El asalto de Ecuador al derecho internacional es inaceptable
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El asalto de la embajada de México en Ecuador ordenado por el presidente Noboa el 5 de abril para detener a un ex-vicepresidente, Jorge Glas, vuelto a encausar por la justicia después de cumplir 5 años de prisión, rompe todas las normas sobre extraterritorialidad diplomática y la regla del derecho de asilo. Es un acto insólito fuera de todas las tradiciones latinoamericanas de respeto del derecho internacional, que más o menos ha sido cautelado por muchas décadas.
Pero hay un trasfondo histórico de uso de la fuerza: no se debe olvidar las invasiones norteamericanas a Granada en 1983, a Panamá en 1989 y a Haití en 1994. Ni las múltiples intervenciones encubiertas de Estados Unidos en Latinoamérica, siendo las más connotadas las de Guatemala en 1954, el bloqueo a Cuba desde 1960 hasta hoy, acompañado del intento de invasión en 1961, la intervención en Chile en 1970-73 y el apoyo a los Contras en Nicaragua entre 1982 y 1990. Más recientemente, se ha producido el intento de derrocar al gobierno de Maduro desde Cúcuta en 2019, con el apoyo norteamericano y de algunos gobiernos de derecha de la región, como el de Duque y el de Piñera, y el reconocimiento sin precedentes del gobierno paralelo ficticio de Guaidó, junto a las sanciones norteamericanas y europeas a Venezuela desde 2017-2019, originadas en el desconocimiento de las reglas democráticas por el régimen de ese país, prolongado hasta hoy, en que ha vuelto a incumplir acuerdos con otros países y con la oposición, en este caso los acuerdos de Barbados de octubre de 2023. Tampoco se debe olvidar las guerras territoriales como la de 4 días entre El Salvador y Honduras de 1969, la guerra de Las Malvinas en 1992 y la de Perú y Ecuador en 1995.
No obstante, la invasión a una embajada no tiene precedentes en América Latina. Noboa ha traspasado un límite con graves consecuencias.
Es cierto que en el mundo el respeto del derecho internacional no está muy en boga en las últimas décadas. La invasión soviética a Afganistán en 1979, la de China a Vietnam en 1979, la de Iraq a Irán en 1980 y a Kuwait en 1990, fueron seguidas por las invasiones norteamericanas a Kuwait e Iraq en 1990, a Afganistán en 2001 y a Iraq en 2003. También se produjeron las de Israel al Líbano en 2006 y las intervenciones en Siria con múltiples actores extranjeros a partir de la guerra civil iniciada en 2011, incluyendo norteamericanos, rusos y turcos, y en Yemen desde 2015. Se han sumado más recientemente el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia en 2016, 2020 y 2023, la invasión rusa a partes de Georgia en 2008 y de Ucrania en 2022 y la invasión y masacre de Israel en Gaza desde octubre de 2023, después de la sangrienta incursión de Hamas en Israel, y la persistente ocupación de Cisjordania. En este caso, las resoluciones de Naciones Unidas son alegremente desconocidas por Israel desde hace décadas, sin mencionar otras invasiones y masacres en otras partes del mundo, especialmente en África, con fronteras inestables impuestas en la era colonial.
América Latina debe cerrar filas con México contra la acción injustificable del gobierno de Noboa y seguir comprometiéndose con el derecho internacional, incluyendo la canalización por esa vía de la disputa por el Esequibo entre Venezuela y Guyana, que amenaza con terminar en acciones de fuerza. El apego a sus normas no solo se justifica en sí mismo, sino también porque es el mejor instrumento de defensa de las naciones menos fuertes en el actual (des)orden internacional, junto a un no alineamiento activo de América Latina en las luchas hegemónicas entre las grandes potencias.
Por Gonzalo Martner
Margarita Labarca Goddard says:
Todos lo hemos dicho: NI PINOCHET SE ATREVIÓ A TANTO. Ahora lo que procede, es que los países que solidarizaron con México, rompan relaciones con Ecuador