Más allá de la derecha: ampliando la definición de “verdaderos chilenos”
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A raíz de las declaraciones formuladas por la ex presidenta de la Comisión Constitucional, Beatriz Hevia, en noviembre de 2023, respecto a los «verdaderos chilenos» y haciendo referencia a un periódico del norte de Chile (La Bandera Tricolor) datado en 1833, surge la interrogante sobre qué implica ser genuinamente chileno. Este análisis no es carente de complejidad, ya que la concepción de patria parece abordarse de manera tangencial en los discursos políticos, sin recibir la consideración que su esencia requiere. En un contexto político marcado por la descalificación y la polarización entre las élites políticas, así como por la desconfianza de la ciudadanía hacia sus representantes, se vuelve imperativo contar con elementos cohesionadores que propicien la unidad nacional en torno a valores compartidos.
Resulta patente que la categoría de los «verdaderos chilenos» no puede circunscribirse exclusivamente a aquellos que respaldan posturas antiizquierdistas, abogan por las clases altas, defienden la liberalización del mercado, experimentan nostalgia por la dictadura civil-militar y el general Augusto Pinochet, además de exhibir un conocimiento profundo acerca de la historia y cultura de Chile, y expresan amor y respeto por la bandera y los símbolos nacionales. Se torna pertinente la ampliación y destacado de otros elementos que enriquezcan esta concepción de autenticidad chilena.
En el contexto de esta columna, sostengo la trascendencia de incorporar el respeto por la diversidad como un criterio esencial. Un individuo que pueda reconocerse como un «verdadero chileno» debería ser capaz de valorar y respetar las variadas perspectivas y contribuciones de todos los ciudadanos, abarcando desde Arica hasta Magallanes, desde la cordillera hasta el mar, ya que Santiago no representa la totalidad de Chile. Además, subrayo la importancia de la participación cívica como un elemento de primordial relevancia. La activa implicación en la vida política, manifestada mediante el ejercicio del voto en procesos electorales, el acceso a información sobre asuntos de interés público y la participación en debates constructivos, constituye una contribución sustantiva al fomento del desarrollo y la salud democrática, consolidándose como una característica distintiva de aquellos individuos que pueden ser legítimamente identificados como «verdaderos chilenos».
Asimismo, la preservación del entorno natural de Chile y la conciencia sobre la importancia de la sostenibilidad se tornan cruciales para el bienestar del país. Un genuino chileno no comprometería el ecosistema en aras de lucro, comprendiendo la necesidad de salvaguardar los recursos naturales. En paralelo, destaco la relevancia de la educación y el desarrollo personal. La búsqueda del conocimiento y el crecimiento personal no solo benefician al individuo, sino que también contribuyen al progreso del país. Es esencial que los estudiantes en las universidades comprendan que su desarrollo personal repercute directamente en el crecimiento de la nación, trascendiendo la mera búsqueda de ganancias económicas.
Agréguese, además, la solidaridad y la ayuda mutua son aspectos que contribuyen al bienestar de la sociedad chilena. La preocupación por el prójimo y la participación en acciones beneficiosas para la comunidad definen a aquellos que pueden considerarse “verdaderos chilenos”. Además, la defensa y promoción de valores democráticos, el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión y la igualdad constituyen pilares fundamentales para el bienestar de Chile.
El cumplimiento de las responsabilidades cívicas y legales se erige como un imperativo crucial para el eficiente desenvolvimiento de las instituciones y, primordialmente, para salvaguardar la armonía y estabilidad de la nación. Lamentablemente, en esta esfera, se evidencia una carencia de correspondencia con las expectativas depositadas en políticos y empresarios. En última instancia, la reverencia hacia los símbolos patrios, como la bandera y el himno nacional, constituye una manifestación concreta de afecto hacia la patria.
La fugaz proposición por parte de un convencional, en cierto momento temporal, de alterar la denominación de la entidad nacional, constituyó un error de magnitud considerable, desacreditando de esta manera al movimiento social que buscaba transformar la nación a lo largo de un extenso periodo. Los símbolos nacionales, en consecuencia, ostentan una manifestación palpable de afecto hacia la patria, una enseñanza que la izquierda radical debería asimilar. Es imperativo tener en cuenta que asuntos como patria, bandera o himno no necesariamente implican una connotación asociada al «fascismo» (expresión de ambigüedad semántica amplia), a pesar de que algunos aún no hayan aprehendido esta premisa; es fundamental reconocerlo.
Resulta pertinente recordar que la Unidad Popular utilizaba los símbolos nacionales para el desarrollo de la “vía chilena al socialismo” sin generar la reticencia que ahora suscita en la izquierda. No obstante, es innegable que la apropiación que llevó a cabo la dictadura civil militar de los símbolos nacionales arrebata la patria a la izquierda. Por consiguiente, la izquierda debe emprender la construcción de una nueva narrativa a través de la noción de “patria justa”. Entiendo por “patria justa”, en términos generales, a la idea de construir una nación que sea caracterizada por la justicia social, la equidad, el respeto a los derechos humanos y la igualdad de oportunidades para todos sus ciudadanos. Esta narrativa, de manera imperativa, debería ser adoptada por la administración encabezada por el presidente Boric y la totalidad de la coalición de izquierda, con miras a redirigir de manera electoral y política a la izquierda en el actual contexto de crisis de representatividad que atraviesa nuestro país.
En síntesis, los «verdaderos chilenos», una expresión que abarca un ámbito más extenso que la formulada por Beatriz Hevia del Partido Republicano, no se sustraen a la consideración de críticas constructivas, ni eluden el reconocimiento de los desafíos inherentes a la realidad chilena; por el contrario, se comprometen activamente en la edificación de un porvenir más auspicioso para el conjunto de la ciudadanía. En consecuencia, no deberíamos aguardar a que un forastero resalte las virtudes arraigadas en el corazón de Chile.
Fabián Bustamante Olguín