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Columnistas

Un monaguillo detective

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 54 segundos

“Por libertad de expresión, debe entenderse, todo cuanto sulfura al poder”.

Dionisio Albarrán

 

Daniel Núñez, senador del Partido Comunista, acusó a un colega senador de creerse detective. Se refirió a quien, durante la dictadura cívico-militar, oficiaba de escalador social y monaguillo, en cualquiera procesión. A la más modesta romería se allegaba urgido, acompañado de un estandarte. Su santidad, contagiaba a la juventud adicta al régimen. Vestido con faldón, sotana o sobrepelliz, bendecía a los penitentes, mientras ascendía al cerro Chacarillas. Ceremonia que parecía señalar un antes y un después, en la vida turbulenta de cualquiera. Al igual que otros prohombres, le rendía pleitesía al bien amado dictador, a quien le besuqueaban la guerrera.

Actor suplente, aunque se cree deidad, enamorado de las novelas policiales y de intriga, sueña ser detective. Entre creerse y serlo, hay una distancia de aquí a la luna. Donde concurre, se acompaña con su vasija de peltre, para hacer las aspersiones de rigor, donde no falta el incienso, destinado a intimidar a Satanás. Asegura verlo a menudo en el Congreso de Valparaíso, ya sea vestido de ángel rebelde o Belcebú y toma sus precauciones. Como lleva escapulario, un trocito de la guerrera del dictador, lo babosea sumido en fetichistas unción. Ello le permitió sortear los vaivenes de la política, en medio de las turbulencias de la época. Nadie le tocó ni un solo cabello, al agujerearse la dictadura.




Una tarde cualquiera de otoño, mientras llovía a chuzos, apareció en el teatro, donde se exhiben obras de Moliere hasta de Juan Radrigán. Se aburría, leyendo a Corín Tellado. “Pasó piola” como se dice en jerga popular. A regañadientes se hizo la cirugía estética política, mientras estudiaba ética en una basílica. Cambió sus añejas prendas de vestir, las cuales olían a azufre y se puso a la orden de la oligarquía, a la cual ha servido desde chiquilín. Nadie puede negar su lealtad y fetichista admiración hacia quien traicionó a Chile. Se trata de amores aflictivos, enfermizos, a veces misteriosos, semejantes a los experimentados por el personaje de la novela, “El niño que enloqueció de amor” de Eduardo Barrios. Como ahora cree ser Sherlock Holmes, ha dado los pasos necesarios para iniciar la investigación del asesinato en Chile, de un exmilitar venezolano.

Si de verdad quiere en breve solucionar este delito, le recomendamos contratar a Heredia, el detective chileno, personaje de las novelas del célebre escritor, Ramón Díaz Eterovic. No es aconsejable, andar el Augusto senador, lupa en mano, con la campanilla haciéndola repiquetear y la toga que lo acredita en su cargo, buscando el arma homicida y rastros de pólvora en el escenario del crimen. Cada cual debe dedicarse a sus menesteres, por modestos que sean. Si en su juventud creyó ser monaguillo, al cabo de los años, sus aspiraciones son otras. Nadie se sorprendería, si al cabo de un tiempo, escribe sus memorias. Desde ya, le sugerimos un excelente título, utilizado por el novelista español, Benito Pérez Galdós: “Memorias de un desmemoriado”.

Como ninguna facultad humana, la memoria traiciona; busca escondrijos, meandros, olvidos mentirosos o reales, y alguien termina por expresar: “No me acuerdo y si me acuerdo, lo he olvidado”. Ojalá esta crónica la lea el detective Heredia y se presente esta semana, a ofrecer sus servicios profesionales, a quien vive amedrentado, por pérfidos sueños. Aunque lo disimula.

Walter Garib

 

 

 



Walter Garib

Escritor

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  1. Renato Alvarado Vidal says:

    El experimentado espía de Güiquilics Patagonia también ofrece sus servicios y hace precio por estar en temporada baja. Todo es conversable.

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