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¿Tiene usted carnet?

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A poco andar, a usted le van a pedir el carnet, donde concurra. Bien puede asistir a un restorán, en compañía de quien no debería ir acompañado, y le exijan el documento. Entre el bochorno de ambos, se aproximará un guardia de seguridad y le puede exigir, también, que le muestre el certificado de matrimonio. Usted podría argüir que el carnet lo olvidó en casa y el certificado de matrimonio, lo extravió hace años. A cambio, logra mostrar el certificado de vacuna de “Bobby” su perro regalón, y así aclara que se preocupa de su mascota. Quizá, acepten sus argucias, al observar que usted es una persona bien vestida y consumirá con su pareja, por sobre los 55 mil pesos. Claro, si va a cenar a una picada. De lo contrario, verá frustrada la plácida noche y el plan posterior, entre arrumacos, dimes y diretes, en la conocida clandestinidad. Subidos a la barca del amor.

No se le ocurra ir a Lo Valledor de Santiago, sin carnet. Bien puede ser arrojado a empujones del sitio y termina con un zapallo de cuello. En el mejor de los casos. Ni pensar concurrir a un partido de fútbol. A la entrada del estadio, será sometido a un cacheo, por momentos denigrante, aunque exhiba su carnet al día y una carta de buenas costumbres, otorgada por una municipalidad, donde al alcalde le gusta estirar las manos, en la amplitud de la palabra. ¿Cuándo les crecieron los brazos a estos funcionarios? No se amilane ni acongoje, mientras escarbamos en el fango. Al no asistir al partido, usted se salvó que le cayera una bengala cerca, y como desaforado, corra por la cancha dando aullidos, y anote un gol de chilena, en medio de la trifulca.

La originalidad de exigir el carnet, viene de la dictadura, auspiciada por la oligarquía ladrona y asesina, y ejecutada por militares traidores. Una alianza que se repite de tarde en tarde. En aquella nefanda época de terror, abuso y muerte, si usted tenía el carnet al día, igual lo humillaban. Que usted no se parecía a quien figuraba en la foto; que había una rayita sobre su nombre y sigue y suma. ¡Vamos detenido!

A poco andar, la moda de requerir el carnet, puede llegar a los centros comerciales. Así, cada cliente debe llevar colgado al cuello, su respectivo carnet. ¿Y por qué no a los cementerios, si usted concurre a un funeral o va a visitar a sus seres queridos? Se argumentará que la medida se debe, a causa de los continuos ultrajes, practicados en las tumbas, por los inefables saqueadores. Y como la moda invade nuestras vidas, ahora ha surgido el escaneo del iris del ojo. Vamos sin prisa en esta retahíla de novedades.

Ni hablar de la inteligencia artificial, que es una invención destinada a seducir al idiota, amigo de la holganza. Aunque muchos la defiendan, por ser una ilusión. Si se vive asido por el celular, pegado a la oreja durante horas, conversar durante las comidas, en un café, la plaza o donde fuere, se ha convertido en quimera. La cercanía, el contacto a la persona querida, ha perdido encanto. Mirarse a los ojos, cogidos de las manos, unidos por ese silencio embriagador.

Lejanía peligrosa, la cual puede conducir a nuestra sociedad, a privilegiar la mudez intelectual.  Caer de bruces en la afasia, en el eclipse de las ideas y el fin de la civilización, como lo han augurado, infinidad de pensadores. De ahí a la destrucción del planeta tierra, apenas si hay un guiño.

 

  Walter Garib

 

 

 

 

Walter Garib

Escritor

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