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Dos modelos de sociedad irreconciliables

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Después de los dos plebiscitos recientes  se constata una división entre dos modelos de sociedad incompatibles y excluyentes. Uno es representado por el llamado Estado Social de Derechos (o Derecho), el otro por el Estado Liberal, en Chile conocido vulgarmente como Estado Subsidiario. La Constitución actual representa el segundo de estos modelos: el Estado Subsidiario. Esto no es así por casualidad. El Estado está organizado y dirigido por la clase social dominante y minoritaria de los más ricos del país. El concepto de sociedad expresado en la Constitución actual es el suyo.

Siendo antagónicas  estas dos concepciones, no es fácil discutirlas y menos consensuarlas. No se pueden consensuar posiciones extremadamente diferentes. Ni siquiera el acuerdo alcanzado por el Congreso para definir «los bordes» para el último Plebiscito es una excepción de esto. Estos fueron definidos por un Congreso cuya gran mayoría estuvo y está de acuerdo con el modelo subsidiario existente durante cuarenta años con apenas algunas modificaciones menores. Su propuesta no podía entonces ser muy diferente. Recuérdese además que fue el propio gobierno de Boric quien le quitó  el piso -veladamente –  a la propuesta de la Convención Constitucional antes de ser votado el primer plebiscito. Una propuesta de Estado Social de Derechos donde se enfatizaban estos derechos para  la Mujer, las minorías y los Pueblos Originarios entre otros. Para ellos tanto como para la Oposición, esa propuesta era «radical», «refundacional», «partisana», «extrema», tenía «excesos», etc., tal como lo han expresado todos ellos después. Desde el Presidente Boric hasta Kast. Como si a la actual no se le aplicasen todos esos adjetivos y más!

Simplificando mucho la siempre compleja realidad dados los factores económicos, sociales, culturales, educacionales y religiosos que la determinan, vemos que de un lado en estas propuestas estuvieron los grandes empresarios que quieren un país a su medida. Apoyados por sus partidos políticos, sectores de la Clase Media y también pobladores. Sin impuestos ni cortapisas del Estado para los negocios, sin mas plan que aquel dictado por el Mercado, donde predominan los intereses de los más ricos entre los ricos. Crecimiento antes que desarrollo, dos cosas muy distintas. La economía prácticamente privatizada en todo aquello donde ese Mercado encuentra posibilidad de lucro. El Estado existe para normalizar y apoyar económicamente ese modelo: una tributación muy baja, mínimos o inexistentes royalties mineros, subsidios de todo tipo a la industria, tratados internacionales para vender barato nuestros recursos naturales, etc. Y además un Estado dispuesto a reprimir violentamente cualquier intento de cambios profundos.

Del otro lado, están en general todos los que trabajan por un salario o sueldo. Estos quieren al igual que los empresarios, un Estado que los apoye en prioridad. Quieren justicia y equidad. En su gran mayoría no tienen más que su fuerza de trabajo manual o intelectual para vender. Algunos pocos se venden mejor. Pero la gran mayoría de millones de chilenas y chilenos se vende por un sueldo mínimo con el cual hoy no se vive. Sus intereses, conscientes o no, son profundamente diferentes de aquellos de los dueños del capital y las empresas.

Todavía está en este esquema simplificado la clase media, que va desde los pequeños y medianos propietarios, comerciantes y agricultores hasta funcionarios públicos y empleados de servicios diversos cuyas preferencias sobre estos dos modelos son variables en el tiempo. Como cualquier clase social, se inclinarán de un lado o del otro dependiendo de sus expectativas económicas y también de sus valores ideológicos. Lo que los sociólogos llaman hoy «el voto variable». Fue así que votó en los dos plebiscitos por dos modelos diferentes.

Los intereses de los asalariados en este conjunto tampoco son los mismos de la clase media que apoyó la opción En Contra. Pero de tan antagónicos con los intereses de estos del gran capital, aparecen unidos en favor del Estado Social de Derechos.

La rebelión del 18-O había obligado al gobierno de Piñera a recurrir a todos los partidos del Congreso para buscar una solución que terminara con la protesta social. Y diseñaron el proceso constitucional del cual termina ahora una primera fase. La clase dominante, con el saldo de muertos y mutilados de su exclusiva responsabilidad en una mano y la zanahoria de la oferta constitucional en la otra, ha conseguido, sin cambiar nada, que los trabajadores dejaran de lado la protesta, volvieran a su pobreza y la vida aparentemente continúe como si nada hubiese ocurrido. Ni siquiera ha habido aquí gatopardismo. Cambiar algo para que nada cambie. Porque no se ha cambiado nada. Todo sigue igual. Incluida la propia Constitución. Las demandas más sentidas de la población continúan inalterables[i]. Una clase entera de políticos profesionales que la gente pedía que se fueran siguen ahí y ahora envalentonados algunos y frustrados otros con los últimos resultados plebiscitarios. Abusos, robos, colusiones, cohecho, nepotismo e injusticias de todo tipo. Todo eso continúa igual. O peor. Cada día se descubre un poco por todos lados la corrupción existente en este país cuya clase dirigente ha vendido por décadas en A. Latina la falsa idea de ser este un país serio y probo. Donde «las instituciones funcionan». Sí, funcionan. Para los más ricos.

Aquello que la clase dominante añora es «el orden y la estabilidad que da confianza y seguridad a los mercados». Esto, porque las empresas y cualquier negocio no funciona sin trabajadores dispuestos a venderles su fuerza de trabajo. Obligados a hacerlo. Tienen una familia que alimentar y educar, aún sabiendo que los explotan. Pensando no haber otra solución a sus vidas, deben aceptar la realidad.

El problema para la clase dominante es que ese orden y estabilidad económica y social que buscan y tal como lo demuestra la historia reciente, no la encuentran. Las declaraciones y entrevistas a los grandes empresarios chilenos por estos días dan cuenta de la búsqueda de ese orden y estabilidad, particularmente perdidos desde el 18-O. De allí que el que fuera hasta el último plebiscito líder incontestable de la Derecha J. Antonio Kast, interpretando correctamente el sentir de los empresarios, diga que el daño causado a Chile por el estallido social es profundo y el país  demorará mucho tiempo en recuperarse. Como siempre Kast miente. La economía chilena se ha recuperado del efecto Covid mejor que muchas otras y aunque crezca lento, crece, como lo demuestra un reciente artículo de Sergio Arancibia en este medio[ii]. La Derecha hoy se prepara agresivamente para rechazar la muy mínima reforma tributaria que ha presentado el Gobierno. Hasta están en contra de la legislación contra la evasión tributaria. Tienen razón para hacerlo. Una abrumadora mayoría de las empresas chilenas si no todas, cometen ilegalidades porque no pagan los impuestos que les correspondería. Un hecho comprobado.

 

El Capitalismo se muestra incapaz de proporcionar una solución económica y social estable,  duradera y de paz entre los pueblos. Véase cualquier país del Capitalismo hoy. Del desarrollado y del subdesarrollado como el chileno. Crisis de la cual ya llevamos bastante tiempo. Períodos de crisis que la clase dominante aprovecha para enriquecerse aún más. No todos ellos, porque la riqueza inexorablemente se concentra cada vez en menos manos haciendo añicos el manido argumento de un supuesto «mercado libre y eficiente».  Después de la crisis mundial de 2008-2009 generada por el capitalismo estadounidense, los ricos terminaron mas ricos. Tal como lo han sido ahora con la crisis del Covid. Esto significa menos competencia y menos mercado libre, echando por tierra el viejo argumento que este sistema genera una economía más eficiente.

Pocas ideas tiene el Capitalismo hoy para resolver la crisis de legitimidad que tienen los sistemas de Democracia que lo representan. Sus últimas proposiciones son aquellas del llamado «liberalismo-libertario» o simplemente «libertarios» que surge como propuesta política e ideológica de la Derecha mundial. Amenazada por la eterna tasa decreciente de ganancia, aprieta aún más económicamente a los trabajadores y convierte en negocio hasta el aire que respiramos. Aquí libertario se traduce como la más absoluta y total libertad de negocios y comercio. Más bien debería llamarse «capitalismo-libertario». Y social y culturalmente todo es el individuo, el individuo y solo el individuo. El Estado solo está para ayudar las empresas en sus malos negocios (las leyes de quiebra por ejemplo no son otra cosa que eso), o para «nacionalizar» la deuda privada externa de tanto en tanto tal como lo hace Milei en Argentina estos días y como se hace en Chile de vez en cuando. Se acaba la responsabilidad social del Estado. En la economía y la vida social en general. No importa que este modelo aplicado en Chile durante 40 años con menos intensidad que la proponen los «libertarios» haya dado los resultados socio-económico desastrosos que se conocen donde por ejemplo la mitad de los trabajadores ganan el «sueldo mínimo», eufemismo para definir un salario paupérrimo que no alcanza para llegar a fin de mes. Miserable realidad que viven los trabajadores y otra excelente oportunidad de lucro para la banca. El crédito del que obligadamente viven las familias chilenas y sus deudas impagas dan cuenta del fracaso de este modelo para la sociedad.

Esto, para no hablar de la enorme desigualdad de oportunidades de vida, salud, educación y prosperidad entre las personas. Esa falta de libertad de las mayorías que defienden los «libertarios». Estos hacen creer a la gente que solucionarán esos problemas con sus políticas. Lejos de eso. Puesto que este modelo ha sido un éxito para los más ricos, ellos se proponen profundizarlo. Milei por estos días ha decretado un paquete legislativo que es una buena muestra del manual del «libertario». Favorable a los ricos, un desastre para los trabajadores.

La propuesta del conjunto de la Derecha chilena – toda ella – en el último Plebiscito estaba a tono con las ideas de Milei. Una propuesta para los ricos, la que se sabía por esto que no gustaba a la mayoría de los chilenos. De ahí que hayan convertido la campaña por el Plebiscito en una campaña contra el gobierno de Boric.

Digamos de paso que Milei no ha necesitado más que una semana para desdecirse de toda su propaganda, que resultó ser más falsa que los 100.000 puestos de trabajo «de calidad» de Piñera. Veamos. El cierre del Banco Central. Nones. La «dolarización» de la moneda nacional. Nones. El cierre del comercio con China y Brasil. Nones. La emisión de dinero por parte del todavía existente Banco Central. También nones. Un mentiroso confirmado, el que sí ha anunciado solo medidas contra los trabajadores y sus intereses. Además de crear de inmediato el miedo mediante amenazas de represión. El propio Milei se sentaba en el puesto de vigilancia electrónica de la policía bonaerense para que todos lo vieran, observando y tomando nota de los manifestantes a quienes se les amenaza con cortarles las ayudas sociales que reciban. Un Presidente «libertario» para ver en persona a quien hay que negar la libertad de expresión utilizando el aparato represivo del Estado. Esa es la verdadera cara de los «libertarios» y los intereses que defienden detrás de su discurso populista. Libertarios. Libertad de comercio. La única que interesa a los ricos. Libertad para apropiarse de todos los recursos nacionales.

Esta es la propuesta de la Derecha en estos tiempos. Defensa a ultranza de los más ricos y dura represión a los trabajadores si es necesario.

 

Posterior al último Plebiscito el Congreso Nacional, consciente ahora que tiene un problema no resuelto en esta materia y que puede salirse de madre en cualquier momento, intentará vía reformas a la actual Constitución, elaborar también un modelo constitucional, donde su base serían los «bordes» acordados para el trabajo del último plebiscito. Esto, porque aunque todos los partidos políticos declaren que el proceso constitucional está cerrado, en verdad saben que no lo está. Solo han conseguido una tregua -aparente – en la crisis que se vive. Y aunque las urgencias de la población son otras, la discusión constitucional seguirá por esto su curso.

El Pueblo está interesado con urgencia en que el gobierno resuelva los problemas más agudos de Salarios, Pensiones, Seguridad y Salud. La causa estructural de estos problemas está principalmente en el tipo de sociedad que tenemos cuyo marco jurídico es  la Constitución. No es por nada que en la cresta de la ola de la Rebelión del 18-O, se levantó nuevamente la ya existente petición de una Asamblea Constituyente, para exigir también una nueva Constitución. El mensaje de que «el neo-liberalismo muere ahora» expresaba justamente esto.

La lucha por las urgentes reivindicaciones populares depende que el Pueblo y sus organizaciones levanten ahora un Programa capaz de entrar en la arena política con éxito. Lo que supone necesariamente definir un nuevo modelo de sociedad, el que pueda resolver  estructuralmente estos problemas en un proceso que no será breve. Claro, primero hay que ganar el Poder político antes de pensar en exigir un nuevo proceso constitucional. Y para esto se requiere una organización política, un movimiento o un conjunto de ellas que luchen por estos objetivos.

Las ideas específicas de un programa político de gobierno, a pesar de ser pensadas para el corto y tal vez mediano plazo, tienen en su trasfondo las ideas de largo plazo que caracterizarán la sociedad hacia la cual queremos llegar.

Por esta razón, si el Pueblo pretende no ser ignorado nuevamente en estas decisiones fundamentales, es necesario y urgente discutir y levantar una tercera alternativa de sociedad que surja desde las organizaciones populares de base y sirva al mismo tiempo de guía coherente para elaborar un Programa Político de acción.

Desde hace algún tiempo se discuten ideas de un modelo de sociedad que sea  Socialista y Democrático donde se fomente la libertad y la prosperidad de todos y se rechace cualquier forma de poder autocrático. Se trata de un conjunto de ideas donde se han incorporado al concepto clásico de Estado Socialista la Democracia como forma de gobierno y elección de los poderes públicos, la defensa estricta del Medio Ambiente, la Equidad de Género y el respeto de las minorías; el reconocimiento cabal de los pueblos originarios y sus derechos, o las ya conocidas defensa de la independencia económica del país y el concepto de autodeterminación de los pueblos. En este modelo los medios de producción estratégicos están en manos del Estado coexistiendo con un área privada de la economía. Esto es, una infraestructura económica dual. En el área privada el modelo garantiza que el producto del trabajo y la gestión sea distribuidos entre los trabajadores y empresarios. A cada cual su parte de los beneficios económicos dada su contribución en la tarea productiva. En algunos países capitalistas hoy día se incorporan los trabajadores a la gestión en las empresas. De lo que se trata es que los trabajadores participen igualmente de las utilidades producidas. Otro tanto podría ser en las empresas públicas, donde el esfuerzo en el trabajo debe ser premiado conforme la calidad del servicio ofrecido o las metas de producción alcanzadas. El estímulo individual y colectivo es siempre positivo. En la escuela y en el trabajo. Eficiencia y eficacia deben guiar el trabajo de todos. El progreso solo se gana con trabajo duro.

Varias de estas ideas han tenido en el pasado el apoyo decidido de los trabajadores y ahora en la propuesta constitucional a favor del Apruebo en 2022. El Estado Social de Derechos propuesto obtuvo el 38% de apoyo. Una buena base para desarrollar un modelo alternativo de sociedad. Con esa base es  posible pensar en trabajar un Programa Político para la Izquierda para ganar posteriormente el favor de las grandes mayorías. Pero no puede ser un trabajo de iluminados. Debe venir de las raíces mismas del Pueblo, de sus organizaciones de base. Sin falsos vanguardismos. La era digital será probablemente el canal donde estas ideas se discutan. De manera pedagógica. De ellas deben venir los nuevos líderes políticos, también muy necesarios. Los actuales jóvenes y viejos de la política no han dado el ancho a las aspiraciones del Pueblo. Esta es una discusión necesaria hoy día dada la crisis económica, social y política que vivimos. Lo cierto es que así como está el país, el cambio se hace indispensable.

 

 

Por Patricio Serendero

[i]       De no ser que alguien esgrima el aumento del sueldo mínimo como una conquista social, ese que reclamaban los trabajadores de 500 mil pesos cuatro años atrás, que todavía no se alcanza y que hoy representan lo mismo o incluso menos que entonces, dada la inflación.

[ii]      Ver https://www.elclarin.cl/2023/12/20/ni-catastrofistas-ni-tan-tranquilos/

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  1. Gino Vallega says:

    El poder de las elites es mas grande que las organizaciones populares, pequeñas agrupaciones de pobladores que es probable tengan la mirada en su propio bolsillo y no en la integración social. En resumen, las organizaciones sociales populares NO FUNCIONAN contra la oligarquía y El Estado subsidiario.

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