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Theodoro Elssaca, “Tribu de la palabra”

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Nada más universal que la palabra tribu. De ahí somos todos y desde donde arranca la historia de la humanidad. Empezando por los poblados del antiguo Egipto, las cuevas de Altamira a ciudades enterradas bajo la arena. Miles de ellas perdidas, algunas inmersas en la mar. Tribus afincadas en la tierra o en permanente movimiento, tras la humedad. Milenios de historia, yendo de un continente a otro. Las huellas se han convertido en olvido.

El poeta chileno Theodoro Elssaca, en su reciente publicación, “Tribu de la palabra” aborda el tema y asume el compromiso, al alejarse de la racionalidad de occidente. Un riesgo, el cual asume, pues su lenguaje, rico en metáforas e insospechados giros del idioma, alumbran cada poema. Luz venida de lejanas constelaciones, que se aproximan a nuestro planeta. Su mirada de rapsoda y quehacer, adquieren ahora energía, la cual brota de las entrañas de la tierra. Sube hasta el cielo y se confunde con la Vía Láctea.

Theodoro Elssaca

En las 312 páginas de esta “Tribu de la palabra”, donde se privilegia la belleza de la edición, asistimos a un festival de creatividad. El poeta, cuentista y viajero del Arca de Noé, navega en regiones, donde habita la memoria. Recorre los rincones de ciudades, sumidas en el olvido y a punto de desaparecer. Nada le es ajeno y en su pupila se refleja esta búsqueda. Pueblos abandonados por las pestes o destruidos por las guerras. Cementerio de una civilización extraviada, cuyo destino es eclipsarse. Nada de la geografía le es ajeno y los poetas que admira, renacen desde las cenizas. A infinidad de ellos les dedica una trova. Largas jornadas de un viaje inesperado, donde escribe: “Pasarán meses o años y retornarás para leer esos lejanos versos perdidos y comprobar si resisten el tiempo”. Pág. 195.

Theodoro Elssaca, conocedor de la geografía de los cinco continentes y otros parajes que no figuran en los mapas oficiales, recrea mundos donde la palabra apenas se conoce. Al ser el vate miembro de una tribu afincada en Medio Oriente, su visión del mundo adquiere amplitud, compromiso y sabiduría, heredada a través de los milenios. Caravanas que han recorrido las anchuras del mundo, llevando la cultura de un extremo a otro, las especias del lenguaje. De ahí brota la singularidad de su luminosa poesía; cuentos, haikus y ensayos. Calidoscopio de obras o manantial de enjambres, cuya amplitud y belleza, lo convierten en un creador, de reconocida originalidad.

Su nombre en estos últimos meses, se incorpora a la candidatura al Premio Nacional de Literatura de Chile, el cual se otorgará en septiembre de este año. Escritor fecundo, cuya obra desde hace años, gravita en la poesía castellana, la cual, en sus manos, ha sembrado semillas en las nuevas generaciones.

 

Por Walter Garib

 

 

 

 

Walter Garib

Escritor

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