Guerra Israel Gaza

Cuando la perversión del verdugo se troca en virtud de la víctima

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Síndromes y actitudes incomprensibles

Así como no es extraño que una persona secuestrada pueda desarrollar una relación de afectiva de colaboración e, incluso, de complicidad con su secuestrador (‘síndrome de Estocolmo’), también aquellos que han sufrido a manos de otras personas, o han visto sufrir a sus familiares, desarrollan, a menudo, tendencias tan agresivas que resulta difícil saber si, en verdad, fueron víctimas de otros seres humanos o si son la edición corregida y aumentada de sus verdugos. Porque el aprendizaje no tiene fronteras. Son los llamados ‘victimistas’, personas que se autocompadecen, se realizan en esa calidad y, cuando no alcanzan sus objetivos, les acomete la desesperación; tienden a acumular ira, e, incluso, resentimientos o agudos deseos de venganza hacia otras personas. Alfonso Aguiló Pastrana, vicepresidente Instituto Europeo de Estudios de la Educación, que estudiara el llamado ‘síndrome del victimista’, ha elaborado una tesis acerca de lo que llama ‘victimismo agresivo’ o, como lo define, la actitud de algunas personas para quienes

 

“[…] invocar el recuerdo de las desgracias pasadas es como una inmensa caja de caudales sin fondo de donde extraen un flujo inagotable de resentimientos, o incluso de ira, odio y deseo de venganza”[1].

 

Las afirmaciones precedentes constituyen, apenas, una simple reflexión que nos introduce en el espantoso escenario actual de la política mundial.

 

KRAGUJEVAC COMO ANTESALA DE LIDICE

Serbia, 1941. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el movimiento liberador de Serbia (y de otras naciones circundantes) amenazaba desestabilizar la dominación nazi en la región,

 

“[…] Hitler impuso un régimen de terror. Decretó que por cada soldado alemán muerto, serían fusilados cien civiles serbios. Y que por cada soldado alemán herido, serían fusilados cincuenta civiles serbios, sin que importara sexo, condición social, edad ni religión”[2].

 

Pero la población, libertaria como era, hizo caso omiso de esa advertencia. El sentimiento de independencia fue mayor. Por eso, cuando el 15 de octubre de 1941 las fuerzas rebeldes serbias se tomaron la ciudad de Kragujevac, la reacción del Führer no se hizo esperar. Los patriotas habían muerto a 10 soldados alemanes y herido a 26. Tal hecho merecía castigo. Las fuerzas alemanas rodearon la ciudad y comenzaron a apresar a los civiles. Ese día, y en los que se sucedieron, fueron ejecutadas 2.778 personas entre hombres, mujeres y niños. Seria el preludio de lo que sucedería en otras latitudes. Como en la república checa.

 

EL HORROR DE LIDICE

En la calle San Antonio, de la ciudad de Santiago, se abre un pasaje entre las calles Esmeralda y Santo Domingo, que lleva por nombre ‘Lídice’, en recuerdo de aquel pueblito checo, arrasado hasta sus cimientos por el ejército alemán. No conocemos que en Chile se haya hecho un homenaje similar a Kragujevac.

Lídice, sin embargo, no fue uno de los lugares que más experimentó la crueldad del régimen nazi, como lo veremos de inmediato. Su importancia radica en que se le quiso borrar del mapa, arrasar, dar a entender que en ese lugar nunca hubo personas. Como si se hubiere querido hacer, con esa población, lo que el ejército romano hizo de Cartago, sobre cuyas murallas y edificios destruidos el ejército pasó el arado y sembró sal, para que no volviese a crecer allí ni siquiera pasto, tanto era el odio acumulado en contra de su población.

En 1942, las fuerzas de ocupación alemanas mantenían en la capital de la República Checa (Praha) al general Reinhard Heydrich quien, con el nombre de ‘protector de Praga’, controlaba la vida de la ciudad. Dos guerrilleros de la resistencia checa, Josef Gabčik y Jan Kubiš, tendieron una emboscada al dictador causándole heridas que, días después, le provocaron la muerte en uno de los hospitales de esa ciudad.

La noticia enfureció al Führer, que ordenó al nuevo regente hacer todo lo posible por encontrar a los responsables. Pero eso no iría a terminar allí.

El día 10 de junio de 1942, seis días exactos después de la muerte del ‘protector de Praga’ (ocurrida el 04 de junio de 1942) las fuerzas alemanas rodearon Lídice, pueblo campesino de apenas 340 habitantes, considerado centro del cual provenían los elementos checos hostiles al nazismo. Pudo ser así, aunque pudo, también, no serlo; la fama determina la suerte de quien la detenta. Los invasores separaron a la población entre los que eran mayores de 15 años y quienes no cumplían esa edad. A los primeros se les encerró en un granero donde todos, sin excepción, fueron fusilados. A los niños (menores de 15 años) se les separó, también; algunos de ellos fueron enviados a campos de concentración, otros fueron muertos. Quienes hoy visitan esa ciudad pueden ver la estatua levantada en recuerdo de los 88 niños de Lídice, ejecutados por los nazis. El pueblo fue exterminado: fueron, en total, 192 muertos, de entre los cuales 60 eran mujeres y 88 niños. Se ordenó quemar las casas y arrasar sus edificaciones.

 

GAZA EN EL CORAZÓN

Sabemos que la historia no se repite, pero sí las acciones de crueldad, el desprecio por la vida ajena. Es lo que nos parece sucede con las fuerzas de ocupación israelí que, sobrepasadas por la acción de algunos presuntos ‘terroristas’ se dedican a ultimar a personas inocentes que nada tienen que ver con los hechos que dieron origen (aparentemente, por cierto) a la respuesta armada. Porque así funciona la lógica militar. Matando a civiles se logra, a menudo, volver a la población en contra de sus gobernantes. O, en su defecto, amansarlos, lograr la sumisión del rebelde. Cuando ello no sucede, la paz se logra con el exterminio del enemigo. Pinochet lo dijo, cínicamente, el mismo 11 de septiembre, refiriéndose a la muerte del presidente Allende:

 

“Se muere la perra, se acaba la leva, viejo”[3].

 

Es una lógica. Y una práctica. Una acción que, al reproducirse en las academias de guerra, adquiere el carácter de cultura. Las perversas acciones, que ciertos sujetos depravados ejecutaron una vez, pasan a erigirse como formas de vida o, si se quiere, de enseñanzas —o, también de anómalo legado cultural—, en otras personas. Hasta Elon Musk lo reconoce:

 

«Si no vas a cometer directamente un genocidio contra todo un pueblo, lo que obviamente no sería aceptable para nadie, entonces vas a dejar básicamente a mucha gente viva que posteriormente odiará a Israel, así que la cuestión es cómo por cada miembro de Hamás que matas, cuántos creas»[4]

 

¿’TERRORISTAS’?

El ‘terrorismo’ no es un concepto; tampoco una ‘categoría’ sino, más bien, una denominación. Como lo indica la RAE es la acción de mantener en estado de terror a una población. Aterrorizar. O aterrar. Y es importante tener presente esa diferencia, pues existen épocas en que tal expresión es usada como si tratara de una clasificación que las ciencias nos han entregado para su conveniente uso. En verdad, ello no es así. Los hechos que vamos a exponer nos hacen concluir que es, más bien, una expresión que busca denostar a quienes emplean métodos de acceso al gobierno de una nación basados en el ejercicio de la violencia, métodos que son terminantemente rechazados por los sectores dominantes de una formación social en determinados períodos históricos. Por consiguiente, se trata de palabras cuyo significado lo determina el uso que le da la comunidad en donde se emplea. No es un término universal sino local. Y temporal, como lo veremos. Porque los ‘terroristas’ de ayer, pueden hoy no serlo; tampoco mañana.

 

EL ATENTADO EN CONTRA DEL HOTEL ‘REY DAVID’

Desde hacía ya varios años, la llamada ‘Palestina’ (por los romanos), era un protectorado que dirigían, en forma conjunta, Gran Bretaña y Francia. Durante ese período, y por razones de persecución política, habían llegado a ese lugar oleadas de refugiados judíos que se instalaron en diversas zonas en calidad de colonos. Por eso, terminada la Segunda Guerra Mundial, se hizo urgente delimitar los territorios que abarcarían los dos nuevos estados que se crearían (Israel y Palestina), solución que no era del agrado, en absoluto, del sector más radical de esos colonos, la mayoría de ellos, de mentalidad ‘sionista’.

En esos afanes, finalizada la Segunda Guerra Mundial, en 1946, los ingleses habilitaron una parte del Hotel ‘Rey David’, en Jerusalén, para que, en ese lugar, funcionasen las dependencias de la administración británica de Palestina ya que, por razones de conveniencia, en el mismo hotel también lo hacía la única oficina de las Naciones Unidas.

El movimiento sionista, viendo que sus esfuerzos por recuperar la ‘tierra prometida’ se malograban y que deberían compartir esa porción territorial con los habitantes de la misma, habían organizado, en los años anteriores, una secta denominada ‘Irgún’, uno de cuyos máximos dirigentes era Menaghem Beguín. Los judíos estaban decididos a apoderarse  por la fuerza de ese enclave que consideraban propio.

Cuando, en julio de 1946, advirtieron los colonos que la división de la región era inminente, los dirigentes de esa organización determinaron colocar cargas de dinamita en las dependencias del hotel y hacerlas explotar sin importarles que hubiere personas allí presentes. El atentado tuvo lugar el 22 de julio de ese año; las víctimas fueron 91 funcionarios, la mayoría de ellos de nacionalidad británica. Posteriormente, se señaló que el objetivo del atentado había sido, al parecer, destruir toda la documentación acumulada en poder de la administración inglesa acerca de las actividades del grupo de Beguín.

Y, como sucede en estos casos en donde el autor va a ser eximido de responsabilidad, Winston Churchill, al informarse del atentado, se limitó, tan sólo, a decir que fue

 

«[…] uno de lo más devastadores y cobardes crímenes […] reportado en la historia».

 

EL ASESINATO DE FOLKE BERNARDOTTE

El establecimiento de dos Estados en la región era el objetivo de las Naciones Unidas para lo cual dicho organismo internacional nombró, en el carácter de mediador, al Conde Folke Bernardotte, un diplomático sueco que se había destacado, en el plano internacional, por conseguir la liberación de varios miles de judíos, de diversas nacionalidades, y evitar su envío a los campos de exterminio (se habla hasta de 31.000).

Como se ha dicho, gran parte de los judíos que se habían establecido en el lugar tenían la convicción de ser dueños legítimos del lugar por mandato divino. Algunos de ellos militaban en ‘Irgún’; otros habían preferido hacerlo en una organización que les diera mayor confianza y participaban activamente en una secta denominada ‘Lehi’, en la que militaban, además, en calidad de jefes, personajes como Yitzhak Shamir, Natan Yellin-Mor y Yizrael Eldad.

La presencia de Bernardotte resultaba tremendamente molesta para esa organización, pues, de aceptarse su gestión, estaban ciertos que habían de ceder territorios considerados como propios. En esa situación, ‘Lehi’ resolvió matar al diplomático.  A cargo de la preparación del atentado quedó otro colono llamado Yehoshua Settler.

El 17 de septiembre de 1948, Bernardotte, acompañado del observador de la ONU, el coronel francés André Serot, se dirigió en un vehículo al hotel donde ambos se hospedaban. En el camino, los detuvo un jeep del ejército israelí del cual bajaron tres hombres que los abatieron a tiros. Investigaciones posteriores señalan que Yitzhak Shamir fue uno de los que disparó contra el conde y su acompañante. Quien organizó el atentado fue otro militante de ‘Lehi’ llamado  Reuven Shiloah, personaje de confianza de David Ben Gurión y que, tiempo después, organizaría nada menos que el servicio secreto israelí, la MOSSAD[5].

 

LA MASACRE DE DEIR YASSIN

Dos años más tarde, los grupos ‘Irgún’ (de Menhagen Begín) y ‘Lehi’ (de Ytzhak Shamir) estaban trabajando juntos. Fruto de esa cooperación fue el atentado realizado en contra de la aldea de Deir Yassin, poblado que se levantaba aproximadamente a cinco kilómetros de Jersusalén.

Un grupo formado por 132 paramilitares judíos, militantes de la organización ‘Irgún’, atacó esa localidad matando a 120 aldeanos palestinos indefensos. A esas alturas, ambas organizaciones fueron catalogadas internacionalmente en el carácter de ‘terroristas’; sin embargo, años más tarde, todo estaba olvidado y los dirigentes de esas organizaciones se presentaban como candidatos en las elecciones a las que citaba el Estado israelì.

 

LOS ‘TERRORISTAS’ DE ANTES QUE YA NO LO SON

Así, pues, los ‘terroristas’ que, luego de la Segunda Guerra Mundial, perpetraron los atentados, diez años más tarde ya no lo eran. Beguin y Shamir fueron elegidos por sus compatriotas y desempeñaron el cargo de Primer Ministro de Israel y han estrechado las manos de todos los líderes europeos y estadounidenses. Suecos e ingleses los han apoyado sin importarles, mayormente, los asesinatos de sus propios conciudadanos. Sus crímenes, conocidos por toda la prensa mundial, han quedado en la impunidad. Porque la moral también la impone el vencedor: los únicos ‘terroristas’ son los palestinos. No. Incluso poseen una denominación aún mayor: son ‘animales humanos’.

 

¿QUIÉN MATÓ A YTZHAK RABIN?

No existen hoy el ‘Irgún’ y el Lehi’, pero existe el partido Likud, que es la organización política a la que ingresaron en calidad de militantes los miembros de esos grupos. Tanto Menaghem Beguin como Ytzhak Shamir fueron militantes del partido ‘Likud’, una estructura política abiertamente sionista. El mismo en donde milita el actual primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, cuyos discursos, cargados de odio hacia quien fuera Primer Ministro de Israel, el socialdemócrata YIzhak Rabin pavimentaron el camino hacia un desenlace tremendo. Rabin había llegado a un acuerdo con Yasser Arafat para poner fin a la animadversión entre judíos y palestinos y se aprestaba a celebrar los llamados ‘Acuerdos de Oslo’.

El 4 de noviembre de 1995, sin embargo, al término de una concentración en apoyo a los referidos ‘Acuerdos de Oslo’, el estudiante Yigal Amir, ultranacionalista, contrario a cualquier acuerdo con los palestinos, vació su Beretta en el cuerpo de Rabin, que acostumbraba ir a todas las manifestaciones políticas sin protección policial alguna, ocasionándole la muerte.

Netanyahu había pronunciado encendidos discursos en contra del Primer Ministro Ytzhak Rabin, denunciando que el dirigente israelí quería entregar a los palestinos ‘tierra judía’ (sic!) lo que era una herejía, y que estaba llevando a Israel por un camino

 

«[…] alejado de la tradición judía y de los valores judíos»[6].

 

Una razón más que suficiente para atentar contra su vida.

De si resultó tremendamente conveniente a Netanyahu la muerte de Rabín es una circunstancia de la cual no parece hoy existir la menor duda.

 

PALABRAS FINALES

Si confiamos en las versiones que la prensa nos ha entregado, el detonante del espantoso ataque de las fuerzas armadas israelitas a la región de Gaza parece haber sido la acción de Hamás en territorio judío el 7 de octubre pasado que, de ser como se relata, debería hacerse merecedora del más enérgico repudio. Sin embargo, ello no parece haber sucedido de esa manera. Versiones que recién comienzan a darse a conocer —y, en forma sesgada—, nos llevan en una dirección por completo diferente[7]. Y parecen confirmar que el interés por aplicar tan desproporcionado castigo al pueblo palestino no es solamente una respuesta a ese luctuoso suceso sino, más bien, al deseo descontrolado de tomar la posesión del área de 83 mil kilómetros cuadrados de mar territorial que se extiende al oeste de la franja de Gaza, de las costas de Israel y de El Líbano, en donde, en 2010 (y más tarde, en 2013) la British Gas Oil Company descubrió depósitos gigantescos de gas natural que podrían resolver la crisis energética de Europa y de otras varias localidades. El yacimiento, que se conoce bajo el nombre de ‘Leviatán’, contiene cerca de un billón de pies cúbicos de gas natural[8].

Jamás Israel respetó los acuerdos de las Naciones Unidas; tampoco lo hace hoy con el respaldo de Estados Unidos. Inútil sería exigirle que lo hiciera o que respetara las normas de una guerra que no es tal sino una masacre que la humanidad presencia hoy impotente. No lo hizo ayer bajo gobernantes afiliados al HaAvodá (laboristas), que podrían presumirse políticos con mayor empatía, menos lo haría hoy bajo gobernantes afiliados al Likud (conservadores), conocidos por su abierto racismo.

Para quienes, para desgracia nuestra, acostumbramos hacer asociaciones históricas, no deja de sernos trágico constatar que esta reproducción de verdugos en sujetos que antes fueron víctimas nos recuerda la triste historia de los pueblos originarios de América, a manos de los europeos, y el Chile, de nuestros hermanos mapuches. Tal vez las sangrantes manos amputadas de Kallfürüngi (Galvarino) o la siniestra pica horadando las entrañas de Kallfülikan (Caupolicán), puedan hacer crecer nuestra empatía y hacernos entender in situ el drama que hoy se vive en el Gualmapu y, consecuentemente, la espantosa masacre de niños, ancianos y mujeres que, con mano ajena, están perpetrando los sectores dominantes de la sociedad mundial sobre el pobre pueblo palestino en Gaza.

Digamos, finalmente, que los medios informativos cifran en 12.000 los muertos palestinos por los ataques israelíes. Si consideramos que los muertos israelíes son 1.200 por los ataques de Hamás, y los palestinos muertos por Israel casi 12.000 ¿no estamos, acaso, descubriendo en Netanyahu una voluntad explícita de matar diez palestinos por cada israelita muerto? ¿O van a ser los 100 que recomendaba Hitler? Permítasenos tener dudas, porque no sabemos el alcance de las perversiones que aprendieron las víctimas de sus verdugos…

 

 

Por Manuel Acuña Asenjo

Santiago, noviembre de 2023

[1] Aguiló Pastrana, Alfonso: “La retórica victimista”, documento disponible en INTERNET, www.interrogantes.net

[2] Amato, Alberto “La ‘Operación Castigo’, la masacre de los nazis en la que ejecutaban a cien personas por cada soldado alemán muerto”. INFOBAE, 20 de octubre de 2023.

[3] Castillo, Roberto: “’Se muere la perra, se acaba la leva…’: Palabra de comandante en jefe”, ‘El Mostrador’, 12 de diciembre de 2006.

[4] Redacción: “Musk: ‘Si matas al niño de alguien en Gaza, habrás creado al menos unos cuántos miembros de Hamás”, RT, 11 de noviembre de 2023. Con negrita en el original.

[5] Suárez, Thomas: “¿Israel, y no Lehi, asesinó al mediador de la ONU, Folke Bernardotte, en 1948?”, ‘Monitor de Oriente’, 19 de octubre de 2022.

[6] «World Leaders in Attendance at the Funeral of the Late Prime Minister Yitzhak Rabin«, 6 noviembre 1995. Ministerio de Relaciones Exteriores.

[7] Inlakesh, Robert y Narwani, Sharmine: “¿Qué pasó realmente el 7 de octubre?”, ‘El Ciudadano’, 13 de noviembre de 2023.

[8] Arbuthnot, Felicity: “El gasóleo israelí y los problemas en Levante”, Global Research, 13 de diciembre de 2013

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  1. Manuel: felicitaciones, excelente artículo. Como aporte, habría que agregar el artículo de Max Blumenthal, publicado en El ciudadano con fecha 14 de noviembre titulado: «Ejército de Israel habría bombardeado a sus propios ciudadanos con tanques, helicópteros y misiles».
    Saludos.

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