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El derrumbe valórico de nuestra democracia

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El derrumbe valórico de la democracia necesita de mayor atención y reflexión. La democracia, concebida como un sistema político, se sustenta sobre valores compartidos que respetan la dignidad de las personas, generan cohesión social y permite compartir dentro de un estado de derecho, la misma está siendo amenazada en sus fundamentos éticos y morales.

Uno de los principales signos del derrumbe valórico es la gran conflictividad que estamos viviendo en el país. La Encuesta Bicentenario 2023, un estudio realizado por la Universidad Católica encontró que 82% de los encuestados dice que existe un gran conflicto entre el gobierno y la oposición, izquierda y derecha y el Estado chileno y el pueblo Mapuche.

Esta polarización erosiona la confianza en las instituciones democráticas, y hace imposible buscar y lograr acuerdos en desafíos comunes. Otro problema que se suma, es que en la descomposición política, surge con más fuerza la corrupción.

Parece no sorprendernos ver a parlamentarios, ejecutivos y empresas condenadas por corrupción y cohecho, decenas de alcaldes y proveedores municipales imputados y formalizados por los mismos delitos, empresarios investigados por estafas y facturas falsas, altas autoridades policiales formalizadas por entrega de información secreta o a punto de serlo por violación a los derechos humanos, comandantes en jefe del ejército por uso ilegal de gastos reservados.

Declaraciones vejatorias proferidas por autoridades respecto de sus pares u otros líderes políticos, o la proliferación de “fakenews” sin ningún pudor, la traición a la palabra empeñada y la monetización de las relaciones, afectan gravemente la convivencia.

La corrupción y las descalificaciones recíprocas no sólo distorsionan la toma de decisiones políticas, sino que también perpetúan la desigualdad y la injusticia, socavando así los valores fundamentales de la democracia.

La democracia no es sólo un modelo de gestión política. En una forma de vida basada en valores. Lamentablemente hemos dejado de poner atención a la dimensión ética de la convivencia.

Las normas éticas se transmiten mediante la observación y la imitación de comportamientos, así como a través de la educación, la orientación y el consejo de referentes sociales. Es por ello que las principales fuentes de transmisión son las familias, que están agobiadas por las exigencias de nuestra época, la invasión de pantallas que evitan las relaciones personales; la escuela que está abocada a rendir en pruebas estandarizadas, en vez de formación; y los medios de comunicación que son un espejo de una sociedad que no queremos copiar.

Enfrentamos momentos difíciles, que van profundizando el derrumbe valórico de la democracia y hay pocas iniciativas de cambio. Pongamos el tema en discusión e invitemos a la reflexión. Promovamos la participación que es la nueva convivencia. Aún hay una gran reserva valórica y de sentido común en nuestra sociedad; busquemos promover las buenas prácticas democráticas y no nos dejemos encandilar por el conflicto.

Marcelo Trivelli

Fundación Semilla

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