Otro portazo a los trabajadores
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Adelantándose a La Moneda, el gran empresariado se ha apresurado en dar a conocer una categórica respuesta negativa a las aspiraciones de la clase trabajadora que está pidiendo un discreto aumento del salario mínimo, no ahora, sino en un tiempo más.
Quienes solo piensan en sus ganancias y utilidades han puesto el grito en el cielo y vuelto a sus lloriqueos ante la osadía de gente modesta que pretenden en alguna medida, prudentemente, acercarse a las condiciones de dignidad que le fueron arrebatadas por las armas hace medio siglo.
Se trata de otro portazo de los dueños del dinero – en la práctica, los dueños de Chile – que siempre sacan cuentas trágicas cuando les conviene y cuentas alegres cuando explotan a los trabajadores como si fuera algo natural a lo que todos están acostumbrados.
Está claro que el país se construye todos los días con participación y esto tiene que ver con conversar con los trabajadores y no responder a sus inquietudes y necesidades con un «no» rotundo como ha ocurrido en este caso.
Luego de reunirse con autoridades gubernamentales, en el reciente primero de mayo la CUT salió de su sopor habitual, golpeó la mesa, sacó la voz y oficializó su demanda por un salario vital de 630 mil pesos, cantidad que se estima adecuada para una familia de cuatro personas. Este reajuste regiría desde la parte final de la actual administración.
Las necesidades son muchas y muy variadas, a las que es difícil responder por las agudas crisis que se presentan una tras otra. Hay una inflación descontrolada, un desempleo que se busca paliar con una ocupación transitoria y un severo endeudamiento que va sumando a diario, todo lo cual echa por tierra cualquier presupuesto hogareño de los pobres y menos pobres. Muchas familias deben hacer malabares para llegar a fines de mes.
A ello hay que agregarlos abusos apabullantes en que incurre el mercado desregulado. En el modelo neoliberal el libre mercado manipulado desde las sombras determina las alzas de precios y fomenta una carestía generalizada, en la certeza de que no existe control ni regulación ni menos va a haber sanciones en su contra, el mercado abusivo funciona con absoluta impunidad.
Según un estudio de organismos internacionales, entre los países sudamericanos los chilenos van a la cabeza a la hora de percibir ingresos que son insuficientes. El 64% de las familias no cuentan con salarios que les permitan completar el mes sin endeudarse ni dejar cuentas sin pagar pendientes, y mucho menos para algún precario ahorro.
Difícilmente podrían tener capacidad de ahorro los que solo cuentan con un pequeño emprendimiento o un trabajo por cuenta propia, sin contrato ni seguridad. En la actualidad la ocupación informal, sin una remuneración fija supera los dos millones y medio de hombres y mujeres que no saben a dónde van.
Nada de ello es tomado en cuenta por la minoría privilegiada que forman los grandes empresarios. La pobreza, la impotencia y la frustración de las mayorías son observadas por los grupos oligárquicos a la distancia. Sin interés y sin el menor asomo de justicia social y solidaridad.
Por eso un alto dirigente empresarial ha manifestado que no hay piso socioeconómico para aumentar los salarios. Desde su punto de vista, sí hay piso para la concentración económica, para el acaparamiento de dinero que pueden hacer unos pocos y para mantener los niveles de desigualdad que abruman al pueblo.
«Hoy somos mas pobres que hace 10 años», dice otro empresario de alta alcurnia enriquecido por las facilidades que le brinda el mercado. A la vez, se queja de algunas ligeras reformas progresistas que en alguna ocasión se intentaron gracias a las presiones ciudadanas.
Se le cae la careta gremialista cuando afirma que «necesitamos autoridades con mirada de futuro y capacidad de llegar a acuerdos de largo plazo». En realidad es un político de extrema derecha, afortunado en su calidad de mercader y privilegiado como empresario que acumula dinero, poder y redes de influencia.
Las mayorías cuyo único patrimonio es la dignidad deben estar masivamente en las calles apoyando las luchas por un salario vital justo, que logre sacar a los trabajadores de debajo de la línea de la pobreza. Aquí hay un punto de inicio para levantar demandas que movilicen al pueblo en función de mejorar su calidad de vida.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
Patricio Serendero says:
Y a pesar de estos salarios, los economistas de Derecha y algunos de eso que llaman Centro-izquierda dicen que Chile es un país de «ingresos medios». Si no fuera trágico era para reirse.