El pan nuestro de cada día
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Aun cuando la producción agrícola es un tema poco abordado habitualmente en los debates nacionales, la situación del trigo merece una mayor atención ciudadana, por su importancia en la actividad y producción agropecuaria, en la dieta de los chilenos, en las cuentas externas del país y en la seguridad económica nacional.
Actualmente, el trigo utiliza aproximadamente el 38 % de la tierra agrícola destinada a cultivos anuales, sin considerar hortalizas ni leguminosas. En otras palabras, una de cada tres hectáreas destinadas a cultivos anuales, está utilizada en la producción de trigo. Ningún otro producto agrícola tiene ese peso o esa ponderación en lo que respecta el uso de la tierra para cultivos anuales. Ese peso, en lo que respecta al uso de la tierra, está necesariamente correlacionado con el uso del factor mano de obra, lo cual convierte al sector triguero en un alto demandante de fuerza de trabajo. Además, hay que agregar que esa importancia en lo que respecta al uso de los factores le concede al trigo una alta importancia en la conformación de los precios agrícolas. El valor de los factores productivos en el sector triguero, condiciona en forma muy directa el precio de esos factores en el conjunto de la agricultura nacional, lo cual tiene obviamente incidencia en la formación de los precios de todos los otros productos generados en el campo chileno.
El trigo es, como todos sabemos, un insumo importante para la producción de harina y de pan, el cual es un alimento fundamental de la mesa y de la dieta de los chilenos. Lo que suceda con la producción de trigo tiene, por lo tanto, una importancia sustantiva en lo que respecta a la seguridad alimentaria. Podríamos, en esa materia, decir, en una forma necesariamente simplificada, que si se produce internamente un alto porcentaje del trigo que consumimos, estamos en una situación de alta seguridad alimentaria – nuestra producción y nuestro consumo quedan dependiendo de factores internos – y, por el contrario, si la mayor parte del trigo que se consume en el país se obtiene por la vía de las importaciones, entonces podemos decir que nuestro alimento fundamental queda supeditado a los vaivenes del mercado internacional y a las políticas económicas y geoestratégicas de los países dominantes en el escenario político, comercial y económico internacional.
La tendencia en los últimos años ha sido importar volúmenes crecientes de trigo, tanto porque los convenios de libre comercio que hemos firmado nos obligan a permitir la libre importación de ese cereal, como porque se ha asumido implícita o explícitamente que es favorable para el país al mantener bajo el precio de ese producto por la vía de las importaciones Así, en el 2013 se importaron 890.022 toneladas de trigo, por un valor de 308.024 millones de dólares, cantidades que aumentaron en 2022 a 1.141.184 toneladas, por un valor de 484.555 millones de dólares. Ello ha tenido como consecuencia que la superficie sembrada internamente con trigo se reduzca en forma sistemática, con el consiguiente perjuicio para los pequeños productores que son los que están en peores condiciones como para competir con el trigo proveniente de los países trigueros del mundo, que producen con altos niveles de rendimiento por hectárea. Por ello, de 238.410 hectáreas sembradas con trigo en el 2012-2013 se ha pasado a 193.613 hectáreas en el 2022-2023. Se acepta, como principio sacrosanto, que en el libre comercio cualquier empresa que no pueda sostener la competencia con los mejores productores, ya sean del propio país o del extranjero, tiene que abandonar el mercado. Eso ha sucedido con gruesa parte de la industria nacional y también con la agricultura triguera. Las consideraciones relacionadas con la seguridad alimentaria no han estado presentes, para Chile, en dicha organización de la producción y el comercio nacional e internacional.
Sin embargo, el mundo desarrollado viene de vuelta en materia de adhesión total y dogmática al libre comercio internacional. Se impone cada día cada día más, en Europa y en Estados Unidos, el principio de que cada país debe velar por su seguridad económica incluyendo en este concepto la seguridad alimentaria. Chile haría bien en platearse en esos mismos términos en lo que respecta a la agricultura triguera y al pan nuestro de cada día.
Por Sergio Arancibia