Justicia militar: cartas marcadas de la derecha
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Un país con dos personas tratadas de forma diferente ante la justicia es ilegal y profundamente desigual. Entonces Chile no es un país, es cualquier cosa.
Las causas sobre violaciones a los derechos humanos no pueden ser tratadas en tribunales con charreteras en las murallas.
Si realmente de honor/justicia militar se tratara, todos los uniformados que rompieron la institucionalidad el 11 de septiembre tendrían que haber sido juzgados y condenados en algún tribunal de Chile.
El largo historial de carabineros y militares tienen marcadas todas sus evidencias en el asfalto y como testigos de fe los tantos y tantos viajes al cementerio. Allí están las masacres de la Escuela Santa María de Iquique, Forrahue allá en el sur, La Coruña, Ranquil, y tantas más. Tantos masacrados sin existir absolutamente ningún condenado, solo cartas con firmas presidenciales de agradecimiento patrio.
Los uniformes tienen una trayectoria en nuestra corta historia como país de criminalidad fundamentada. No se trata de conflictos entre cabos, sargentos, tenientes coroneles y generales que hayan nacido condicionados por el olor de la pólvora. Lo aprendieron antes de colocarse el uniforme, son cuestiones de la clase del poder dominante, la que domina, la que manda y ordena.
“Las serpientes muerden a los que caminan descalzos”. Eduardo Galeano.
El inicio de la criminalidad instaurada militarmente y el terrorismo de Estado con sus ejecutores nacidos con nombres, apellidos, grados y color de sus trajes militares estaban y están. Sucedió. En ellos no hay su reclamada gloria, esos culpables se deben conformar con flores mustias cada 1 de noviembre. Los viejos estandartes ya duermen el sueño de las polillas.
La historia con su pasado y necesarios contenidos los mira desnudos en la mitad de una tormenta esperando la mano sucia que los cobija. Los uniformados claman que les devuelvan su raída dignidad precaria, que está en el calendario más alejado del tiempo. Y resucitan. Cae nuevamente el bálsamo sanador de sus adoradores con los nuevos cantos. Como por arte de magia una vez más cuatro ases en la primera mano.
La baraja la tiene el congreso nacional con sus diputados/senadores/Pierrot.
El deleznable crimen de tres carabineros debe ser juzgado con la máxima severidad de los tiempos actuales. Así lo reclama el Estado de Derecho y el funcionamiento de sus instituciones. En esto nadie se equivoca.
La justicia militar que proclama la derecha como tabla de salvación para militares deja en abierto manifiesto el triunfo en defensa de los intereses de clase. Se hace necesario a sabiendas que la paz social debe estar asegurada, así lo reclaman los grupos económicos y lo escribe la mano derecha parlamentaria.
Se trata de salvar ante tribunales a los militares que son delincuentes y habitan al interior de los cuarteles. Tan parecidos a esos que asaltan a la persona de la tercera edad. Chile no ha discutido sobre obediencia debida. Ese es el nudo a resolver.
Todos obedecen lo que el alto mando ordena, no importan ni mujeres ni hombres, tampoco los palos ni la balas. Hay que obedecer y después se verá. La justicia militar no es infalible ni será justa, sencillamente porque es militar.
Valdivia octubre 1973. Un falso e inexistente Consejo de Guerra ordenó fusilar a doce personas. El día anterior Gregorio Gregorio Liendo sin juicio dignamente colocó su espalda en la muralla. Observó aquellos indescriptibles acontecimientos el general Sinclair. El secretario de aquella pantomima fue posteriormente presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ballesteros Cárcamo.
El congreso como un poder del Estado elegido popularmente levanta el telón para que la impunidad entone su opereta y la protagonista.
Chile, un país donde la defensa de la propiedad privada alcanza rangos constitucionales, hace perder la noción que la vida del hombre debe ser sostenida por derechos que realmente le aseguren su continuidad.
En los años de Arturo Alessandri Palma era conocida la admiración de sectores uniformados por el pensamiento fascista de Mussolini. Era estudiado y tenía sus propios adoradores. Dejar constancia que una vez terminado el nefasto periodo de Alessandri en su primer viaje a Europa visitó personalmente al fascista italiano, a quien le expreso su más profunda admiración (1).
Los militares jamás han sido neutrales frente a los conflictos. Tomaron partido porque son un partido y se instalaron con sus campamentos durante el periodo que se llamó la guerra fría. Y con los brazos abiertos fueron los encuentros para las operaciones Unitas, que fueron actores junto a los marinos en el golpe del día 11. Dignidad militar rastrera.
Punta Peuco mantiene encerrados a criminales militares, no son consecuencia de una gorra mal instalada como tampoco no haber escuchado la campana a la hora del rancho. Sostener que aquel recinto es un lugar donde la venganza se solaza es desconocer la ley.
Es absolutamente comprensible que diputados/senadores de la extrema derecha y sus primos, intenten sacarlos de prisión. Para la derecha política es un asunto de principios.
Isla Dawson fue un campo de concentración para los que ejercieron cargos durante el gobierno popular que fue elegido democráticamente. Pasaron por aquel indigno recinto, médicos y profesores, ingenieros y arquitectos. Hombres probos.
Esos que hoy piden clemencia para los viejos criminales uniformados condenados en sus prisiones, desconocen que en su gran mayoría los detenidos cuando aún La Moneda lloraba olor a madera quemada, allá en una isla del sur, sin juicio alguno por mucho tiempo fueron víctimas del insulto y garabato.
- Historias desconocidas de Chile. Felipe Portales.
Por Pablo Varas.