Chile al Día Corrientes Culturales

Merecido reconocimiento a Quimantú en Valparaíso

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 La revolución literaria que significó la irrupción de la editorial estatal Quimantú a comienzos de los años 70 fue conmemorada con emoción y reconocimiento en el festival “Puerto de Ideas” celebrado este mes de noviembre en Valparaíso, donde se destacó la relevante labor de difusión cultural que llevó a cabo esta empresa en su breve pero fructífera existencia.

            En el centro de extensión del Ministerio de las Culturas tuvo lugar con gran asistencia de público la exposición “Quimantú, 50 años”, en que se mostraron colecciones que otrora cautivaron a las multitudes de lectores que cada semana podían adquirir a bajo precio en librerías y quioscos las últimas novedades literarias.

            Este fue uno de los proyectos emblemáticos del gobierno de la Unidad Popular encabezado por el presidente Salvador Allende, cuyo objetivo prioritario era poner las políticas públicas al servicio de la clase trabajadora, las familias, los jóvenes y los niños, buscando por sobre todo asegurar su bienestar, desarrollo y progreso integral. 1972 y parte del 73 fueron en Chile una fiesta de la lectura y el conocimiento.

            Quimantú se identificó plenamente con el régimen popular en que fue creada. La Moneda y la empresa editorial trabajaron arduamente en favor de las grandes mayorías, hasta aquel traicionero 11 de septiembre que puso fin a los sueños y expectativas que con mucho entusiasmo se había forjado el pueblo.

            Ese día fatal se produjo el mayor desastre de la historia de Chile: los militares golpistas inducidos por el imperio norteamericano y la oligarquía criolla embistieron con odio contra la sede de gobierno y la bombardearon tratando de asesinar al primer mandatario. Igual suerte corrió Quimantú, cuyo edificio fue asaltado a sangre y fuego, y sus ejecutivos y personal detenidos y humillados.

El tema de una editorial pública no estaba inicialmente en el programa de gobierno de Allende. Solo transcurridos los primeros meses de su administración el presidente concretó uno de sus anhelos que era proyectar la instrucción y la cultura a la gente que no había accedido a ellas en gran medida por los altos niveles de pobreza que le aquejaban.

Por eso se aprovechó la oportunidad que surgió a raíz de la crisis por la que atravesaba la empresa Zig zag, agobiada por las deudas. Con apoyo de los trabajadores se negoció la compra para el Estado de la infraestructura y maquinarias de esa empresa, que era una de las editoriales mas importantes de América Latina y que pasó a revivir con su nuevo nombre y nuevos objetivos.

Producido el acuerdo, Quimantú se constituyó en tiempo récord con los mismos trabajadores de Zig zag y el aporte de ejecutivos entusiasmados con el proyecto. Jorge Arrate dirigió el periodo inicial luego del traspaso y gerente general fue Sergio Maurín, ingeniero comercial que al igual que Arrate cumplió una labor notable.

La empresa superó las metas productivas y obtuvo ingresos que permitieron cubrir costos y pagar deudas.  Los resultados fueron espectaculares: un promedio de 525 mil libros semanales que llegaban a 800 mil con las publicaciones no literarias, incluyendo una elevada cantidad de textos educativos.

Fue una época en que los libros en Chile se comercializaban al mismo precio que una cajetilla de cigarros, gracias a la implementación de una política publica sin precedentes. Objetivo central era fomentar la lectura en todo el país, haciendo hincapié en los estratos sociales menos favorecidos. La editorial estatal traducía los propósitos populares del allendismo.

Desde el año 72 Quimantú lanzaba sobre 100 mil ejemplares cada semana en una época en que solo el 43% de la población tenía acceso a la educación media y el analfabetismo afectaba al 11%. Como parte de la producción se entregaba a los lectores obras de autores como Gabriela Mistral, Edgar Allan Poe y Arthur Conan Doyle, junto a novelas, cuentos y relatos de los más destacados escritores nacionales.

Si bien los logros de Quimantú son conocidos por la circulación de libros de calidad al alcance de todos, menos se recuerdan otras publicaciones periódicas. Allí esta la revista “Paloma”, sugerida por la esposa del presidente, Hortensia Bussi, como una revista femenina de alta circulación, bien escrita y presentada, que iba más allá de la moda y contenía los temas de una sociedad que cambiaba aceleradamente. “Paloma” fue éxito completo y su tiraje era cada vez mayor: para la edición habría salido el 19 de septiembre de 1973, se proyectaban 240 mil ejemplares.

 Como tantos sueños populares esas expectativas se convirtieron en una pesadilla aquel horroroso martes 11. El edificio y los talleres de la editorial fueron atacados y allanados, y los trabajadores desalojados con violencia. Millones de libros y revistas de reciente impresión que estaban en bodegas y listas para su distribución resultaron destruidos por el fuego prendido en plena vía pública por tropas castrenses enviadas por las nuevas “autoridades” que nunca asumieron la grotesca aberración cometida. Muchos de esos uniformados no sabían que los libros son para ser leídos y no para ser quemados.

Ni antes ni después del gobierno popular hubo nadie que emprendiera una iniciativa tan exitosa como la de Quimantú, recordada y reconocida ahora en Valparaíso. La dictadura quiso crear la editorial Gabriela Mistral, que fue un fracaso irremediable: los días 20 y 21 de octubre de 1982 las instalaciones y maquinarias fueron rematadas.

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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