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Votar en el Plebiscito sin olvidar el contexto

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Algunos comentaristas políticos escriben estos días sobre como votar en el próximo Plebiscito del 17 de Diciembre. Hay argumentos y sus correspondientes conclusiones para todos los gustos. Desde aquellos que votarán A Favor porque esta nueva Constitución nos uniría a todos y permite cerrar un ciclo, aquellos que votarán En Contra porque la propuesta que se votará es ultra conservadora y amplifica el modelo neoliberal económico-social-cultural chileno, aquellos que desahucian votar porque consideran que estaríamos frente a dos alternativas igualmente malas para el país hasta los que denuncian todo esto como una farsa y llaman derechamente a no votar o abstenerse. Finalmente existe el grupo de aquellas y aquellos que no saben si votar o no. Este evento no les dice nada. Están indecisos.

Este Plebiscito no apareció mágicamente en la realidad política. Como todo en la vida, hace parte de un proceso. Esa secuencia infinita de acciones y reacciones de la materia, o como en este caso de la sociedad, donde todo influye sobre todo en una lucha eterna de fuerzas contrarias. El actual Plebiscito tiene su origen en la reciente historia política chilena. Tal vez el punto de partida inicial podemos ubicarlo en la Constitución escrita por Guzmán durante la Dictadura. Un documento que corroboraba la nueva realidad social impuesta a sangre y fuego y el nuevo modelo económico que se implantaba.

Desde entonces que comenzaron a surgir las voces reclamando una Constitución democrática elegida por una verdadera Asamblea Constituyente. Originada por el único Soberano: el Pueblo. Desde 2010-11 esos reclamos se hacían más intensos. Pero el establishment hacía oídos sordos a tales reclamos. O continuaba empatado con la promesa de nueva Constitución como fue el caso del segundo gobierno de Bachelet, donde se hizo al final de dicho gobierno toda una simulación a nivel nacional con reuniones, conversatorios y asambleas de todo tipo para discutir los contenidos de una nueva carta fundamental, sabiendo ese gobierno positivamente que no tenía el tiempo para efectivamente efectuar dicho Plebiscito. Un engaño monumental que para muchos ha pasado desapercibido.

Paralelamente la economía entraba lentamente en decadencia. El modelo chileno, aquel de la exportación de materias primas de la minería, y de productos frutícolas y forestales comenzaba a sufrir los embates de la gran crisis económica de 2007-2008. La tasa de ganancia de las empresas disminuía, la que era contrarrestada con salarios cada vez más bajos y obligando a los trabajadores a jornadas laborales de 44 y más horas inicialmente. Y que se mantiene hasta hoy para progresivamente bajar hasta las 40 horas en los años venideros. Mientras tanto la corrupción de la clase política tenía su auge a propósito de las facturas falsas de Soquimich para financiar a muchos partidos del espectro. No era solo la UDI, el partido más corrupto de la política chilena. Este ingrediente contribuía para aumentar la presión en la olla social. La gente no solo lo estaba pasando muy mal, sino que los abusos de los poderosos, sus colusiones y manipulaciones de los mercados y la corrupción generalizada de la llamada clase política conducían a ese magnífico momento del 19 de Octubre y días posteriores en 2019. Alarmada la clase política por el giro que tomaban los acontecimientos, donde perdían completamente ellos y el Gobierno de Piñera el control de la situación, los llevó a idear como salida para bajar la presión, la promesa de que se llamaría a un nuevo proceso constitucional para poder terminar la crisis política y social. Y así fue diseñado ese proceso anti-democrático que desde entonces, y tras el primer traspié con el Rechazo de 2022, se diseñó un nuevo engendro todavía más anti-democrático para ver si eso todavía ayudaba a resolver las cosas o al menos posponerlas en el tiempo. Solo posponerlas, porque ninguna de las demandas de Octubre han sido resueltas hasta hoy.




La propuesta A Favor representa la ideología de la Derecha en modo extremo. Profundiza la ideología que impregna la actual Constitución. Un modelo de sociedad para el cual esta no existe. Solo existen los individuos. Su vida y su futuro solo se debe a cada cual por separado. En un mundo competitivo, donde el dinero es rey, se trata de estar siempre por encima de los otros. A como dé lugar.  Cada cual está por su cuenta. No existe la solidaridad. Ni la idea de un colectivo donde las personas, aparte de querer ayudarse a si mismos, tengan el sentido superior de ayudar al colectivo, al país en sus objetivos como pueblo. No se necesita un Estado Benefactor que venga en ayuda de los más necesitados. La pandemia del Covid-19 que vivió la Humanidad, era y fue posible superarla gracias a un esfuerzo colectivo, lo que demuestra las debilidades de tal ideología, que funciona para aquellos que por el momento les va bien en la vida. Los otros o incluso los primeros cuando la vida les cambia drásticamente, bueno, esos  «que se jodan» como dice la propuesta del Partido Republicano para quien no quiera votar con ellos.

Cuando se propone el mundo dominado por las fuerzas del mercado y su competencia – así distorsionada que esta sea – se nos está diciendo que son los intereses de las empresas los que priman en la visión de Sociedad. Como se sabe, las empresas ellas, tienen como prioridad producir ganancias a sus dueños. No existe la tal «responsabilidad social» de las empresas en su abrumadora mayoría como a veces estas y sus asociaciones declaran tener. Si la tuviesen, estarían por lo menos dispuestas a aceptar una tributación justa.

Y porque esta propuesta constitucional corona a las empresas y hace desaparecer en su articulado el Estado Social a pesar de declarar pomposamente esto solo colocado allí para engañar a los tontos, es que a favor de ella está la dirección de la clase empresarial chilena con la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) a la cabeza, la que agrupa a los sectores empresariales más poderosos del país. El organismo patrón de los patrones. Y como ya lo saben hasta los más despistados, lo que es bueno para los patrones no es bueno casi siempre para los trabajadores.

Lo que queremos destacar aquí es que la decisión de votar en uno u otro sentido está llena de consecuencias en el futuro. No se trata de un evento cuyo resultado no tenga ninguna repercusión posterior. Muy por el contrario. La votación del Plebiscito ocurre en un contexto político de total dominio de la Derecha, la que pretende remachar en la Constitución el modelo neoliberal imperante, acentuando el retroceso para los Trabajadores, las Mujeres y el Ambiente. Peor aún. El texto propuesto incluye quorums para el cambio constitucional que prácticamente culminarían el sueño de su creador original, Jaime Guzmán. Aunque se quiera no podrá ser cambiada la Constitución por sus detractores dado los altos quorum que se necesitarían para hacerlo.

Además, el triunfo constitucional de la Derecha y su versión ultra sería duradero. Sus efectos podrían llegar al mediano y largo plazo. Porque las constituciones no se cambian todos los días.

Pero tal vez el peor efecto futuro que tendría un eventual triunfo del A Favor, es que automáticamente le daría a J. A. Kast la gran oportunidad de postularse con muchas posibilidades a la elección presidencial de finales del 2025 y a su Partido de obtener muchos más diputados y senadores. Y esto no es menor. Porque si un Presidente dura cuatro años, los senadores duran ocho. Y aunque los diputados duran cuatro, pueden ser reelegibles. Y con los recursos de que disponen, muchas veces lo son.

Cualquiera se puede imaginar la nueva ola de legislación a tono con las ideas de la nueva Constitución que podrían ser aprobadas durante una eventual presidencia de Kast. Y no solo mediante leyes donde un Congreso podría morigerarlas. No hay que olvidar que el Presidente de la República tiene amplio margen para gobernar con decretos. Véase como los utilizó Allende durante su gobierno. Y de este modo el país retrocedería décadas en su grado de democracia alcanzado, cualquiera sea este hoy e independientemente que no nos satisfaga. Sería mucho peor.

Es este contexto el que no tuvo en cuenta el Gobierno y muchos entre los partidos que lo apoyan dada su debilidad ideológica, que los hizo titubear y abrir la puerta para el triunfo del Rechazo en el Plebiscito anterior. Quisieron ser magnánimos con su enemigo ideológico anunciando de forma más o menos velada desde antes del Plebiscito de 2022 que estaban de acuerdo en modificarlo posteriormente porque este era «partisano» o «extremista». Error fatal. No calibraron las consecuencias que tendría el triunfo del Rechazo, el que nos tiene ahora en esta situación de una correlación de fuerzas donde prima el enemigo ideológico. No quisieron entender que las críticas a los «excesos ideológicos de la Lista del Pueblo» (que tenía el acuerdo del resto de las fuerzas de Gobierno representadas en el Consejo Constitucional),  contenidos en el texto anterior, se podrían limar mas tarde con modificaciones constitucionales. Pero desde una posición ventajosa con una nueva carta constitucional aprobada.

La Derecha ahora, con la sartén política por el mango, lógicamente no ha dejado de imponer completamente su ideología en la nueva propuesta de Constitución. Lo que demuestra que en la Política, las reglas de la democracia y el respeto por la opinión de minoría, así como la Constitución, son violadas tantas veces cuanto convenga a los intereses de fondo de la fuerza que lo hace. Esa es la realidad.

Así entonces, la posibilidad de que con un triunfo del A Favor vivamos un período negro y regresivo social, política y económicamente nos obliga a tener muy en cuenta lo que implicaría el triunfo de la opción de Kast. ¿Se imaginan ustedes todo lo que puede profundizar el conservadurismo, el nacionalismo a ultranza, la moral fanática de personas que consideran a las mujeres de segunda categoría,  a los trabajadores como entes desprovistos de sus derechos mas elementales, la continua venta de nuestros recursos a las grandes multinacionales a precio de ganga, la continuada división de la sociedad entre los «verdaderos chilenos» y los otros, las desigualdades crecientes para salud, educación, pensiones, la nula defensa del Estado contra la destrucción del Medio Ambiente y encima con una represión sistemática contra todos aquellos que reclamasen?

De modo que votar en uno u otro sentido, es parte de un proceso que puede conducir a otras fases posteriores mucho peores para el destino y el futuro de los chilenos. No nos engañemos entonces.

¿Nos quedaremos con la Constitución del Dictador/Lagos si triunfa la opción En Contra? Sí. Nos quedaremos con ella. Llevamos décadas soportándola. Bien podemos aguantarla más tiempo.  ¿Tenemos otra opción? La correlación actual de fuerzas no nos deja imponer nada favorable a los trabajadores. La inexistencia de una Izquierda política organizada y  capaz de contrarrestar la fuerza de la Derecha no existe como opción política ahora. Esa es la realidad. No cambió la realidad el que tuviéramos varios millones en las calles en 2019 por esta razón. Realidad que no nos permite ahora otra cosa que intentar evitar una catástrofe presidencial en 2025 y algo todavía peor posteriormente.

Creo que nuestra mejor opción política a mi juicio es por estas razones votar En Contra.  Un triunfo del En Contra al menos nos permitirá comenzar a levantar la cabeza mostrando a la Derecha que una mayoría de los chilenos no comparten sus ideas. Y este triunfo político sería ya bastante positivo dadas las circunstancias. Daría ánimo además para comenzar a levantar una alternativa popular al poder de los ricos. Los triunfos producen ese efecto, muchas veces motivador para lanzarnos en la lucha por las cosas en que creemos con mayor entusiasmo.

Las constituciones no definen la Sociedad. Apenas convierten en ley la visión de las clases dominantes después que esta ha conquistado el Poder. Y duran un período particular en la historia de cada Pueblo mientras no cambien las relaciones de poder. Aseguran que todo aquello que acontezca en el campo de la gobernación, no solo sea  perfectamente legal. Mejor aún. Le proveen de las herramientas institucionales y sus correspondientes atribuciones para que la gestión del Estado conforme la ideología de esas mismas clases dominantes. Pero se necesita además que los dominados acepten e idealmente hagan suya la concepción del tipo de sociedad que se impone. Conseguir que los intereses de los de abajo se identifiquen con los intereses de los de arriba. La dominación así es completa, y trae la ansiada «estabilidad», «paz social» y «certeza» tan necesarias en cualquier sociedad. Necesaria para el florecimiento de los negocios de los ricos, porque del Pueblo no serán. Sobretodo para los negocios de las empresas,  la razón primera de la sociedad según el modelo propuesto en la nueva carta constitucional. Mientras las necesarias empresas y los negocios no favorezcan a los trabajadores, no tiene mucho sentido seguir apoyando un sistema de explotación con los resultados conocidos.

Tenemos que impedirlo.

Votemos en Contra

 

Por Patricio Serendero

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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  1. Felipe Portales says:

    En rigor, en la «política de los consensos»; por la que todas las nuevas leyes aprobadas desde 1990 de cierta significación -haya o no tenido la Concertación mayoría parlamentaria- han sido concordadas con la derecha.

  2. Felipe Portales says:

    También hay un gran auto-engaño o desconocimiento del rol que puede cumplir una nueva Constitución o nuevas leyes en un país. Se nos ha desinformado convenciéndonos que las nuevas Constituciones o leyes generan nuevos sistemas sociales y políticos, cuando es al revés: Son las nuevas hegemonías sociales y políticas las que se reflejan en nuevas constituciones y leyes de importancia. Así pasó con la Constitución extremadamente oligárquico-presidencialista de 1833, que fue precedida por la batalla de Lircay. Así también pasó con la reinterpretación total en sentido parlamentarista que efectuó la mayoría oligárquica que derrotó a Balmaceda en la guerra civil de 1891. Así pasó también luego de los exitosos movimientos militares de 1924-25 que representaron un movimiento de clase media y de minorías oligárquicas más lúcidas (el propio Alessandri) y que impusieron la Constitución del 25. La progresiva conciencia de la centro-izquierda del fracaso de los modelos oligárquico-mesocráticos llevó a que a fines de los 50 (si bien no hicieron una nueva Constitución) generaron dos cambios cruciales que por primera vez y única en Chile han generado un sistema realmente democrático: la introducción de la cédula única electoral que terminó con el cohecho urbano y el acarreo rural; y la derogación de la «Ley Maldita». Para qué hablar de la Constitución del 80 que fue precedida por el golpe y la instauración de la dictadura. Por muy fuerte que haya sido, la revuelta de 2019, ni con mucho generó un cambio de hegemonía social y político. Y peor aún, el lamentable acuerdo del 15 de noviembre generó una clara subordinación de la entonces izquierda, a la hegemonía Derecha-Concertación forjada a fines de los 80 y consolidada hasta ahora en la «política de los acuerdos»

  3. El Contexto con mayúscula es el «Capitalismo de la Vigilancia», y sus enormes capacidades para crear y transformar opinión pública ; los otros pierden importancia frente a esta realidad ominosa .

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