Influencia del nazismo sigue presente en algunos conglomerados políticos
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Un sucinto recorrido histórico respecto del tema permite asegurar que en Chile el nazismo nunca feneció. Hoy reverdece lentamente aprovechando la desinformación y desinterés del electorado por la ‘cosa pública’
Si bien la influencia alemana en la conformación de la idiosincrasia chilena tiene su mayor énfasis –como prolegómeno principal- en la década de 1850, cuando los primeros colonos llegaron a nuestro país de la mano de Vicente Pérez Rosales, no fue sino hasta el advenimiento, en 1933, del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores) en el gobierno germano, que la filosofía política, racial y comercial parida por Adolfo Hitler alcanzara a permear la provinciana realidad chilena de esos años.
No hubo estamento alguno de nuestra sociedad que pueda asegurar cuán incólume se mantuvo ante la arremetida del pensamiento nacionalsocialista durante aquellos tres lustros de preeminencia nazi en la nación de Goethe. Ello tuvo alto impacto en vastos sectores, principalmente en ciertas tiendas partidistas y en algunas de las ramas de nuestras fuerzas armadas.
Fue así que a fines de 1935 viajaron al Tercer Reich (que ya era dirigido por el Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler) tres altos oficiales de la Fuerza Aérea de Chile: el comandante Basaure, el capitán de bandada González Nolle y el comodoro del aire Manuel Franke. Los huéspedes chilenos visitaron los consorcios de armamentos de Krupp en Essen, Siemens en Berlín, Daimler Benz y la fábrica de aviones Klemm, en Stuttgart, quedando profundamente impresionados ante la “extraordinaria organización y disciplina” del país anfitrión.
El resultado de esa visita fue incluir a Alemania como etapa principal del viaje de varios meses por Europa que en 1937 realizó el comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), general Diego Aracena, junto a un grupo de oficiales. La delegación castrense chilena fue recibida al más alto nivel, incluso por el propio Hermann Goering, brazo derecho de Hitler y jefe de la Luftwaffe.
“En el campo de entrenamiento de la Luftwaffe (Fuerza Aérea de Alemania), en Neu Ruppin, fueron recibidos el general Aracena y sus acompañantes con los máximos honores militares, como no se habían brindado antes a general alguno” (así lo publicó el periódico nazi Westküsten- Beobachter, Nº 196, 8/7/1937, p. 30).
Después de ese viaje se compraron nuevos aviones para la FACH y Línea Aérea Nacional (LAN Chile); en Alemania se ordenaron dos docenas de Focke Wulf por 48 millones de pesos, en Italia (país que estaba bajo la bota del fascista Benito Mussolini) veinte máquinas Breda por 32 millones, en Dinamarca material de vuelo por 5 millones y en los Estados Unidos hidroaviones por una cantidad de 2 millones de pesos. La Fuerza Aérea chilena ya poseía una cantidad de bombarderos trimotores Junker adquiridos en 1926-27 a través de los buenos oficios de Hans von Kiesling.
Queda entonces claro que hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, el ejército chileno tenía muy buenas relaciones con el ejército alemán y no era raro que varios oficiales del estado Mayor Chileno realizaran cursos de perfeccionamiento en unidades regulares de la Wehrmacht. Es así que en 1937 el joven teniente coronel Teófilo Gómez (Telecomunicaciones) cumple funciones en el Grupo de Comunicaciones Número 16 en Munster Westf. Uno de sus instructores fue el mismísimo Mariscal Erwin Rommel, de quien se sintió profundamente incentivado a “reconocer” el potencial de las telecomunicaciones en una guerra moderna rápida y decisiva.
Cuando la Segunda Guerra Mundial ya había desatado sus alas dantescas en Europa y África, el gobierno chileno encabezado por el presidente Juan Antonio Ríos -con la aprobación del Congreso Nacional- se unió a las fuerzas de los Aliados (EEUU, Inglaterra, Francia y la URSS) dejando olvidada la neutralidad que había asumido al inicio del conflicto bélico.
CHILE Y HOMBRES DEL TERCER REICH
Estoy seguro que podrá usted encontrarlo en alguna de las tantas librerías existentes en Santiago y en regiones, pues me permito recomendarlo como lectura pedagógica-política-informativa de excepción. El título del libro es “Chile y los hombres del Tercer Reich” (Edit. Sudamericana, año 2000), escrito por la bibliotecóloga y documentalista María Soledad de la Cerda quien, en el Capítulo I, escribe:
<<En 1930, luego de una reunión en Berlín a la cual concurrieron los jefes del movimiento nacionalsocialista en el extranjero, asistiendo en representación de Chile los nazis Karl Hübner y Willy Köhn, quedó definido oficialmente que se fundaría, a la brevedad, en este país latinoamericano, una filial del NSDAP, cuyas ramificaciones se extenderían por todo el territorio>>
Ese mismo año (1930), Chile atravesaba una severa crisis, pues la caída del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo había producido un vacío de poder que se desglosaba, además, del severo descrédito en que se encontraban las fuerzas armadas y carabineros, posibilitó el surgimiento de varios grupos civiles paramilitares amparados por las autoridades de turno. Uno de ellos fue La Unión Cívica de Ñuñoa, dirigida por el alcalde de esa comuna, Jorge González von Marées, cuyo intento de ingresar a las logias masónicas había sido rechazado y que, con el tiempo, derivó al nacionalsocialismo.
Von Marées fundaría (5 de abril de 1932) el Movimiento Nacional Socialista de Chile, cuya primera convocatoria se realizó en un pequeño teatro de la calle Manuel Montt en Santiago, donde los oradores destacaron por un furibundo anticomunismo. Tiempo después, la segunda convocatoria nazi se efectuó en el desaparecido Teatro ‘Iris’; en ella los discursos estuvieron a cargo de notables oradores. Uno fue el entonces director del diario “El Imparcial”, Raúl Silva Espejo, quien años más tarde se convertiría en director del diario El Mercurio”.
De ahí en adelante, las redes del espionaje nazi se multiplicaron prodigiosamente a lo largo de Chile, esmerándose en conseguir adeptos de importancia para su causa. Múltiples medios escritos (revistas, preferentemente) nacieron de su seno en aquellos años, pero lo más importante fue la significativa cantidad de transmisores con que se conectaban entre sí las redes nazis instaladas en los distintos países sudamericanos, y todas ellas, con Berlín.
Además, múltiples “gerentes” y representantes de fábricas y empresas alemanas llegaban a Chile dispuestos a trabajar enconadamente cumpliendo las instrucciones emanadas desde la Cancillería del Reich, para lo cual se contactaban con empresarios y comerciantes alemanes avecindados en Chile, tejiendo así una maraña densa que a la Policía de Investigaciones le demandó enorme esfuerzo detectarla y, luego, desarticularla.
La Ley de Seguridad Interior del Estado, publicada en el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo el año 1958, tiene su inicio el año 1936, cuando se produjo un violento incidente en la estación de ferrocarriles de Rancagua, en el que un grupo de nazis que viajaban en el tren, repelieron a balazos una manifestación hostil ubicada en los andenes. Ello originó la protesta de todos los partidos políticos con presencia en el Legislativo, permitiendo al gobierno de Arturo Alessandri Palma dar trámite de urgencia al proyecto de ley “Seguridad Interior del Estado”, rápidamente aprobado y promulgado el 12 de febrero de 1937.
EL NAZI WALTER RAUFF Y LA DICTADURA MILITAR
La derecha chilena nunca a ha ‘luchado políticamente’ contra el comunismo, sino que lo combate a muerte, como si se tratase de una plaga similar o peor que la peste negra. El “anti comunismo” de las tiendas derechistas de Chile alcanza los mismos grados enfermizos que caracterizó al gobierno nazi no sólo en Alemania sino en toda Europa, superando holgadamente al que manifiestan los gobiernos de EEUU (siendo, quizás, peores que aquellos desglosados de la era McCarthy y del rechazo a la revolución cubana).
Fue así que se produjo una especie de ‘hermandad homicida y bestial’ ente las huestes derechistas locales, la brutal dictadura militar y, por supuesto, representantes del viejo nacionalsocialismo que aún se encontraba presente en nuestro país.
El año 1982, el diario argentino “Clarín” publicó una entrevista a Simón Wiesenthal, el célebre ‘cazador de nazis’. En esa entrevista, Wiesenthal dijo que volvería a la carga en Chile para lograr que en nuestro país fuera nuevamente enjuiciado el criminal nazi Walter Rauff, acusado de haber sido responsable del asesinato de miles de prisioneros judíos en los malditos ‘camiones de la muerte’ durante la II Guerra Mundial, pero dejado en plena libertad por nuestra Corte Suprema.
En esa entrevista el diario agregó que Rauff había sido asesor de la entonces recién desaparecida DINA (Dirección de Inteligencia Nacional). Investigaciones posteriores confirmaron que había sido nombrado consejero secreto ad honorem y que trabajaba en la sede central de ese bestial organismo examinando grabaciones de interrogatorios efectuados a prisioneros políticos y derivándolos luego a distintos campos de exterminio. Uno de los lugares donde Walter Rauff enviaba a muchos prisioneros era un establecimiento agrícola de la zona de San Fabián de Alico, a 340 kilómetros al sur de Santiago, llamado “Colonia Dignidad”, dirigido por el nazi criminal y pederasta Paul Schaeffer.
El anticomunismo enfermizo del antiguo NSDAP reverdeció laureles en manos de la Junta Militar que encabezaba Augusto Pinochet. Y no sólo el anticomunismo revivió entonces, también lo hicieron algunas de las creaciones hitlerianas, específicamente en materias arquitectónicas, ya que cabe poca duda respecto a la influencia de Albert Speer (el arquitecto favorito del führer) en la construcción del edificio destinado al Congreso Nacional en Valparaíso, y el rediseño de la Plaza de la Ciudadanía frente al palacio de la Moneda en Santiago.
Y en la Constitución Política del Estado, impuesta a bayonetazos y sin registros electorales ni discusión alguna el año 1980, ¿cuánta influencia del nacionalsocialismo habría y sigue habiendo? Las verdades sólo se descubren íntegramente cuando se produce una crisis severa. España y Cataluña nos enseñaron ello hace un tiempo atrás, pues el artículo 155 del régimen español usado contra Cataluña está copiado literalmente de la Constitución de Alemania, aquella que Hitler amañó a voluntad para acceder al poder.
¿La influencia nazi ya no existe en Chile? ¿O sí? ¿Usted conoce a algún político, empresario, militar, cura, al que pueda sindicar como “vástago del nazismo”? Yo, se lo aseguro, sospecho de varios, muchos de ellos se inscriben políticamente en las tiendas derechistas, aunque hay otros tanto que pueden ser encontrados en referentes cristianos fundamentalistas.
Arturo Alejandro Muñoz