¿Hay una perspectiva después del bloqueo?
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Al cumplirse dos años de gestión del presidente Boric, prevalece la percepción de un gobierno bloqueado en sus iniciativas. A sus errores de instalación se sumó una política económica contractiva y luego el “empate plebiscitario” en 2022 y 2023 en materia constitucional. Logró avances en las 40 horas, el aumento del salario mínimo y la pensión básica, un nuevo mecanismo de compensación del aumento de los precios de los alimentos y el cobro de las pensiones alimenticias, pero fracasó en su reforma tributaria y no ha logrado avances en su reforma de pensiones ni una resolución de la crisis de las Isapres que apunte a hacer emerger un seguro de salud universal. Abandonó la creación de la empresa estatal del litio en beneficio de un acuerdo de Codelco (cuya mala gestión baja y baja la producción de cobre) con la SQM de Ponce Lerou y se limitó a un pequeño aumento de la regalía minera (una cuarta parte de lo que debiera). No dispone de mayoría parlamentaria ni ha logrado un soporte suficiente en la sociedad para empujar las legislaciones cruciales, mientras no ha logrado salir del discurso de “crisis de seguridad”, a pesar de múltiples concesiones, que ha logrado imponer una oposición política y mediática implacable.
Esta situación de bloqueo obliga a discurrir sobre la articulación de los dos años que quedan de gobierno de Boric y la preparación de una nueva mayoría de gobierno que pueda emerger de las elecciones de 2025. Una que sea alternativa a la derecha aliada a la extrema derecha y que relance los avances progresistas en la sociedad chilena.
El presidente de la Democracia Cristiana, Alberto Undurraga, ha hecho un planteamiento: «lo que propongo es que acordemos dos candidaturas presidenciales, una del Frente Amplio y del PC y otra del Socialismo Democrático y de la DC, además una lista parlamentaria común que enfrente a la derecha. Entonces, que diriman estas dos opciones en primera vuelta y sea la ciudadanía la que elija con una lista parlamentaria común para darle soporte a quien gane en primera vuelta». Pero hay dos problemas. El primero es que no se compromete claramente a votar en segunda vuelta por una lista FA-PC si ésta pasara a esa instancia. Si gano me apoyas, si no gano no te apoyo. ¿Qué acuerdo puede resultar de semejante propuesta? El segundo es que se sitúa en una perspectiva que Undurraga llama de «renovar la centroizquierda» y pone al PS como parte de una corriente de ese tipo. Pero ocurre que el PS es un partido que ha corroborado su adscripción a la izquierda en su reciente congreso de 2023 y que no concurrió en una lista de “coalición chica” con la DC, los radicales y el PPD a la elección de consejeros de mayo de 2023, sino en una lista con el Frente Amplio, el Partido Comunista, los regionalistas, los liberales y Acción Humanista.
El PS no dejó de ser de izquierda cuando construyó acuerdos para gobernar con presidentes de la DC entre 1990 y 2000 y luego con presidentes de sus filas entre 2000 y 2010 en la Concertación, un entendimiento de partidos de izquierda y de centro. Tuvo el sentido de permitir en la salida de la dictadura avances en derechos humanos, crecimiento, empleo, logros sociales e infraestructuras (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/…/sobre-critica-y…), en base a muchas luchas. Pero no se logró salir de todas las trampas que mantuvieron una democracia semi-interdicta y un modelo económico híbrido que disminuyó poco la desigual distribución del ingreso (https://drive.google.com/…/1CDflAeewAwl6OI34PaZWnA…/view) y aumentó la concentración y la fuga al exterior de la renta minera (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/…/la-renta-minera…). Esto obligaba a buscar nuevas perspectivas políticas.
Mantener diluidas las identidades y los proyectos terminó por no servirle a nadie, lo que ocurrió equivocadamente después de 2006, especialmente en materia económica. La fórmula inicial cumplió su ciclo y su prolongación terminó en un gran distanciamiento con la ciudadanía en temas de orientación de su política y de método de gobierno. Esto dio lugar, entre otras cosas, a la emergencia de nuevas fuerzas partidarias ante la frustración social creciente, especialmente de los jóvenes. Después de 20 años, la derecha llegó democráticamente al gobierno en 2010, lo que no ocurría desde 1958. Un primer intento de salir de la impasse fue agregar al PC a una nueva coalición, lo que permitió gobernar a la Nueva Mayoría en 2014-2018, pero sin cambiar la situación fundamental de ausencia de acción consistente tras un proyecto transformador, agravada por una gran falta de cohesión. Y se produjo la vuelta de la derecha al gobierno y la grave y cuestionadora ruptura social de 2019 y luego la pandemia, con sus turbulencias y el giro de la ciudadanía hacia el apoyo a una nueva generación progresista. Esta creó esperanzas, pero fracasó en su mandato primordial de lograr una nueva constitución y de reorientar el modelo de desarrollo, dando lugar a un avance de la extrema derecha. Esto es lo que ahora no tiene sentido prolongar, y lo que hace valioso el esfuerzo de Undurraga.
Pero no se requiere de una «centroizquierda» conectada a los grupos que se aliaron a las oligarquías económicas. Algunos rompieron con sus partidos y crearon unos nuevos situados a la derecha (“demócratas “ y “amarillos”, que cuentan con ex dirigentes de la DC, el PR, el PPD y el PS que terminaron por transparentar sus posiciones). Son los que procuraron desviar un amplio apoyo social a cambios y transformaciones postuladas por las fuerzas mayoritarias de centro y de izquierda. Su objetivo ha sido, y sigue siendo, preservar un modelo liberal y elitario que requiere de una democracia limitada para sostenerse. Contrariamente a lo que equívocamente postulan, se trata de un esquema totalmente distinto a uno de tipo socialdemócrata (ver https://gonzalomartner.blogspot.com/…/quo-vadis…). Y que no difiere en temas fundamentales de los postulados de Matthei y Kast. Por eso están ahora aliados con ellos.
Lo que podría volver a dinamizar cambios progresistas en Chile es consolidar una «izquierda plural reagrupada y abierta al centro progresista» o un «centro progresista reagrupado y abierto a una izquierda plural», según la perspectiva de cada cual, en vez de intentar repetir una idea forzada de «centroizquierda» que terminó en una crisis social y política de grandes proporciones.
Gonzalo Martner