Hermosilla/Piñera/Crispi
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De público conocimiento es que Luis Hermosilla no es un tinterillo cualquiera.
Se cayó una vez más el telón que Chile tiene instituciones probas por donde transita lo ético, lo correcto y lo justo. Las cosas no son así. Existe corrupción que se arrastra desde siempre.
Hay que recordar aquel temporal de las boletas y facturas ideológicamente falsas que colocó al borde del precipicio a muchos que ocupan poltronas parlamentarias y otros que esperan el paso de los años para que su delito prescriba. El listado es bastante largo.
Chile ni paraíso ni nada.
Los tiempos actuales donde se discute qué hacer con la Constitución, esa que conocemos como la ley de las leyes, tiene origen claro, todo nació en octubre, entonces gobernaba Piñera. Dicho está que Chile tembló entero. Toda la elite política, económica corría asustada dispuesta a firmar lo que sea. Gabriel aportó con su capital político.
Hay que meterse las manos en los bolsillos hasta que duela gritaba el presidente de la CPC. Lo fundamental son los derechos sociales sonaba en los diarios del duopolio. Ofrecieron salarios mínimos que llegaban un peldaño más arriba que la miseria, todo valía para hacer que la calle se calmara y en aquel recodo del camino inevitablemente estaba esperando la traición.
Octubre fue violento, urgente y necesario. Habían pasado treinta años y nada cambiaba. Ordenadamente corrían los tiempos y el modelo marcaba su presencia sin sobresaltos. Un coro de cómplices en el Estado cautelaba que nada malo sucediera.
La respuesta que ejerció Piñera fue la represión y sin contemplación. Muertos, miles de detenidos y torturados, chilenos con secuelas de por vida, sencillamente porque el hastío de la postergación era demasiado empujó a salir a la calle, a ocupar la plaza pública
Pasaba entonces por la calle una generación con las pancartas de la nueva política, fin a la corrupción y despidiendo a la vieja casta de los acuerdos que no era otra cosa que mantener la paz social prometiendo lo que nunca cumplieron. Estaba La Moneda a tiro de cañón y sin ser asaltada como el palacio de invierno, llegaron los nuevos inquilinos. Octubre estaba en la memoria y era reciente.
Los delitos que cometen las autoridades son asuntos de todos. Los agredidos, los agresores y los que mandan por voluntad popular. Piñera era el presiente y debía responder por las órdenes que él envió para que las calles no se llenaran de ruido entonces una vez más hubo que hacer el recorrido a los cementerios.
Justo era entonces llevar al banquillo de los acusados al presidente Piñera pero los acuerdos opacaron la necesidad de justicia. Una vez más los pactos se impusieron para salvar al presidente, posiblemente con la mirada incrédula la dignidad del país de pasar de chicos malos a chicos buenos.
Entonces nuevamente aparece la vieja política esta vez de la mano del chico Hermosilla/ Crispi como dice Ricardo Candia. Piñera, tan parecido, una réplica del abuelo del Pato Donald que se baña en su piscina de monedas de oro. Estaban todos los delitos y violaciones a los derechos humanos cometidos por el poder que ejercía Piñera, se transitaba hacia una acusación constitucional. Aquello tan necesario no fue posible.
La caída de Luis Hermosilla, un pequeño dios corrupto de la política chilena y que cobra caro más allá de los precios de la plaza, logra tranzar con los nuevos ahora en el gobierno de no persistir que Piñera sea acusado constitucionalmente por los delitos de violaciones a los derechos humanos.
La caída en desgracia del chico Hermosilla deja al descubierto una extraña y sórdida negociación entre el jefe del segundo piso de La Moneda, Miguel Crispi donde hay que salvar a Piñera ante eventuales acusaciones sobre delitos de violaciones de derechos humanos, y especialmente desde octubre.
Interferencia. cl. (diario de investigación periodística), hace públicas las negociaciones para salvar al soldado Piñera de lo que era fundamental, un juicio por delitos cometidos. Lejos ya quedaron aquellos tiempos cuando Gabriel anunciara que: “Señor Piñera, está avisado, se le va a perseguir por las graves violaciones a los DD.HH cometidas bajo su mandato” y finalmente para escribir en su lápida que “es un demócrata”.
Nuevamente queda al desnudo como la elite de este país se cuida, se quiere, se protege y se ampara. Ese pequeño grupo de intocables donde pisar muertos es un asunto menor. Esos, a los que le gusta el silencio de los cementerios. La vieja política sigue teniendo buena salud y la nueva generación sencillamente bajó sus pancartas, sin apuro cambiaron sus convicciones y mostraron las nuevas.
Debe llamar a reflexión que iniciar procesos de unificación debe considerar memoria, historia, pero especialmente conductas por las cuales no haya que estar justificando ni menos pagar peaje.
Sin lugar a dudas RD es la espina en cualquier zapato, y lo necesario por ahora es que Miguel Crispi dé un paso al costado. Hace daño para un barco que golpeado intenta sobreponerse a las tormentas que ellos mismos han provocado.
En contra.
Pablo Varas.