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Juntos con el ajuste radical: Milei al gobierno, Macri al poder… ¿y el pueblo?

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Javier Milei ganó la Presidencia, pero Mauricio Macri recuperó el poder político, tras el inesperadamente abultado triunfo del ultraderechista en el balotaje de una semana atrás, que coloca a la Argentina ante  la imposición de un nuevo programa económico que pretende una reorientación radical del orden establecido.

Opinólogos y ciudadanos se plantean una serie de interrogantes: ¿Podrá el nuevo presidente hacer el ajuste radical que prometió? ¿Cuál será la fuerza de la resistencia de sindicatos y movimientos sociales frente a un gobierno que se ubicará muy a la derecha del de Macri (2015-2019) y que promete una terapia de shock? ¿Logrará Milei construir una base social para sostener sus reformas? El tiempo nos lo dirá. Juntos con el ajuste radical: Milei al gobierno, Macri al poder… ¿y el pueblo?

La debiltada democracia está en estado de alerta. El negacionismo es parte de la fórmula presidencial: Milei repite que la dictadura cívico-militar fue un “exceso” del Estado en medio de una “guerra” y su vice, Victoria Villarruel, niega la desaparición de más de 30 mil personas .

A diferencia del ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro, parece difícil que Milei pueda recurrir a las Fuerzas Armadas como eje y sostén de gobernabilidad. Los recortes presupuestarios y la resistencia a la politización de los propios militares conspiran contra esta idea.




Lo que no se logre en los seis meses iniciales de gobierno será de mayor difícil cumplimiento en los tiempos siguientes, dijo Milei. Sabe que para aplicar cualquiera de sus planes debe tejer acuerdos con parlamentarios que no condicen con ellos y si no logra sus objetivos el escenario más probable será el de la inestabilidad económica y social. Este plan requeriría de un sistema de contención de la seguridad y de represión policial de las previsibles manifestaciones.

El giro de la Argentina hacia la ultraderecha hace prever una pesadilla en materia de política exterior: rechazo de derechos humanos básicos, alejamiento de la integración regional, descarte de organismos multilaterales y dinámica de amigo-enemigo.

Es época de pocas certezas y demasiadas amenazas, como la de Macri: «el núcleo revolucionario de Javier Milei formado por jóvenes no se va a quedar en casa si estos señores empiezan a tirar toneladas de piedras, los jóvenes van a salir. Entonces los orcos van a tener que medir muy bien cuando quieran salir a la calle a hacer desmanes».

Los orcos son los monstruos de la mitología celta que Tolkien retomó en El señor de los anillos, caníbales deformes de piel verde, que expresan con gruñidos el odio que los anima.

Cambia, ¿todo cambia?

 Había una especie de lógica según la cual “las masas” deberían apoyar siempre a las fuerzas progresistas o de izquierda. Unos dicen que el (re)surgimento de la ultraderecha se debe a las equivocaciones y engaños de gobiernos dizque progresistas, mientras otros lo ven como producto de la desesperación de la gente que, ante la falta de respuesta de gobiernos frágiles y temerosos, que temen atacar las causas reales de las crisis de sus países, se “sublevan” votando a su opuesto en el espectro político.

Lo cierto es que la mayoría de la población argentina está distanciada de la organización popular y los movimientos sociales, y cansada de la falta de respuestas del progresismo y, sobre todo del pésimo gobierno de Alberto Fernández, que arrastró a su ministro de Economía Sergio Massa a su gran fracaso electoral en el balotaje del domingo 19.

Para los votantes pareció que era preferible el peligroso delirio de Milei y su caótica propuesta política. Más allá de su discurso fundamentalista, el fenómeno Milei significa el ascenso de una nueva derecha, mucho más radical que la tradicional, en un proceso de consolidación de una nueva hegemonía ideológica, radicalizada en torno a la desregulación agresiva, la adoración al libre mercado y el totalitarismo.

Si la realidad demostrara la existencia de un sentido común neoliberal, conservador, donde prevalece un mercado omnipresente, sería el verdadero triunfo del neoliberalismo con la profundización de las brechas sociales y económicas y la  reducción al mínimo del Estado. Se trata del mundo del sálvese quien pueda.

La ultraderecha ha logrado calar profundamente en la conciencia de la población en un momento de desgaste profundo del tejido social, una falta de trabajo en la memoria y la perspectiva histórica de la vida y la realidad, así como de un progresismo anquilosado en un proyecto político borroso –sino inexistente- y en el oportunismo, señala la revista Crisis.

Junto con el fenómeno Milei llega la fascistización.  Bajo la consigna de “corran, zurdos de mierda”, Milei demostró que puede existir una rebelión de ultraderecha a la imposición liberal del discurso de la democracia, el derecho internacional o los derechos humanos. No sorprendió que Milei  ondeara una bandera israelí en apoyo al genocidio en una manifestación sionista (no hay que olvidar que Argentina es un faro del sionismo en América Latina).

Lo que vendrá

Mientras Macri y Milei barajan el nuevo gabinete, las grandes empresas proveedoras de los supermercados siguen subiendo los precios de los alimentos: además del 50% que cargaron tras las elecciones, las nuevas alzas llegan a un 140%. Está claro: los empresarios confían en que Milei no recurrirá a ningún tipo de control de precios.

Es la economía, estúpido: James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, señaló que éste debía enfocarse sobre cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. Parecía claro que el ministro de Economía (Sergio Massa) de un país con un 150% de inflación anual no podía llegar a la presidencia por el voto.

Y si la mayoría votó para mejorar su economía no tiene sentido que elijan a alguien que prometió ajustar más de lo que pedía el FMI, y juró acabar con los subsidios, lo cual generará un enorme shock inflacionario porque hará que todo aumente, desde el transporte hasta el último de los alimentos.

Milei ratificó sus planes de cerrar el Banco Central, privatizar las empresas del Estado, realizar un fuerte ajuste económico y de paralizar toda la obra pública en el país. Además, mantuvo una conversación telefónica con la titular del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva. En el plano internacional, el mandatario electo sigue cultivando sus lazos con figuras de la ultraderecha: invitó a Jair Bolsonaro a su asunción y recibió el llamado de Donald Trump, quien prometió visitará la Argentina.

Paralizar la obra pública es destruir el empleo

No es nuevo para los argentinos, ya que lo mismo se intentó y/o se impuso otras veces en la historia, siempre con resultados negativos en el mediano o largo plazo. Entre ellos estuvieron los que naufragaron en ciclos cortos: el de la dictadura cívico-militar del ministro José Martínez de Hoz (agotado entre 1979-1981) y los fracasados proyectos ensayados bajo el gobierno radical de Raúl Alfonsín: el Plan Austral de 1985, y el aún más efímero Plan Primavera de 1988.

Dos planes alcanzaron a establecer un “modelo” de funcionamiento de la economía. Uno, poco antes y tras la convertibilidad del gobierno de Carlos Saúl Menem a comienzos de años noventa, cuya desarticulación comenzó a evidenciarse hacia 1998 y su estallido se verificó en 2001. Otro, el de la posconvertibilidad de 2002-2003, que tuvo su consolidación durante las dos primeras administraciones kirchneristas.

Quedan solo unos 15 días para la asunción y restan muchos casilleros por llenar, pero el presidente electo avanza lenta y erráticamente, trazando nuevas alianzas sobre la marcha y aguardando a que Mauricio Macri regrese finalmente a la Argentina para terminar de sellar el organigrama. Cada paso que Javier Milei da en pos de acercarse a la presidencia desata nuevas tormentas internas. Renuncias intempestivas, promesas incumplidas, señales a nuevos aliados, reclamos de los que estaban de antes.

 

Se profundiza, por un lado, el acuerdo con el excandidato presidencial y gobernador de la provincia de Córdoba Juan Schiaretti, abriéndole los brazos a algunos de sus dirigentes más cercanos, mientras le esquiva a su propia vice Victoria Villarruel, quien dejó en claro su descontento por el anuncio de que la excandidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich volvería al Ministerio de Seguridad. Y pone en pausa la designación de  la presidencia de la Cámara de Diputados.

El plan promercado del ultraderechista Javier Milei todavía está en la incertidumbre. La designación de Luis “Toto” Caputo -macrista- como ministro de Economía no despeja los interrogantes: amenaza una estrategia de shock neoliberal, adversa a las regulaciones estatales, enemiga del déficit fiscal y para arrasar con los derechos laborales y la inversión pública.

El plan debe, primero, asegurar la estabilización: la progresiva baja de la inflación, junto a cierto equilibrio cambiario, y levantamiento del cepo cambiario, junto a unas drásticas reformas en la laboral, impositivo y la reducción del Estado. Lo primero exige resultados urgentes -como prometió en su demagógica campaña-, sobre todo porque la prometida dolarización es inacanzable en un el corto plazo, siempre y cuando no haya sido ya descartada.

 

La improvisación, precariedad y debilidad del elenco ultraderechista para la gestión del estado corre el riesgo de caer en estado de indigente dependencia de las imposiciones del neoliberal Partido Republicano (PRO) del expresidente Mauricio Macri, que lo alejan de las consignas que identificaron la campaña. La ascendencia de Macri la desperfila de su perfil propio y le enajena sus adhesiones “anticasta”.

Con la subordinación al macrismo, se hacen cada vez más evidentes los conflictos internos en el mileísmo, con renuncias antes de asumir, desplazamientos y malestares que hacen colisionar entre sí a algunas de sus figuras fuertes, como su hermana Karina, la vicepresidenta electa Victoria Villarruel o Carolina Píparo, y los candidatos para cerrar el Banco Central (Emilio Ocampo y Demian Reidel).

Diez gobernadores de la neoliberal alianza Juntos por Cambio no fue de respaldo a Milei, sino una demostración del poder que representan -junto a las bancadas legislaivas que disponen- y con quienes  tendrá que negociar presupuestos, distribución de recursos y manejo de la obra pública. Queda en evidencia la fragilidad parlamentaria del futuro oficialismo, con sus escuálidos 40 diputados y ocho senadores, lo cual podría paralizar las iniciativas gubernamentales.

La dureza del mercado, que no permite ilusionar a las provincias con nuevo endeudamiento y la decisión de Milei de cerrar todos los grifos estatales, plantea un problema de supervivencia a todos los gobernadores, incluyendo los del Frente de Todos y los de Juntos por el Cambio.

La Libertad Avanza no tiene ni uno, apenas un puñado de intendencias, ninguna significativa. Los argumentos con que Milei anunció la paralización de la obra pública son insostenibles, pero bien pueden servir de condicionamiento de la labor de gobernadores e intendentes.

Hoy Milei ni siquiera reivindica la presidencia de Diputados para su escuálida fuerza legislativa. Pretende que la encabece Florencio Randazzo, un candidato opositor, que supo ser ministro en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Esta es una tarea insólita para un huérfano político al que solo le responden tres diputados.

Aun si a sus 37 bancas sumara las 50 del macrismo, Milei no llegaría al quórum propio, de 129, y quedaría dos por debajo de los dos tercios que preservan al Presidente del juicio político.

El académico y periodista brasileño Gilberto Marigoni señala que muchos preguntan cómo un país que dio al mundo personajes como el Che, Evita, Borges, Cortázar, Quino, Gardel, Piazzolla, Oesterheld, Maradona, Messi y Francisco, entre muchos otros, puede elegir a Milei. Y les contesta: la cuestión es otra: ¿por qué los gobiernos progresistas  tenían que imponer ajustes fiscales, recortes presupuestarios a todo costo, cuyos resultados inmediatos son priorizar la vida del pueblo y abrir camino para el fascismo?

Hoy se trata del destino de ese reacomodamiento político y difícil es saber para qué lado, en el mediano plazo, se orientarán los mismos. ¿Podrá Milei domar al caballo de esta recomposición?, ¿le dará el cuero para conducir los múltiples conflictos que tiene en puerta, tanto aquellos de vieja data como los que él mismo provocará, voluntaria o involuntariamente?, se pregunta Juan Guahán.

Milei y su motosierra carecen del “tiempo de gracia” que suele acompañar a los nuevos gobiernos. La especulación de los analistas es sobre si podrá Milei avanzar en la dirección anunciada y cómo reaccionará el pueblo ante esas decisiones… o tal vez el propio presidente induzca a explosiones limitadas para terminar controlándolas.

En la respuesta a estas interrogantes se irán delineando los caminos del futuro, para auscultar cuáles son los límites que el pueblo y las organizaciones populares le opondrán a esas novedades. Si sus propuestas son rechazadas por la población, bien  podrá cambiar el destino del gobierno. Dentro de las filas de La Libertad Avanza y de algunos de sus actuales socios hay muchos que esperan enfrentamientos, para poder apelar nuevamente a la represión (siempre y cuando los militares lo permitan, claro).

 

Por Aram Aharonian

 

 

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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