La constitución de todos y la casa de todos
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Boric habló de “consenso” y dijo “quienes triunfan en una elección no pueden prescindir ni ignorar a quienes son circunstancialmente derrotados.”
Es cierto, se les considerará, aunque no todos queremos hacer el mismo país. Unos quieren un país en que haya trabajo digno y bien remunerado, salud y enseñanza gratuitas y de buena calidad para todos y muchas cosas más. Otros quieren un país para ricos, elegante, sin rotos que vivan cerca, en que puedan ganar lo que quieran porque todo será privado y todo enriquecerá más a los capitalistas. Y ese es el país que tienen, porque con la dictadura y después de la dictadura, siempre han gobernado ellos.
La Declaración Universal de Derechos Humano dice en su artículo Primero, que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y (…) deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Esta igualdad no es verdad en la práctica ni tampoco los seres humanos se comportan fraternalmente los unos con los otros. Yo, por ejemplo, no siento ninguna fraternidad con la derecha y por lo tanto violo todos los días el primer artículo de la Declaración Universal y no me pasa nada y a ellos tampoco. Es que no todos los derechos humanos son iguales. No es lo mismo violar la fraternidad que proclama el artículo Primero, que violar el artículo 5 que prohíbe la tortura y los tratos inhumanos, crueles y degradantes, como hizo el pinochetismo al que algunos todavía defienden.Y esa defensa se va a prohibir en el gobierno del pueblo, y no será imponer una dictadura, sino establecer la mínima decencia que debe imperar en cualquier lugar.
Los gobiernos, las constituciones y las leyes no son las de todos, deben ser las de las grandes mayorías, en eso consiste la democracia. Y si la mayoría está constituida por los más pobres, explotados y desposeídos, lo que habitualmente se llama pueblo, habrá que aceptar el gobierno del pueblo. Porque los ricos (burgueses se decía antes) son la minoría y no tienen por qué imponernos sus intereses. ¿Conocen ustedes algún país en que haya más millonarios que pobres o más gente que gana millones y muy pocos que pasan hambre? No lo creo.
Las constituciones no cambian nada. La vida de la gente sólo la puede cambiar quien tenga el poder, que no es el presidente que ganó las elecciones. El poder lo tiene la clase social que es dueña del dinero, de la prensa y que cuenta con el apoyo de las fuerzas armadas.
Salvador Allende no provenía del pueblo, su familia era de clase media alta pero no era gente rica. Y él era un hombre que amaba al pueblo, las gentes más pobre del pueblo eran sus compañeros y para nosotros siempre fue el compañero presidente. Después de la dictadura, ningún presidente ha sido un compañero. Siempre buscando acuerdos y consenso con la clase capitalista, con los ricos, con los poderosos.
Por ejemplo, esto es lo que ha dicho al respecto doña Michelle Bachelet:
“La única forma de lograr un mejor futuro para nuestro país es recuperando nuestra capacidad de alcanzar acuerdos transversales en muchos ámbitos”
Y Gabriel Boric anda diciendo casi lo mismo: “El país lo hacemos todos y todas…” y bla, bla, bla
Pues los consensos siempre han sido un desastre que beneficia a los poderosos. Lo que se debe sostener es que las minorías tienen que someterse a las mayorías y aceptar vivir en el país de éstas. Es decir en un país en que mande el pueblo, no los capitalistas o burgueses. Y eso es bueno, porque si la educación pública es gratuita, todo el mundo va a tener la educación mínima y todos los niños podrán jugar juntos y convivir fraternalmente, como quiere la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y no todas las casas van a ser iguales, unas serán mejores que otras si alguien las quiere pagar, pero en todas habrá luz barata, agua potable y calefacción gratis.
¿Y con qué plata se va a hacer todo eso? preguntarán ustedes. Pues básicamente con la plata del cobre que es muchísima, con la plata del litio como lo están haciendo en Bolivia o con las ganancias de otras industrias y empresas públicas. Ni siquiera habría que expropiar el cobre, se pueden anular las concesiones porque son inconstitucionales, incluso contrarias a la Constitución de la dictadura y por otras razones que no puedo explicar ahora para no alargarme.
Con todo esto lo único que quiero decir es que no todos somos iguales y nunca lo seremos, pero que en una verdadera democracia jamás habrá las enormes e irritantes diferencias que hay ahora. Seremos un poco iguales, a nadie se le privará de lo esencial para vivir y todos viviremos lo suficientemente bien y nadie vivirá MUY mal. Y todos estaremos cada vez mejor porque el país irá prosperando y la prosperidad se repartirá entre todos.
Entonces sí podremos hacer una Constitución para todos, con representantes elegidos por el pueblo, que es el constituyente originario, como nos enseñó el querido compañero Gustavo Ruz Zañartu.
Y repito como siempre: Vamos, que sí se puede o más bien SÍ SE PODRÁ.
Por Margarita Labarca Goddard
Margarita Labarca Goddard says:
Sí, la tal centro-izquierda ha hecho una política de derecha. Pero hay mucha gente de izquierda que no está en los partidos políticos, ya sea porque nunca militó o porque dejó de hacerlo. No se puede hablar de «la izquierda», como hacen muchos, sino de «las izquierdas». Yo confío en las izquierdas sueltas, independientes, anticuadas quizás, pero reales. Las que aparecieron en el estallidos de 2019 y que volverán, porque tenÍan una consigna magnífica que lo resume todo: DIGNIDAD.
Felipe Portales says:
Desgraciadamente, desde 1989 nuestra «centro-izquierda» no ha hecho otra cosa -¡luego de haber sido electa seis veces a la Presidencia de la República!- que legitimar, consolidar y «perfeccionar» el modelo neoliberal impuesto por la dictadura con su Plan Laboral, AFP, Isapres, ley minera, sistema tributario, etc. etc. Y ahora mismo con su integración al TPP11, la suscripción solitaria de un Tratado con la Unión Europea, y el «premio» del litio a Soquimich y Ponce Lerou.