Tras 50 años, el pluralismo no aparece
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En este país al que le fuera arrebatado el derecho al pluralismo informativo y de opinión – uno de los tantos derechos conculcados desde septiembre del 73 -, no asoman todavía quienes planteen la seriedad superar las actuales bochornosas circunstancias en que solo se conocen las determinaciones que toma el poder del dinero.
La prensa que existe en estos días – toda perteneciente al duopolio El Mercurio – Copesa, tal como en dictadura – es elitista y no refleja las necesidades de la calle, las manifestaciones sociales y las demandas ciudadanas, y en sus páginas no hay señales de democracia ni indicios de equidad – las que intereses oligárquicos dejaron en el pasado.
Aunque haya quienes hacen gárgaras con el pluralismo y la libertad de prensa y expresión, lo cierto es que esos inestimables valores hoy no están, fueron «desaparecidos» por el terrorismo de Estado, han sido relegados por el sistema antipopular y quedaron lejos del alcance de la población que necesita informarse debidamente.
La enconada irrupción de la Asociación Nacional de la Prensa en el ámbito político sorprende a la ciudadanía porque el hecho que podría justificarlo no se ha tomado en cuenta: el pronto término del Chile desinformado, penosa situación que afecta al país desde el primer día de la dictadura militar – empresarial, esto es, hace 50 años.
Pareciera que el panorama vigente acomoda a esa entidad patronal, ya que en el presente no hay ningún medio escrito independiente que llegue a todo el territorio chileno con un sentido analista que cuestione al menos el modelo neoliberal que se traduce en abusos y desigualdades que apabullan a la gente sin recursos.
Recientemente la ANP ha pretendido dar una clase magistral sobre la libertad de expresión al presidente de la República y a la ciudadanía toda, sin considerar que por trayectoria esa agrupación de propietarios de medios carece de autoridad para ello y tampoco dispone de credibilidad ante la opinión pública.
La ANP acometió con aversión hacia el presidente Boric con motivo de un breve comentario que éste hizo sobre la línea editorial de El Mercurio, La Tercera y La Segunda. Aprovechando la coyuntura, la Asociación mercurial acusó al mandatario de vulnerar la Declaración Universal de Derechos Humanos proclamada en 1948. Actuó como siempre apoyada por la Sociedad Interamericana de la Prensa, SIP, y de otros empresarios extranjeros que aquí son desconocidos.
Más que las recientes palabras de Boric la animosidad en su contra viene desde el momento en que el actual jefe de Estado ha reivindicado la obra y el ejemplo del presidente Salvador Allende y desplegado una política de defensa de los derechos humanos, contra el negacionismo y la impunidad, agregando el «Plan Nacional de Búsqueda de Detenidos Desaparecidos en Dictadura». De nada de ello se habló en los 30 años que siguieron a la tiranía, cuando las dos derechas se alternaban en La Moneda llevando tranquilidad a las organizaciones empresariales y manteniendo en pie únicamente al duopolio periodístico.
Anteriormente había irritado a los ejecutivos mercuriales de la ANP la nota que escribió el mandatario en redes sociales con motivo del aniversario del golpe militar. Allí afirmó: «Pinochet fue un dictador, un antidemócrata, cuyo gobierno mató, torturó, exilió e hizo desaparecer a quienes pensaban distinto. Fue corrupto y ladrón, y cobarde hasta el final hizo todo lo que estuvo a su alcance para evadir la justicia. Estadista jamás».
Boric homenajeó al juez español Baltasar Garzón que ordenó la detención de Pinochet en Londres en 1998 y hace unos meses dispuso la creación de una Comisión contra la Desinformación, que descolocó a la Asociación de la Prensa. Esta comisión es una atribución que tiene el Poder Ejecutivo y está formada por periodistas, académicos, abogados, investigadores y expertos en la defensa y promoción de los derechos fundamentales.
La declaración que emitió como respuesta la agrupación patronal no fue más que otra contradicción frente a sus acciones y omisiones dirigidas invariablemente contra las clases populares que buscan la verdad que no encuentran en los diarios que circulan a nivel nacional. Exclusivamente estos pertenecen al duopolio controlado por la oligarquía.
Entre las verdades a medias, mentiras totales, alteraciones, distorsiones y omisiones voluntarias, la ANP olvidó que el mismo día del golpe de Estado las tropas militares asaltaron, destruyeron e incendiaron los locales de los cuatro diarios que apoyaban al gobierno popular y que eran leídos en todo Chile. Clarín, El Siglo, Puro Chile y Última Hora fueron castigados con la desaparición, salieron de la competencia de los periódicos pinochetistas y no hubo para ellos «libertad de expresión». La situación se ha mantenido sin variaciones durante cinco décadas.
En tanto tiempo transcurrido, el país cayó en una espantosa desigualdad. Hay noticias que se publican en la medida de lo posible y parece que terminó definitivamente la confrontación de ideas que era frecuente a través de los medios de comunicación hasta un día antes del golpe criminal. La gran prensa no sale del papel que se autoasignó de ser «centinela» de una democracia en que se simula objetividad y tiene el poder de convertir lo falso en verdadero.
Sin pluralismo y oportunidades para todos difícilmente se recuperarán valores tan preciados como la libertad de prensa y la libertad de expresión. Si no hay cambios estructurales que permitan reponer una democracia de verdad, igualitaria y participativa, se seguirá consolidando la institucionalidad opresora que agobia a las grandes mayorías.
Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
hugoalcayagaperiodista@gmail.com
Felipe Portales says:
¡Increible la total amnesia del autor! ¡Omite TODA referencia a los numerosos medios de prensa que fueron esenciales en la lucha contra la dictadura; y que después fueron siniestra y solapadamente exterminados por los gobiernos de la Concertación derechizada, a través de la discriminación del avisaje estatal; del bloqueo de ayudas financieras externas; y de la compra de algunos de esos medios por personeros de la Concertación, para luego cerrarlos! ¡Así, se olvida completamente de «Análisis», «Apsi», «Hoy», «La Epoca», «Fortín Mapocho», «Página Abierta», «Pluma y Pincel», «Punto Final», etc. Así como de numerosos otros medios de centro-izquierda que nacieron después de 1990 y que sufrieron el mismo exterminio silencioso, como «La Firme», «Rocinante», Plan B», «Siete», «Siete + Siete», etc.!
Y para remacharlo todo, el autor se olvida también COMPLETAMENTE de la vergonzosa y tenaz lucha de los gobiernos concertacionistas y de derecha propiamente tal en contra de Vïctor Pey la reaparición de «Clarín»; incluyendo en ello la corrupción de darle varios millones de dólares a sujetos que reclamaron -falsamente- haber sido los dueños de «Clarín» al momento del golpe. Y, por cierto, el autor también olvida que Boric está todavía desconociendo el fallo de la Justicia española en favor de la indemniuzación a los herederos de Víctor Pey para que puedan relanzar el periódico. ¡Increíble!