Vivimos en un mundo completamente diferente al de hace un par de décadas. Ya no hay que utilizar ningún medio físico para escuchar música. No hay que surtir combustible para usar conducir un auto. No hace falta salir de casa para jugar Awintura Casino. Ya ni siquiera es necesario conocer gente en persona para entablar relaciones.
La tecnología lo cambió todo. ¿Por qué, entonces, seguimos abordando la educación desde los mismos modelos tradicionales? La rapidez del progreso nos exige que actualicemos nuestras habilidades constantemente si queremos mantenernos relevantes. La importancia de la educación permanente no puede subestimarse.
El mercado laboral ha cambiado notablemente. Solía ser que la educación superior recibida en la adultez temprana brindaría al graduado las habilidades necesarias para desarrollar una larga carrera. Este ya no es el caso. El período de obsolescencia de la técnica y los métodos se han reducido considerablemente.
La explosión de la informática en la segunda mitad del siglo XX provocó una inusitada aceleración del progreso científico y tecnológico. Los procesos productivos de prácticamente todas las industrias se actualizan año tras año. Esto deja rezagados a los trabajadores que estaban acostumbrados a descansar en sus laureles.
Este nuevo paradigma choca con el modelo tradicional de educación temprana. Un título universitario ya no representa la misma ventaja automática en los prospectos laborales a largo plazo como solía hacerlo unas décadas atrás (The Economist, 2017). Para mantenerse como un empleado atractivo es necesario aprender constantemente.
En respuesta a esta situación se vuelve necesaria la educación permanente. Esta idea hace referencia a un nuevo paradigma educativo que no depende de la educación formal ni de sus instituciones. Es la búsqueda y adquisición constante de nuevos conocimientos en un contexto abierto y continuo, adaptable a las necesidades individuales. (Wikipedia, 2023).
La educación permanente rechaza la división entre el ambiente educativo, en el que adquirimos habilidades, y el laboral, en el que las aplicamos. Se vuelve necesario desdibujar la frontera entre ambos y abordar el trabajo con la curiosidad de un estudiante. Siempre atentos a nuevos desarrollos y dispuestos a actualizar nuestros conocimientos.
Mantenernos aprendiendo constantemente no puede reducirse a estudiar y leer. Por supuesto, la investigación documental es una herramienta innegable e indispensable, pero la tarea va más allá de eso. Hace falta cambiar nuestra visión del trabajo y de las tareas cotidianas.
De todo se puede derivar una enseñanza. Prestar atención con ojo crítico y mente abierta al mundo que nos rodea nos permitirá recolectar información general que podremos aplicar a nuestros proyectos. Esto fomenta la creatividad y nutre la capacidad para la resolución eficiente de problemas.
Lo antes expuesto es lo que hace tan atractivo para los empleadores a un aprendiz permanente. Este entiende que el progreso no ocurre de manera rígida y lineal. Está consciente que los grandes innovadores son pensadores laterales, capaces de encontrar soluciones a problemas específicos en lugares inesperados.
Los desarrollos recientes en la inteligencia artificial ponen de manifiesto el cambio radical que está viviendo nuestra concepción del trabajo. Las capacidades de cómputo, análisis y procesamiento de datos y reconocimiento de patrones de esta tecnología ponen en jaque la seguridad a largo plazo de un sinfín de profesiones.
La solución no es hacer llamados luditas a la destrucción de las máquinas, es aprender a utilizarlas. Cada vez será más importante para todos los profesionales tener una buena alfabetización tecnológica. La capacidad de aplicar las nuevas tecnologías al trabajo garantizará la supervivencia laboral.
Los estudiantes permanentes son los grandes ganadores de esta situación. En un contexto en el que el conocimiento caduca a un ritmo vertiginoso sólo vencerán aquellos que se adapten con fluidez. Para esto es necesario tener la disposición y la humildad de cuestionar y actualizar constantemente lo que creemos saber.
El estudio constante no se limita a las habilidades técnicas o profesionales. Esta manera de concebir la educación puede extenderse al resto de los aspectos de la vida. Dedicarnos a aprender sobre diversos temas y artes durante nuestro tiempo de esparcimiento enriquece nuestra experiencia humana y fomenta la sensibilidad.
Aprender a tocar un instrumento musical o a pintar o a esculpir. Averiguar cómo arreglar algún dispositivo defectuoso en nuestras casas o cómo tejer una sábana. Incluso investigar y leer acerca de algún tema de nuestro interés personal. Todas estas son expresiones de educación permanente.
Realmente no hay nada revolucionario en la idea de exponernos constantemente a nuevas experiencias y lecciones. Ya todos fuimos estudiantes permanentes en nuestra niñez. En los primeros años casi todo lo que hacemos y percibimos representa una primera vez, un descubrimiento.
Quizás sea este estado de asombro perenne el que le da esa cualidad idílica al recuerdo de los primeros años. El mundo es realmente un lugar más brillante cuando lo vemos con curiosidad. Recuperar un poco de esa fascinación infantil no solo nos hará mejores profesionales, quizás también podría mostrarnos el camino a una vida más plena.
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Ciertamente esta necesidad ha estado presente desde hace largo tiempo; ya en el 2º Congreso de Juventudes Chilotas, realizado en Achao en el verano de 1979, nuestra educación soñada era un proceso permanente que permitía ir construyendo un curriculum a lo largo de la toda vida.
La tecnología disponible en este nuevo siglo podría facilitarlo, pero así como ofrece promesas también presenta amenazas, y no sólo la obvia obsolescencia, sino sobre todo la redundancia; la huelga de actores y libretistas de Hollywood es un buen ejemplo, ante la certeza de ser reemplazados por entidades puramente artificiales.
El resultado de este proceso dependerá del tipo de sociedad en que se desarrolle, en una sociedad capitalista la inteligencia artificial sólo servirá para aumentar la ganancia del capital, en detrimento del componente trabajo; es decir, no significará tiempo libre para una vida más plena y feliz, sino cesantía y desamparo.