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Columnistas

Resucitar al dictador

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 1 segundos

Aunque usted lo dude, Augusto Pinochet ha vuelto a resucitar. Esta crónica la empecé a escribir el sábado 16 en la noche, anticipándome al plebiscito. Riesgo de quien no mide las consecuencias y se lanza, como embravecido toro, en contra de la multitud. Aunque la paz reina en mi escritorio, exceptuando las veces que me visitan mis colegas, sentí una extraña sensación. Alguien, cuya incorporeidad lo recorría, me acompañaba desde hacía rato. Si bien, alardeo de agnóstico, iconoclasta y asumo parte de la doctrina anarquista, sentí un súbito temor. El miedo, siempre vive sobre nuestra cabeza. Había empezado a oscurecer y los personajes de las novelas y cuentos de las estanterías, daban inicio a su diario deambular por el recinto. Aburridos de permanecer entre las hojas de los libros, salían a darse un respiro. Al día siguiente debía ir a votar y mi decisión de marcar el voto como nulo, inquietaba a la Faraona, mi amiga poeta.

Quien no vive rodeado de fantasma, no puede escribir nada y es aconsejable, que se dedique a cultivar orquídeas, aunque esta flor es símbolo de pureza. Sentí la presencia del dictador, quien, situado detrás de mí, atisbaba por encima de mi hombro, lo que yo escribía. Acepté su presencia, por ser gajes del oficio. Tal fisgoneo, lo juzgué imprudente, igual al que sufrieron los artistas durante la dictadura, los cuales se daban mañas para escribir, pintar, hacer música y montar obras de teatro, utilizando infinidad de argucias. Burlar a la censura, que invadía todo el espectro del país, constituía una labor, a veces hasta suicida. Algunos desaparecieron por obra de los aparatos represivos del régimen, al igual que infinidad de compatriotas.

¿De qué escribir en estas horas de tensa espera? No estamos en dictadura, sin embargo, siempre queda el resabia de amargas instancias, próximas y lejanas. Al día siguiente, había que concurrir a sufragar y votar rechazo, para repudiar los intentos de la neo dictadura. Por consiguiente, se debía respaldar la constitución de 1980, dictada, elaborada y cocinada por la oligarquía y sus empleados de turno. ¿Cómo entender este guirigay, otro de los tantos rebuscamientos ideados por los dueños de Chile? Acertijo de compleja solución.

Desde que Diego de Almagro pisó estas fértiles tierras hasta el día de hoy, apenas si nuestro país, ha tenido algunos años de discreta soberanía popular. Relumbrón en medio de la oscuridad, unido al jardín de la esperanza. A gotas llega la libertad. Así el embrollo, entuerto ideado por los eternos enemigos del pueblo, desde 1973 hasta comienzos del siglo, continuará rampante, dirigiendo los destinos de la patria. Amarrados a una grotesca realidad, condenados al garrote vil, Chile continuará raptado por un grupo de audaces, ladrones por antonomasia, que duermen con un ojo abierto. Acostumbrados a reírse de la desgracia ajena, saben cómo actuar. Alumnos destacados de las clases de ética, dictan charlas de cómo burlar los impuestos.




A esta hora de quietud, iniciada la tarde del domingo 17, examino los resultados del plebiscito. Entre las noticias, se debe destacar lo expresado por José Antonio Kast, después de sufragar. “Que prime la paz, la cordura, la libertad, y que gane el sentido común”. Como quien dijera: “Ojalá deje de llover; así nadie se moja”. Semejante sabiduría lingüística, ajena a la política, conmueve hasta las lágrimas. Debería ir a clases de estética.

Ha vencido el rechazo, lo cual reafirma la constitución de 1980, algo expurgada, zurcida, remendada en el gobierno de Ricardo Lagos. Alguien dijo que, apenas se le hizo una corrección de estilo, a modo de justificar su permanencia.

 

Por Walter Garib

 



Escritor

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