Un jardín y una asamblea en la Plaza
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Estaremos unos cuantos más o menos de acuerdo en que octubre del 19 nos dejó con más dudas que certezas. He leído a algunos que tienen esperanza depositada en una futura algarada.
Crecí viendo cómo importantes acontecimientos históricos tomaban su tiempo en desarrollarse. Los gobiernos de Frei y Allende se gestan políticamente en el tiempo, no explotan de la noche a la mañana. Se van perfilando en la búsqueda y gestión de sus objetivos. Entre ellos la alfabetización del país, el desarrollo de la educación pública, la reforma agraria, la nacionalización de los recursos naturales, el gran impulso a la vivienda social.
En esos días de octubre pensaba y me animé a comentar que se había perdido una gran oportunidad, al encauzar la protesta eminentemente en vías violentas, pasando de protesta a estallido.
Si se hubiese optado, en vez de convertir la Plaza en un campo de batalla, por sembrar en aquel espacio ocupado, como símbolo, algunos árboles y plantas florales, y montar en torno una asamblea plural y diversa en busca de entendimiento y acción común.
Propuesta difícil de plantear a participantes, oyentes y espectadores. Plantar algunos árboles y plantitas y montar una doña asamblea política para ir avanzando. Al menos para ir conviviendo y conversando.
Como le escuché decir al sociólogo argentino anarquista Christian Ferrer, todas las modas cambian cada 20 años, lo permanente es la convicción generalizada de que la vida es una guerra interminable.
Desmentir en la vida cotidiana este dogma o creencia, fundamento consciente e inconsciente de la sociedad actual, con orígenes en el siglo XIII, creo que sería muy sano para cada individuo y un aporte necesario a la transformación social.
Por Pedro Armendariz
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