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La colusión empresarial ataca nuevamente

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Se ha descubierto que Indura y Linde Gas, dos empresas productoras de gases industriales, que controlan el 77% del mercado, concertaron precios para aumentar sus ganancias. Ya sabemos que el discurso del libre mercado es retórico en el empresariado y lo es también la denominada “responsabilidad social” que pregonan. Su prioridad es aumentar ganancias, sin importar el costo económico para el país y menos su impacto social.

Según informe de la Fiscalía Nacional Económica (FNE), en 2019, los ejecutivos Sergio Novelli de Linde y Marcelo Torres de Indura establecieron un “acuerdo de caballeros” (eufemismo para no decir un Cartel de mafiosos), para no disputarse los clientes que cada empresa ya tiene. Se trata de una colusión para evitar la competencia. Es lo que le permite a Torres instruir, con descaro, a sus vendedores en los siguientes términos: “Hay que subir los precios sin compasión, sin piedad” (Reportaje de Ramón Ulloa, en Canal 13, 07-05-2024).

La colusión afectó a empresas metalúrgicas, papeleras, mineras, del acero, vidrios y establecimientos hospitalarios, entre otras, con un impacto inflacionario insoslayable.

Este caso es particularmente grave, además, porque la asignación de cuotas de mercado, para eludir la competencia, se tradujo en un alza de los precios (sin piedad) de los balones de oxígeno a los hospitales en plena pandemia. Irresponsabilidad e insensibilidad sin límites, que afectó especialmente al hospital Bulnes.

Indura, originalmente chilena, es ahora controlada por la compañía norteamericana Air Products and Chemicals, mientras Linde es una empresa alemana. Ambas son multinacionales, con operaciones en decenas de países, que producen y comercializan gases industriales y medicinales.

Este es un ejemplo que ilustra bien lo que es el capitalismo chileno. Un capitalismo de abusos e injusticias, facilitado por la extrema concentración empresarial. En efecto, en el capitalismo chileno los precios de los bienes y servicios no se rigen por el mercado, sino que los fija la colusión empresarial. El libre mercado es una ficción. Conocemos los casos de las farmacias, el papel higiénico, los pañales, supermercados y pollos, y ahora el de los gases industriales.

Los abusos en nuestro país son cotidianos. Se repiten sin cesar. Las AFP e ISAPRES nos estafan y ambas, como es manifiesto, reciben la protección de políticos afines, ya sea por razones ideológicas o simplemente porque reciben su financiamiento en campañas parlamentarias.

Las AFP ofrecen el cielo a los pensionados y los condenan al infierno. Las ISAPRES desprecian a los ancianos y mujeres embarazadas, y sus contratos son engañosos: siempre existe alguna trampa a la hora de pagar algún servicio médico (un examen que no está incluido, una enfermedad que no está cubierta).

Las tarjetas de crédito de casas comerciales y supermercados cobran tasas de interés usureras. Ello explica su presión permanente para que compremos a crédito en vez de al contado. Sus ejecutivos son felices cuando el cliente no paga al contado y se endeuda. La Polar ha sido el mejor ejemplo.

Los bancos nos dan un interés miserable por el dinero que depositamos y, sin embargo, cobran elevadas tasas por los créditos al consumidor y al pequeño empresario; de dónde provienen sus ganancias estratosféricas.

Los cobros de las compañías de electricidad, agua y teléfonos siempre tienen alguna trampita y difícilmente hay devolución de dineros cuando se corta la luz o el agua se envenena con las lluvias. En particular las compañías telefónicas son el paradigma del abuso. No cumplen con los contratos, violan la privacidad de nuestros datos, entregándoselos a otras empresas. Nos acosan con llamadas, mañana, tarde y noche. Sus operadores globalizados no tienen piedad con los clientes. Es la “externalización”. Nos llaman de distintos países para ofrecer el mejor de los servicios y al más bajo costo. Todo es mentira. Se nos esquilma y se nos molesta.

El Estado tiene escasa fuerza ante los abusadores. El SERNAC, las superintendencias de servicios públicos y de bancos, tienen muchas limitaciones en su actuar. Todos los directores del SERNAC se parecen. Van a los programas mañaneros de la televisión. Hablan con fuerza, casi gritando, todos por igual, y repiten con insistencia: hay que leer bien los contratos, hay que informarse, hay que saber elegir.

La “libre expresión” también es limitada porque los medios de comunicación son otro escenario de concentración, ya que dos o tres conglomerados controlan la prensa escrita, la radio y la televisión. La información concentrada es otra forma de abuso, porque se nos trata de imponer un pensamiento uniforme, en vez de ofrecernos una visión plural, propia de una sociedad diversa.

El capitalismo chileno ha alcanzado tal grado de concentración que convirtió en dominante el monopolio, la colusión y el engaño. El libre mercado es estrangulado al servicio del gran empresariado. Y, su poderío también capturó al mundo político, lo que ha impedido contar con una firme legislación que frene los abusos.

Esperemos que la FNE, que descubrió la colusión de precios, gracias a la delación de uno de los ejecutivos de Linde (delación compensada) tenga éxito ante el Tribunal de la Competencia (TDLC). Y, que obtenga las multas correspondientes, que compensen el deterioro que ha provocado en la economía y la salud pública.

 

Por Roberto Pizarro Hofer

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