Dos años que han pasado volando
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Dos años han pasado desde que Gabriel llegó a La Moneda con el FA-AD y también blindado por los herederos de la concertación.
El asunto es saber si le queda algo de capital político al FA para seguir sosteniendo los necesarios anuncios proclamados durante la campaña, y anunciados antes desde las calles en esas notables batallas contra el lucro. En aquel decenio tembló la derecha, sus insignes colegios, sus máquinas de salud, verdaderos juguetes viejos nacidos para trabajar como máquinas traga monedas. Las cuarentonas y añosas cartas marcadas de las AFP ya en el suelo, y que desde el fracaso piden que las salven sus empleados en el parlamento.
Años gritando NO+AFP sencillamente para poder vivir dignamente. Nada.
No es posible negar ese ímpetu joven y transformador, aquel justo cuestionamiento al modelo neoliberal. Digno y correctas fueron las banderas contra la corrupción en aquel oscuro periodo de financiamiento ilegal de la política, donde muy pocos se salvaron. Las amenazas sostenidas fueron duras y blindadas por la consecuencia de los recién llegados. No es posible sentarse junto a los corruptos dijeron, a los que no hicieron nada por Chile durante treinta años. Lo firmaron.
Los nuevos en su recorrido desde la calle hasta el congreso también fueron dejando sus propios muertos, abandonando a sus organizaciones que los levantaron con justos motivos. La histórica Fech ya no causa el susto a la academia, la Confech es sencillamente un timbre con una hoja bajo el brazo transitando muerto en vida. Llegaron sin corbata y un poco vanidosos también, sabiendo que la política ya estaba instalada con su recorrido y librado batallas contra sus adversarios.
El actual gobierno se instaló con un capital político construido con propuestas vestidas de nuevas, pero con la herencia de las batallas dadas por las organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos que vienen desde mucho antes, trabajo realizado desde la izquierda.
El cobre ya está nacionalizado, ahora la batalla es por el litio.
El diputado Winter no comete pecado político cuando afirma que se ha producido un debilitamiento ideológico en el gobierno. Se bajó el dedo acusador contra el sistema y los acuerdos son objetivos que posiblemente una vez alcanzados sean lo mismo. La justicia social no es asunto baladí en la política seria, es la madre de todas las batallas a ganar. No es suficiente declamar ante las grandes mayorías que se es socialista, si la batalla contra tus adversarios es la aceptación de la injuria, la mentira, el desprecio y aquel enfermizo odio de clases.
En la actual batalla política que está en el mercado de las negociaciones, es el programa en oferta, o los pilares ideológicos que lo sostienen. Demostrado está que el actual proyecto ensalzado por la derecha no da respuesta a las grandes demandas y urgencias de millones de chilenos. Ellos están del lado de los salarios bajos, ahorro individual para llegar a viejos, pagar por la salud para poder seguir viviendo, y educación segmentada para un país donde cohabitan ricos pocos y pobres muchos.
En la actual realidad política es un error entregar todo lo escrito en la calle y la plaza pública para convertirlo en un elemento de intercambio para mostrar que algo se gana, y que la derecha está también dispuesta a mostrar su sensibilidad social. El FA nace con su perfil empujado por una urgente necesidad de cambios profundos, o los pasos para avanzar en cuestiones como invitar a la instauración de un nuevo modelo de desarrollo económico, político y social, donde sean las organizaciones sociales la que ordenadamente vayan implementando los logros alcanzados.
Ese llamado no se ha escuchado y es fundamental hacerlo. El silencio pavimenta las ansias de la derecha para volver a ser gobierno.
El llamado para hacer del FA el partido más grande de Chile, no tiene sentido si se olvida de incorporar como protagonistas a las organizaciones sociales. Nada se habrá aprendido del arte de la política si no logra instalar en el muro de la historia a la derecha como lo expone Francisco Vidal. La tarea es dejarlos desnudos con sus negaciones obtusas para hacer un mejor país.
Que el pueblo los vea de cuerpo entero, desde sus tantos alcaldes corruptos y adoradores de los becerros de oro.
La derecha no tiene complejos.
Se arrodillan entre ellos como lo hicieron UDI/RN/EVOPOLI/AMARILLOS/PDC y otros ante los republicanos en su fracasado proyecto constitucional que el pueblo rechazó. Esa foto hay que guardarla, ellos actúan como uno sólo, cantan juntos, usan corbata y votan iguales. La derecha olvidó la paliza recibida y los vencedores guardaron los números en algún cajón del segundo piso.
Avances se han logrado y las cuarenta horas es un triunfo inapelable. Un salario mínimo digno que la derecha votó en contra. El presidente no es un administrador, es el presidente que le habló a un pueblo esperanzado. Que le ganó a la derecha y a su extremo republicano, esa fuerza sigue exigiendo los cambios prometidos sin descanso. Y si los acuerdos no se alcanzan para asuntos mayores entonces hay que volver a que el pueblo ejerza su voluntad. Cuando el parlamento no es capaz de apurar su oficio por el pueblo entregado, que sea la plaza pública la que entregue la fuerza necesaria.
La pérdida del capital político del presidente y de los partidos en el gobierno no constituyen la derrota del movimiento popular, ese es otro asunto.
Pablo Varas