Los medios de comunicación nos aplastan
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La sociedad transparente no existe, hoy menos que nunca. En Chile, el dominio de los medios de comunicación sobre nuestras mentes se ha acentuado. Vivimos en una sociedad opaca, con información controlada, que anula las diferencias, que agrede las disidencias, creando una aplastante uniformidad.
Los medios de comunicación actuales, sobre todo radios y canales de televisión, reproducen la voz del poder económico y de los políticos que lo representan. Y, los que desean modificar el orden establecido, son silenciados. Así, los dogmas, el pensamiento único, como en la Edad Media, han sido instalados por comunicaciones sofocantes.
¡Qué diferencia con los años de la Unidad Popular, e incluso antes, cuando junto a la prensa de derecha existían diarios de izquierda como Clarín, Puro Chile, El Siglo y la Ultima Hora! Y, los canales de televisión eran de las universidades, obligadas a informar con decencia. En esos años había transparencia informativa, el pluralismo existía. Ello era expresión manifiesta de una democracia viva, sin controles, en que el poder del dinero tenía límites, sin el desenfreno de nuestros días.
Hoy día la situación es distinta. El capitalismo del siglo XXI no sólo se ha apropiado de la mayor parte de la riqueza nacional, sino que subordina a sus intereses a gran parte de la clase política, y sobre todo es dueña de casi todos los medios de comunicación. Los canales de televisión y las radios del país son de su propiedad, lo que ha facilitado consolidar la hegemonía del gran capital en la sociedad.
Los temas de interés de la oligarquía empresarial son agenda nacional, gracias a las imágenes, contenidos e ideas, que reproducen los medios que controla. Los ciudadanos comunes han sido reducidos a conciencias pasivas. Se conversa lo que los medios quieren que se converse y se ve lo que quieren que veamos.
Las iniciativas ciudadanas y sus protestas, e incluso hoy día, las políticas transformadoras del actual gobierno encuentran una inmediata contestación en los medios de comunicación del poder. La desproporción informativa y de opinión es abismante.
Los matinales de los canales de televisión son el paradigma. Acosan todos los días, destacando ad nauseam la presencia delincuencial de los extranjeros y la incapacidad del gobierno para controlarla. Y son escasas las informaciones y análisis alternativos, con periodistas domesticados y bien pagados por el poder económico.
Así, la ciudadanía ve y escucha solo una línea comunicacional, defensora del orden establecido y con escasos matices cuestionadores. La hegemonía cultural sobre el modelo neoliberal está sólidamente instalada y la crítica existe en los márgenes.
Marx, en su tiempo, dijo que la religión era el opio de los pueblos porque calmaba a los hombres, sosegaba sus sufrimientos y le entregaba la miseria de la paciencia. Ahora, el opio del pueblo son los medios de comunicación, que adormecen las conciencias de quienes son los explotados por el poder.
¡Qué mejor ejemplo que la ofensiva mediática contra las protestas ciudadanas del 2019, a las que generalizaron como acciones delincuenciales!
Los medios de comunicación han asumido la tarea de domesticar a la ciudadanía, no permitiéndoles dudar del poder establecido. Y se han organizado para impedir el despliegue de un pensamiento independiente. Así han reducido la conciencia crítica. A ello se agrega otro componente de la domesticación: la superficialidad de los programas de entretenimiento y de las publicidades.
En efecto, los medios de comunicación exigen que periodistas y comunicadores publiciten en vivo para empresas, farmacias y locales de comida rápida. Ello es parte de la hegemonía cultural que vivimos. En vivo y directo, periodistas destacados arremeten contra la delincuencia y, al mismo tiempo, hace publicidad en favor de marcas, viajes al Caribe y casas comerciales. En esa contradictoria mezcla, se despliegan, sin vergüenza, los profesionales de las comunicaciones.
Así, periodistas famosos, en matinales de la televisión, reproducen las ideas del poder y publicitan mercancías. La TV se ve de igual manera en La Dehesa y Lo Hermida, en Las Condes y Pudahuel, pero con una diferencia preocupante en cuanto a la publicidad. Porque en las poblaciones marginales viajar al Caribe o comprar vehículos resulta imposible y, más bien, las aspiraciones de consumo se satisfacen con la droga o el robo.
A final de cuentas, los medios de comunicación nos aplastan, favoreciendo la obediencia y limitando el pluralismo. El poder y las mercancías se mezclan y nos dominan. La voluntad ciudadana es acosada y la autonomía para elegir es muy reducida. Si dejas de consumir no existes. Y si te rebelas ante el poder eres acallado.
Por Roberto Pizarro Hofer
´j.norambuena says:
Horóspoco o tal vez Oráculo. No se sabe
Pero «sabe» mucho. Se borrará muy eficientemente !
Felipe Portales says:
Pero no debemos olvidar que vergonzosamente el monopolio actual de los medios masivos en Chile por parte de los grandes grupos económicos ¡no se debe a la dictadura! sino a los gobiernos de la Concertación que de forma solapada ¡destruyeron uno a uno todos los medios escritos de centroizquierda que laboriosamente se desarrollaron en dictadura y después!: «La Epoca», «Fortín Mapocho», Análisis», «Apsi», «Hoy», «Página Abierta», «La Bicicleta», «Rocinante», «Plan B», «La Firme», «Punto Final», «Siete + Siete», etc. Y que además se negaron tozudamente a devolver los bienes confiscados por la dictadura a Víctor Pey del diario con mayor circulación en Chile en 1973: «Clarín». ¿Cómo lo hicieron? De acuerdo, entre otros, a los Premios Nacionales de Periodismo Juan Pablo Cárdenas, Patricia Verdugo y Faride Zerán, lo hicieron básicamente a través de la discriminación del avisaje estatal; del bloqueo de ayudas extranjeras y de comprar algunos de esos medios por personeros concertacionistas para luego cerrarlos…
Además, procedieron a privatizar el Canal de la «U»; y a «neutralizar» TVN a través de una ley que le entregó un virtual «poder de veto» a la derecha en su directorio; y con una práctica que impidió debatir pluralmente la obra de la dictadura. ¡Si hasta por muchos años ni siquiera se pudo pronunciar la palabra «dictadura» en TVN!
La razón lógica: En su viraje solapado en 180° a la derecha (reconocido por Boeninger, Foxley, Tironi, Correa, etc.) el liderazgo de la Concertación se dio cuenta que sus «enemigos» más molestos serían los medios de centro-izquierda que no habían experimentado su giro copernicano…
Mario Romero says:
Loa tiempos cambian, y si bien comparto tu idea de la falta de variedad, respecto a medios, no hay que olvidar que los modelos de negocios actuales distan mucho de los que existían en los años 70s.
Incluso en democracia, La Epoca y Fortin Mapocho quebraron por mala administración y la quimera de que el Estado financie medios hoy en dia es un absurdo, pues abundan las RRSS y no es culpa del capitalismo que el público elija donde, cuándo y cómo informarse. Si comparto que medios concentrados y cercanos a la derecha están al debe en cuanto a objetividad pero prefiero eso (o elijo ver medios extranjeros de Europa u otras partes) para informarme, pues existe hoy la tecnología y la libertad para acceder a ellas, lo cual dudo mucho que ello pueda hacerse en países cuya democracia es más cercana a una dictadura donde todos, absolutamente todos los medios de comunicación e internet es controlada por el Estado. Los extremos son siempre malos. Saludos !
Mario Romero – Editor TransMedia.cl