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Datos de empleo y desempleo, de lo micro a lo macro

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El Instituto Nacional de Estadísticas publica periódicamente la información más oficial, más completa y más creíble que existe en el país en materia de empleo, desempleo y otras variables relacionadas con ese tema. La publicación periódica de dichas cifras da origen a debates en que se pone énfasis en las pequeñas variaciones – hacia arriba o hacia abajo, para mejor o para peor – que se presentan en el monto de los desempleados, o de los empleados, o de los cesantes, o de los informales, o de otras categorías presentes en el campo laboral

Sin embargo, da la impresión que, en este caso, los arboles no dejan ver el bosque y se pierde de vista la relación y las tendencias más gruesas y permanentes existentes entre esas variables y el modelo de desarrollo que estamos viviendo, que condiciona a su vez, los resultados y manifestaciones en los diferentes frentes de la vida nacional.

Así, por ejemplo, tiene indudable importancia en los análisis de coyuntura discutir sobre si la tasa de desempleo es un poquito más alta o más baja, con respecto al mes anterior o con respecto al mismo período del año anterior. En el primer trimestre del 2024, de los 9 millones 308 mil trabajadores ocupados, dos millones 614 lo están en el sector informal. A ellos se suman 884mil trabajadores que se encuentran desocupados. Todo ello es importante de ser conocido y analizado. Pero es igualmente importante poner de relieve que uno de cada cuatro trabajadores chilenos lo hacen en el sector informal, donde los niveles de productividad son manifiestamente menores que en el resto de las actividades productivas del país, al mismo tiempo que se vive con mayor inseguridad y con mayor variabilidad en los ingresos, además que se carece de previsión y de servicios médicos.

Dos cosas están en la raíz de esta situación. Por un lado, un sistema productivo que no es capaz de absorber a los contingentes sociales que buscan integrarse anualmente al mercado del trabajo, por efecto del crecimiento demográfico, o a los que han tenido la mala suerte de perder un empleo anterior. No hay capacidad para absorber mano de obra en la cantidad socialmente necesaria, porque el crecimiento de la economía es lento, la inversión es escasa, no hay suficiente competitividad como para abastecer el mercado internacional y no hay suficiente demanda y consumo como para crecer por la vía del crecimiento del mercado interno.




Por otro lado, un sistema educativo que está claramente dividido en dos polos radicalmente diferenciados: por un lado, un polo compuesto por escuelas, liceos y universidades que ofrecen educación de buena calidad y que permite a sus egresados emplearse como parte de la tecnocracia o de los ejecutivos de mediana o de alta jerarquía, en el sector moderno de la economía. Por otro lado, un polo de educación para pobres, en que entran alumnos pobres que seguirán siendo pobres cuando egresen pues no tendrán los contactos, ni los medios, ni la capacitación como para acceder a los puestos de mejor productividad del sistema económico y social, y seguirán engrosando las filas de los desempleados, de los trabajadores informales o de los trabajadores con escasa remuneración.  Se trata de una educación, esta última, que ya dejó de ser un mecanismo que permite y potencia la movilidad y el ascenso social, como lo fue en épocas pasadas de nuestra sociedad.

El analizar las cifras mensuales sobre el empleo y el desempleo tiene importancia para los análisis de coyuntura, en que se pasa revista a las variaciones de la economía, por pequeñas que ellas sean, aceptando en forma implícita o explícita, pero en todo caso en forma un tanto fatalista, que siempre habrán desempleados y trabajadores informales. Pero es igualmente importante discutir si a mediano y largo plazo seguiremos teniendo una sociedad que sacrifica el talento y la creatividad de miles de sus compatriotas a los cuales se les condena a bajísimos niveles de ingresos y productividad, y si somos capaces o no de aspirar a un modelo económico que satisfaga las necesidades de empleo en los montos socialmente necesarios. Puede que todo ello sea un sueño, pero si se pierde el deseo y el derecho a tener sueños, ahí sí que todo está perdido.

 

Por Sergio Arancibia



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Sergio Arancibia

Economista

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