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Los principios del Frente Amplio olvidaron el fundamento económico

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La reciente declaración de principios del Frente Amplio (FA) propone buenas ideas, de carácter progresista, pero tiene una gran debilidad: la falta de una base real de sustentación, la inexistencia de una fundamentación económica, que haga efectiva su implementación.

Las formas de producción y reproducción económica son las que determinan en última instancia el resto de los componentes de la vida social, como las relaciones entre las clases sociales, las instituciones políticas, las formas jurídicas, etc. Es lo que permite identificar desigualdades y luchar por una distribución más justa de la riqueza y el poder.

Por ello es tan importante incluir en una propuesta política de principios, en primer lugar, una definición económica.

Las ideas propuestas de democracia, socialismo inclusivo e igualitario, libertad, ecologismo, descentralización, redistribución del poder y la riqueza requieren de un fundamento material que les de viabilidad, lo que se encuentra ausente en el documento. Ese fundamento material radica en el proyecto económico al que se aspira y muy especialmente en el modelo productivo.

Por ello sorprende que en el texto no exista una palabra crítica contra el neoliberalismo ni se sugiera el modelo económico al que se aspira. No basta con agitar algunas ideas progresistas en los planos social, territorial, político y cultural, para favorecer cambios en una sociedad, ya que esas transformaciones requieren un nuevo modelo económico.

Es el modelo económico, con sus formas productivas y la política económica que se implemente lo que nos permite entender cómo se distribuyen el poder, los recursos y las oportunidades en una sociedad determinada. No basta entonces con hablar por ejemplo de democracia directa, socialismo inclusivo, descentralización y redistribución del poder y la riqueza si no se propone un modelo económico alternativo al neoliberalismo, actualmente existente.

En efecto, como se ha dicho hasta el cansancio el modelo económico neoliberal, con sus formas de producción y la política económica que se han impuesto en el país, no sirve a todos los chilenos. Por ello, la nueva propuesta del Frente Amplio unificado debiera ofrecer un modelo económico alternativo al neoliberalismo. Y, en sus principios ello no está presente.

La estructura productiva basada en el extractivismo de la minería, pesca y agricultura, junto al comercio y los servicios (especialmente con las AFP, ISAPRES y educación segregada) ha servido para entregar cuantiosas rentas a unas pocas familias, generando escaso empleo con bajos salarios, lo que ha favorecido la informalidad y la sobreexplotación de la naturaleza.

Los países que, como Chile, fundamentan su base productiva en los recursos naturales pueden crecer, pero no desarrollarse. Presentan serios desequilibrios económicos, regionales y sociales (entre el capital y el trabajo y entre grandes y pequeñas empresas). Además, muestran inestables ingresos de exportación, dependiendo de los ciclos de precios de las materias primas y no generan estímulo para la innovación y transformación productiva, como consecuencia de una mentalidad rentista.

En consecuencia, si se propone un socialismo inclusivo e igualitario, descentralización y equidad regional, ecologismo y una redistribución del poder y la riqueza es imprescindible que los principios del nuevo partido del Frente Amplio señalen con claridad la necesidad de un nuevo modelo económico, que termine con el neoliberalismo, que avance en la superación del extractivismo y que impulse una política económica con un Estado activo promotor y regulador de las actividades económicas.

La base productiva para avanzar a un efectivo desarrollo, con descentralización, protección medio ambiental y redistribución del poder entre las clases y empresas grandes y pequeñas exige colocar a la industria en el centro de la actividad económica. Al mismo tiempo, la evidencia internacional revela que para mejorar las habilidades productivas y favorecer avances tecnológicos es necesaria la industrialización y, especialmente, mediante el desarrollo del sector manufacturero. El neoliberalismo ha bloqueado, o más bien destruido, el desarrollo industrial en Chile.

En realidad, la concesión generosa de los recursos naturales, como se ha dado en Chile, acelera su extracción y resta atractivo a otras actividades. Además, al concentrarse la explotación de los recursos naturales en sólo en algunas regiones impide el despliegue de las actividades económicas a lo largo de toda la economía, y afecta seriamente el medio ambiente, con impactos negativos en el mundo indígena y agricultores modestos.

Por otra parte, la política económica inactiva, con un Estado prescindente (subsidiaridad), ayuda a consolidar el extractivismo, inhibe la inversión en actividades de transformación y limita el desarrollo de las Pymes. A ello se agrega una política de comercio exterior de apertura indiscriminada al mundo que facilita la superexplotación para la exportación de nuestros recursos naturales.

En este dogmático caminar, que ha caracterizado a la economía chilena, ha acentuado el abismo productivo y, por tanto, la concentración de la propiedad y los ingresos en unos pocos: por una parte, se ha constituido un sector de punta moderno, que produce y exporta recursos naturales, acompañado de un extenso sector financiero; por otra parte, se ha atrofiado la producción industrial, con baja productividad y empresas pequeñas, incapaces de competir en el actual mundo globalizado. Así las cosas, nos encontramos frente a desafíos que el proyecto neoliberal no puede resolver.

En consecuencia, una verdadera propuesta de cambios necesita otro modelo económico capaz de diseminar los frutos del crecimiento entre las distintas regiones del país, entre grandes y pequeños empresarios y entre los trabajadores y dueños del capital. Ese nuevo modelo económico, asentado en la industria, es el que puede favorecer la descentralización, la innovación, la inversión en ciencia y tecnología y estimular, mediante una educación de calidad, una superior calificación de la fuerza de trabajo.

En suma, es preciso insistir, como lo han planteado los clásicos de la filosofía y el pensamiento económico, que la base material de nuestra sociedad, la forma en que se organiza la actividad económica es la que determina en última instancia la estructura social, las relaciones de poder entre las clases, las instituciones y la superestructura cultural e ideológica.

Por tanto, la propuesta de principios para el partido único el Frente Amplio debiera incluir el fundamento económico que caracteriza su proyecto. Porque es el que da viabilidad al proyecto transformador.

 

Por Roberto Pizarro

Fuente: El Desconcierto

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  1. Felipe Portales says:

    No sólo eso. El Frente Amplio virtualmente le entregó su gobierno al liderazgo de la Concertación al designar a connotados representantes de aquel en los Ministerios principales: Hacienda, Interior, Secretaría General de la Presidencia, Relaciones Exteriores y Defensa.

  2. Renato Alvarado Vidal says:

    >Las formas de producción y reproducción económica son las que determinan en última instancia el resto de los componentes de la vida social, como las relaciones entre las clases sociales, las instituciones políticas, las formas jurídicas, etc.

    Esto es justamente lo que se les atora a los «progres» reunidos en el Frente Amplio; esto es también lo que brillaba por su ausencia en el primer proyecto constitucional rechazado.
    En su denodado y muy posmoderno empeño por alejarse de los «grandes discursos», en realidad del único que buscan en la práctica alejarse es del socialismo marxista (¡Huy que susto!) y la mera noción de la lucha de clases les da todavía más susto, por lo que se esfuerzan en reemplazarlas por contradicciones étnicas, sexuales, ambientales, etc. las cuales ciertamente existen, pero son subordinadas a las condicionantes económicas.
    El discurso posmoderno, que en vez de clases sociales ve «identidades», lo que consigue es embrollar las cosas y desviar el análisis, un buen ejemplo de esto es la dichosa ley Lafkenche, que en vez de trabajadores del mar ve «indígenas» ¿Que pasa si el pescador o el que tiene sus cuelgas de choritos no es Ayancán sino Cárdenas o Almonacid? ¿Queda postergado en sus derechos y oportunidades? ¿Pasa a ser un trabajador de segunda categoría?
    Parece que ese viejo fantasma que recorre el mundo aún quita el sueño a nuestra burguesía recién reciclada.

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