de Halle (octubre de 1890) se cambia el nombre a Partido Socialdemócrata de Alemania. Luego del Programa de Erfurt (1891) se vuelve a plantear la cercanía a las ideas marxistas (Sólo la transformación de la propiedad privada en propiedad colectiva y la producción capitalista en producción social, puede garantizar el bienestar del pueblo), pero las ideas de construir progresivamente, mediante la lucha política y parlamentaria, las condiciones para el socialismo (doctrina de Berstein), va permeando en  el movimiento socialdemócrata alemán y será la realidad de las luchas electorales, más las guerras nacionalistas, las que impondrán la nueva orientación política.

 

Por Hugo Latorre Fuenzalida

 

EN LA SEGUNDA PARTE: analizaremos al pensamiento de la “Tercera vía”, el neoliberalismo enfrentado a los neokeynesianos y los nuevos lineamientos económicos que van desde el POSTKEYNESIANISMO y la teoría de las “ondas largas tecnológicas” de Kondratiev, como la más moderna postura desde  los tiempos de “La riqueza de las Naciones”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Hugo Latorre Fuenzalida

Cientista social

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  1. Hugo Murialdo says:

    Tocayo: muy didáctico el artículo. Sólo una pequeña corrección: el apellido correcto del príncipe es Kropotkin.
    Saludos

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