Rompiendo con la arraigada costumbre de la izquierda de dividirse hasta el infinito, el Frente Amplio (FA), compuesto hoy por dos partidos legales, uno en proceso de disolución y un movimiento; ha decidido conformar un solo proyecto, que se avizora más representativo, más complejo, más diverso en sus ideas y en su composición social y etaria.
Los desafíos de la nueva organización no solo se refieren a ser parte de la columna vertebral del gobierno actual, sino se relacionan también con la necesidad responder de manera práctica y concreta a las aspiraciones e intereses de millones de ciudadanas y ciudadanos que hoy no encuentran respuesta en las alternativas tradicionales a sus aspiraciones de una sociedad más justa, integradora, democrática y pacífica. La orgánica unificada debe evolucionar desde una impronta juvenil y de clase media ilustrada hacia una nueva fisonomía que logre conectarse con las clases populares y sus dolores: pobladores sin casa, temporeras agrícolas, comunidades migrantes, indígenas, trabajadoras y trabajadores dependientes de un empleo, trabajadores independientes devenidos en “emprendedores”, personas desempleadas o pensionadas. Esta conexión tiene que ser un proceso consciente, planificado e inducido desde el propio partido, y ese compromiso debiera concebirse como parte de la normalidad cotidiana de cada militante o dirigente.
El incremento de la desafección social, la violencia proveniente del crimen organizado, la inmigración no regulada y el aumento de la desconfianza hacia el sistema político, han conformado un cóctel difícil de sobrellevar para quienes proponen transformaciones. En ese contexto, la fusión de Convergencia Social, Revolución Democrática, Comunes y Plataforma Socialista es un aporte a la estabilidad democrática y fortalece una linea de ruptura con el orden social vigente, resaltando valores que hoy escasean, como: transparencia, protagonismo popular, probidad, fraternidad, igualdad o solidaridad, y que han sido parte constitutiva de las izquierdas.
Las ideas neoliberales impregnan la vida social y las instituciones, contaminando también a los partidos de izquierda. La lógica liberal tiene la fuerza de la ideología dominante y tiende a verse como la única forma posible de pensar y actuar. Por ese motivo es previsible una ardua disputa política dentro del nuevo partido entre quienes propiciamos una línea política con clara impronta de nueva izquierda y aquellos que todavía creen posible encontrar soluciones en el marco de las recetas liberales o social-liberales.
No basta con exhibir la etiqueta “socialista” para serlo. El nuevo partido debe conectarse con las mejores tradiciones de la izquierda, y vincularse con un marxismo libertario y no dogmático, como el que orientó en el pasado la acción de Luis Emilio Recabarren o Salvador Allende; asumiendo desde una óptica socialista luchas actuales, como: la acción feminista contra el patriarcado, la disputa por la preservación de los ecosistemas amenazados por la voracidad capitalista o la acelerada reconversión de los regímenes de trabajo producto de la automatización y la irrupción de la inteligencia artificial.
Rubén Andino Maldonado
Periodista y militante de Convergencia Social
03/02/2024
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El problema de fondo del FA no es ese. Es haber abandonado sus promesas electorales y haberse convertido en un virtual sexto gobierno de la Concertación, profundizando el modelo neoliberal y su inserción en la globalización mundial: TPP11; Tratado con la UE; rechazo al intento de Lula de reflotar Unasur; memorándum de entendimiento con Ponce Lerou en el litio, mantención de la política (más bien la falta de ella) del cobre; etc. Y, por otro lado, la subordinación a los poderes fácticos, manteniendo la política represiva hacia los mapuche; respaldando al comandante de Carabineros luego del anuncio de su formalización por violaciones de derechos humanos; etc.