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De vuelta a la rotonda política

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Pasado el plebiscito, las cuentas de la clase política han sido elocuente en la raya de la suma. Entrega ganador, perdedor o suma cero. Nadie sabe bien, quién perdió y que perdió, ni quién ganó y qué ganó. Algunos, dicen, se frenó a la extrema derecha. ¿En serio? Con este optimismo, la alegre clase política da por orado y sacramentado el proceso constitucional. Por lo menos así lo manifiestan. Ellos piensan, bueno, todos vieron que se trató y se falló, mala suerte, pero ya es hora de volver a las cosas importantes o, como diría Escalona, “dejar de fumar opio”. Así, sin más, se suspende administrativamente el proceso de búsqueda de una nueva constitución sin preguntar a la ciudadanía si eso es lo que quiere. Preguntar tomaría tiempo y la clase política está desesperada por volver a la rotonda sin salidas de la política chilena. Volver al tira y afloja, al corre que te pillo de las acusaciones constitucionales. Volver a ese laberinto de la política, que marea y pierde a sus practicantes como a la ciudadanía que los observa.

La política como diseño para facilitar los deseos ciudadanos en democracia se ha convertido paradójicamente en un callejón sin salidas, en una nave que avanza sin destino en la carretera neoliberal. Los automóviles de diferentes marcas y colores políticos vuelven a prender sus luces encandilantes que alumbra las soluciones de las necesidades mayoritarias. Sin embargo, en la rotonda política, la aparente salida lleva de vuelta al mismo punto de partida, un bucle interminable que desafía la lógica y el sentido común.

El sonido de los bocinazos tratando de llamar la atención de la ciudadanía se mezcla con el murmullo constante de las fundaciones, de la corrupción empresarial, de las alcaldías, creando una sinfonía urbana de impaciencia y urgencia. Los peatones, la ciudadanía los observan con una mezcla de asombro y desconfianza, mientras los carros continúan su danza treintañera, girando en un ciclo sin fin en la rotonda sin salida del modelo neoliberal.

En fin, volvemos a la política y a los grandes descubrimientos, como ese de integrar más la ciudadanía para llevar adelante las reformas urgentes. ¿Cuánto más integración? ¿Y con quiénes? No se sabe, no nos cuentan. Nos dicen volver a escuchar al pueblo, mira que cosa más simple y sabia. Es decir, volver a reciclar frases de elecciones pasadas, esta vez, por estar cerca del término de año, posiblemente la adopten como una resolución de fin de año. Pero todos sabemos qué ocurre con nuestras resoluciones. Si funcionaran tendría varios kilos menos y bebería menos cerveza.




La verdad es que volvemos a la triste existencia de la política, lejos de la ciudadanía y sin idea de cómo aproximarse a ella, sin ser llamados mentirosos, corruptos, rodillas de lana o políticos carentes de espina dorsal. Nuevamente, volvemos a los negociadores advertidos de la ex Concertación. El FA que había entrado a la rotonda para desbloquear salidas se averió en el punto de partida, debiendo ser remolcados por el camión concertacionista. Con los niños relegados a la guardería por mal comportamiento, la Concertación volvió al gobierno para dirigir el proyecto de los jóvenes.

Para la ciudadanía la rotonda sin salidas es como vivir el castigo de Sísifo, destinados a llevar una pesada roca política a la cima de la montaña, solo para verla rodar montaña abajo y volver a repetir el ciclo interminable de esfuerzo y fracaso.

Ante esta realidad de pobreza política, del camino sin salida con todas las opciones de centro-izquierda jugadas, después del FA no hay nada, se acaba la ilusión, ya no hay más trucos. Solo pueden esperar que la mami bonachona, vuelva a salvarles la situación a los progresistas en las próximas elecciones. Todo un nuevo esfuerzo por llegar a la cima y entrar a la rotonda con un conductor experimentado, conocedora de las pistas y adonde conducen: a ningún lugar.

Pero este de año no estaría completo, si no hablamos también del fracaso de la otra izquierda. Por qué el camino centro-izquierdista no hubiese durado tanto si la otra izquierda, aquella que algunos llaman verdadera, no hubiese fracasado en directa proporción al éxito de la centro-izquierda.

El inmovilismo teórico-práctico ha dominado a la otra izquierda. Ese tratar de avanzar mirando hacia atrás, los ha dejado en un punto muerto, esperando del pasado las respuestas para el presente y futuro. Incapacitados de crear nuevos caminos; de explorar nuevas formas de relacionarse con la ciudadanía, otra que no sea el vanguardismo y la corrección sempiterna. Pareciera que a ellos lo importante es estar ideológicamente correctos sobre una realidad que dejo de existir. Esto obviamente les niega la posibilidad de preocuparse del presente y los nuevos caminos que se deben o debieran explorar. Caminos que puedan ser gérmenes de una nueva alternativa al capitalismo neoliberal.

La idea de partidos de cuadros educadores de masas del siglo 20, hoy en la era de la información, pierde sentido y profundidad. Hoy el papel de los partidos como educadores de masas no tiene sentido. La revolución tecnológica terminó con esa realidad. La tecnología cambió la forma de relacionarnos entre individuos, de individuos en relación con las organizaciones e instituciones y de organización a organización. A tan solo un clic de distancia, se puede encontrar todo tipo de información. Ya no hay que esperar que el partido la obtenga, la racionalice y la entrega a una militancia que estaba inserta en el movimiento de masas en todas sus variantes, lugar donde también recibía sabiduría popular durante el siglo pasado. El mayor problema que se enfrenta en este siglo no es la información, esta es abundante, sino de organización de masas, desde las masas, bajo sus intereses, buscando formas de ejercer su inmenso poder. La ciudadanía ya se cansó de los eternos salvadores que surgen a la hora de las elecciones. Necesita algo propio.

La nueva carretera hacia la igualdad se construirá solo si logramos comprender la nueva realidad que no es la del siglo pasado.

Rafael Alfredo Cerpa

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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