Contra el presente vergonzante
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Poco han cambiado los tiempos cuando lo cotidiano, esos asuntos que todos los días maltratan la vida de hombres y mujeres.
Los tiempos vergonzantes son fotos constantes en Chile junto con la tarea de alterarlos.
Los bolsones de pobres en los bordes de las grandes ciudades es la violenta tarea cotidiana para sobrevivir. Derechos fundamentales cercenados impidiendo el justo desarrollo de una gran mayoría de la sociedad. No se ha logrado superar la contradicción entre capital y trabajo. Ese nudo se mantiene.
No hay números para demostrar los millones que han muerto esperando que lleguen tiempos mejores, esos asuntos tan parecidos a lo que cantó el gitano: que había llegado el famoso tiempo de vivir. Las angustias, las penas, ese entrar al sueño con hambre no está en caratulado. Aquellos miles que afirmados en alguna farola de algún pueblo olvidado intentan divisar un día diferente al que se acaba de partir
Y se debe dejar meridianamente claro que propuestas existen. Que no son asuntos sacados del sombrero de algún mago, o de una gitana que no sabía mentir.
Por largos decenios chilenos generosos, valientes y consecuentes colocaron en la mesa que lo determinante que para que millones sean más felices había que iniciar y darle la oportunidad a un modelo nuevo que en sus pilares más sencillos está la justa repartición de panes, peces y desde allí todo lo que haya que hacer hacia arriba.
Chile, un país con recursos está prisionero de unos cuantos, los que cierran la llave a su antojo y cuando les da la gana. Grupos económicos que se pasean ufanos como si de un supermercado se tratara.
Por herencia muchos pobres son dueños de alguna miserable parte de cobre como lo fueron los obreros del salitre asesinados en la Escuela Santa María de Iquique. La tozuda memoria de Puerto Montt. Aquellas justas reivindicaciones que se arrastran desde tiempos muy antiguos. Hay que mirar el calendario para saber siempre hay un día en que el asfalto se manchó de sangre obrera.
Frente a tanta ignominia sin duda alguna existe un proyecto, lo más cercano a lo humano y lo hermano, que obligatoriamente debe ser sostenido como si la luz del final de túnel se tratara.
Y la palabra socialismo seguramente fue corriendo de boca en boca. Enamoró a los apasionados y otros se encargaron de darle contenido para que esté permanente como una lanza para dar todas las batallas hasta enterrarlos en el mar.
Los intentos de hacer un socialismo entre todos donde cada uno de los días tiene sus calendarios propios, y aunque hayan pasado cincuenta años sigue vigente. No es el neoliberalismo la respuesta a las urgentes demandas que desde todas las esquinas del país se piden. Sin dinero no hay derechos y te lo dicen en la cara. Sucede que el hombre no es una caja registradora, es la vida misma que late trece veces por minuto como nos canta Agustín Celaya.
No es arcaico proponer que una sociedad socialista o algo parecido hará más felices a millones de hombres y mujeres. Tiene la magia de un modelo que no es ni vanidoso, ni altanero, sostenido siempre con la sencillez de escuchar las palabras que los viejos fueron escribiendo en días de hambre y pobreza dura las calles de todas las ciudades.
Queda en la memoria entonces aquella larga huelga de los obreros del carbón en Lota, de los profesores de todo Chile en esos años sesenta.
La izquierda chilena siempre ha manifestado un profundo sentido de unidad donde se parte desde la clase trabajadora entendida como el motor determinante y actor irremplazable proponiendo una concreta alternativa más justa y que supera los espejitos y baratijas del neoliberalismo
Los tiempos han cambiado. No existe la URSS y el muro de Berlín es ya una foto color sepia. Lo que sigue sostenido es la profunda desigualdad entre los que nada tienen y los pocos de la vereda del otro lado.
El gran proyecto que Chile apura no es nuevo, es sencillamente pura memoria pero sin olvidar que debe contemplar las fundamentales diferencias con la clase dominante, asunto permanente. Lo que se escriba a reglón seguido estará sujeto a definiciones más justas del hombre, el mundo y la vida, lo que debe ser escrito por la voluntad popular.
Chile actualmente es un país que se debate intentando buscar algo en la noche heredada desde los tiempos de dictadura. La continuación bajo otro formato como los iniciados en 1990 y los nuevos que llegaron con un molde que se consume sin dar batalla, que es la continuación del largo recorrido del entreguismo, los acuerdos, el besa manos. El casi fin de un periodo ya agónico y en estado terminal.
Hasta los tiempos actuales y conocidos el neoliberalismo con sus banderas flacas nada ofrece en lo político, tampoco en lo social, menor en derechos. En sus discursos no está razón que posibilite un proyecto alternativo que haga que el hombre con su mujer suba en los peldaños hacia una real condición de dignidad. Todo lo contrario
Tarea constante es el convite al trabajo unitario para dar pasos hacia un modelo diferente, más humano, con menos dolor, más fraterno. Sin lugar a dudas una sociedad socialista será mucho mejor que los actuales tiempos de la nueva esclavitud bancaria. Del atropello agresivo en los medios de comunicación. Del lucro en salud y educación con pensiones miserables.
No se trata de socialismo o muerte, sencillamente socialismo a escala humana, tan simple, pero tampoco nada menos.
Por Pablo Varas