Chile al Día

Octubre siempre se llama octubre

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La derecha acusa a octubre de todos los males porque les dolió.

Cuando millones de chilenos salieron a la calle para instalar sus demandas por años postergadas se estaba iniciando sin duda alguna el paso por las grandes alamedas. Todo un pueblo por tiempos postergados y sometido bajo la presión de las mentiras, el abuso, el maltrato ignominioso, todos esos que habitan las poltronas parlamentarias eran sencillamente fotos en afiches de campaña.

No lo vieron venir, dijeron todos a coro.

Es que fueron muchos los años de espera. Tan justo es rebelarse frente a la miseria cotidiana de las pensiones miserables de un modelo impuesto por la derecha para salvarse, para acumular más riqueza. Esos que compran a diputados y senadores como si de una ampolleta se tratara.

Absolutamente todas las reivindicaciones de octubre fueron exigencias correctas y  justas. Demandas muy sentidas.

Más de un millón de mujeres exigiendo derechos no fue un asunto menor, era la razón misma en la calle. El derecho a decidir sobre su cuerpo. La mujer trabajadora que sale cuando el alba está clareando para trabajar en la casa de los señores, y que vuelve con poco en las manos. Su lucha era fundamental y lo es.

Cuanta justicia es pedir educación de calidad, ese derecho que es responsabilidad del Estado entregarlo. Miles y miles que aspiran a ser profesionales para que exista movilidad social, para subir un peldaño en la escala de los derechos fundamentales. Esa correcta denuncia de la mercantilización del proceso educativo. Colegios casi perfectos en los sectores acomodados, una educación pública que hace esfuerzos para llegar más lejos. Los ricos tienen sus colegios propios y los pueden pagar, los sencillos exigen que la educación pública esté a la altura del tercer milenio que ya se transita.

Esa guerra contra el lucro está vigente.

El lumpen dañó el esfuerzo de tantos. La delincuencia llegó para robar. La derecha colocó a todos en el mismo saco y acusa y lo hace hasta los días actuales.

Pobrecitos, no alcanzan a comprender lo que son derechos fundamentales, sencillamente porque nadan en sus privilegios por ellos construidos. Esa utilización perversa que como si de un mantra se tratara insisten para ocultar su egoísmo, para mantener el abuso y el maltrato a tantos y tantos.

Las violaciones a los derechos humanos existieron. En aquellos meses carabineros y el ejército descargaron violentamente sobre miles, palos y balines. Hubo abusos sexuales en las comisarías. Todo fue planificado, todo fue ejecutado sistemáticamente. Fue durante el gobierno de Sebastián Piñera.

Piñera niega la existencia de maltrato tortura y muerte en la rebelión de octubre.

Piñera es un mentiroso.

Se intentó una acusación constitucional que no llegó a buen término sencillamente porque algunos parlamentarios entre ellos del PDC votaron en contra y sostuvieron que no había motivos para sentarlo frente a un tribunal. Lo defendieron a pesar de conocer los más de cuatrocientos chilenos con traumas oculares, Fabiola y nuestro estimado compañero Gatica-

Sebastián Piñera salió ufano cuando terminó su desastroso periodo presidencial, dejando un reguero de muertos y agredidos por orden de su ministro de interior. Organizaciones de derechos humanos coincidieron que existió planificación para ejecutar la violenta represión en contra de los opositores que salieron a la calle para manifestarse.

Hoy, luego de haber pasado ya algunos años Piñera manifiesta que intentaron darle un golpe de estado no convencional. Que los pésimos resultados obtenidos por los estudiantes en las pruebas Simce con causa del octubrismo. Que los empresarios extranjeros llevaron sus fondos a países más calmos sin tanto ruido en las calles.

Octubre deja una enorme lección donde lo aprendido no debe dejarse caer ni esconderse. Demostró que el pueblo en las calles tiene un poder muy potente, transformador, puede hacer avanzar causas postergadas, desnudar a los traidores que habitan el parlamento. La plaza pública logró unir a estudiantes con los trabajadores, a las mujeres con los trabajadores de la cultura. A los profesionales con los profesores. Allí se encuentra la fuerza para imponer se hagan las transformaciones indispensables.

Y llegó la traición.

Acuerdo por la paz lo llamaron, pero era el espaldarazo que los grupos económicos necesitaban, algunos jugaron diciendo que colocaban su capital político para tan notable evento. Las calles se llenaban de banderas de nuestros pueblos originarios y en esa mesa no estaban presentes. Temblaron los cimientos del modelo lo que confirma que si es posible.

Algún tiempo después llegaban fuerzas nuevas a la casa de los presidentes. Batalla contra la corrupción, fin del amiguismo y el nepotismo. La vieja política asustada miraba a los nuevos panteoneros que intentarían quitarle sus eternos privilegios.

Finalmente no pasó absolutamente nada.

Volvieron en gloria y majestad los viejos carcamales con su larga fila de acólitos acostumbrados a gobernar. Se repartieron cargos a su antojo mientras manifestaban que la patria los había llamado. La política sin nosotros no es política. Todos exigiendo un cargo, alguna responsabilidad que les permita andar con alguna lucecita.

Se perdió la magnífica oportunidad de tener todo un pueblo movilizado, consciente que las demandas populares deberían darse por iniciada en el nuevo gobierno, más joven, limpio, pulcro y que conocía la calle.

Los nuevos locatarios abandonaron a todas las organizaciones sociales, optaron por los acuerdos, ese cuento de la vieja clase que insistentemente no lo quieren enterrar porque vivir de los acuerdos, prolonga la vida de los que deben de morir.

Octubre será para siempre octubre, mes de rebeldes e insurrectos, de valientes y consecuentes. Es que había que salir para acortar la agonía, para no seguir alargando la espera. La calle huele a esperanza el segundo piso huele a podrido.

Quedan asuntos mayores a resolver como lo es la Constitución. Ese clamor fue grito de millones y se perdió con las malas artes de la derecha, peo existe una nueva oportunidad. Vencer al pinochetismo es una buena razón para votar en contra. Hay que golpear a la extrema derecha donde más le duela.

Ni fascismo ni opus dei.

 

Pablo Varas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Escritor

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