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Conflicto en Ucrania entra en callejón sin salida, opinan expertos

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Al cumplirse este martes un año y ocho meses de guerra, sin que las partes beligerantes muestren voluntad para negociar, a la luz de lo visto en las semanas recientes en los puntos más álgidos de la línea del frente, en opinión de quienes siguen de cerca los combates, Rusia y Ucrania entraron en una suerte de callejón sin salida y todo apunta a que no cabe esperar cambios drásticos en el equilibrio de fuerzas hasta la primavera del año siguiente, por lo menos.

Las opiniones de los expertos que se identifican con Moscú o con Kiev –con las debidas distancias tomando en cuenta que en cada lado de las trincheras virtuales, salvo raras excepciones, la objetividad cede ante las preferencias de cada uno y se exageran o minimizan los hechos según convenga–, indican que los ejércitos ruso y ucranio se enfrentan a un mismo problema.

Ambos –señalan– quisieran cerrar antes de que empiece el inclemente invierno con algún sonado triunfo y ninguno hasta ahora puede hacerlo más allá de avanzar varios cientos de metros a la semana, y retroceder otro tanto… con frecuencia.

Esto es así, consideran, debido a que siempre tiene más ventajas el que defiende (campos minados, trincheras y zanjas que dificultan el movimiento de los tanques y vehículos blindados, dientes de dragón y otros obstáculos de hormigón, etcétera) y el que ataca queda más expuesto a los bombardeos de la artillería enemiga, sufriendo mayor número de bajas en términos de soldados y armamento.

¿Cuántas bajas? Imposible saberlo, pero sin duda muchas menos de lo que reportan como pérdidas del enemigo –y por tanto éxitos propios– en sus comunicados oficiales tanto el mando militar ruso como el ucranio. Lo confirman las obvias contradicciones en los datos que proporcionan los dos y, además, ninguno reconoce sus bajas.

Sólo para tener una idea más precisa de la magnitud de los bombardeos a lo largo de los mil 200 kilómetros del frente, conviene recordar que, según estima el analista Nikolai Mitrojin, después del 24 de febrero de 2022, en los primeros meses de hostilidades, Rusia llegó a disparar entre 45 mil y 80 mil proyectiles diarios.

Se trata tan sólo de las explosiones que causan los cañones, obuses, tanques, drones con bomba, sin contar los misiles lanzados desde tierra, mar y aire ni los de defensa antiaérea. Ahora, cuando a uno se le acaban las reservas y al otro la ayuda foránea todavía no le permite tener más, Rusia y Ucrania disparan todos los días entre 15 mil y 20 mil proyectiles cada uno, lo cual podría alcanzar –calcula el especialista– para un año de guerra de “baja intensidad”.

De acuerdo con los reportes oficiales de su ministerio de Defensa, el ejército ruso intenta, desde el pasado 10 de octubre, rodear a los ucranios que mantienen la zona fortificada en torno a la ciudad de Avdiivka, región de Donietsk, igual que Marinka y Kupiansk, otros dos sitios que registran los combates más intensos en la parte este y noreste del frente. Esa ofensiva rusa, con los refuerzos ucranios que llegaron de otras partes, no está dando resultados.

De su lado, el mando ucranio asegura que sus tropas insisten en ensanchar la brecha que lograron en Zaporiyia y atacan la región de Verboboe con el propósito de despejar el camino hasta el estratégico nudo de logística y comunicaciones que es Tokmak y llevan varios días, con unidades especiales de desembarco, ocupando varias localidades en la margen izquierda del Dniéper.

 

Por Juan Pablo Duch

Corresponsal de La Jornada en Moscú

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