Miguel Woodward: 50 años de búsqueda, 50 años de lucha
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Miguel Woodward Iribarri, sacerdote, militante político y popular, de profesión ingeniero, trabajó como obrero en la Maestranza y Astilleros Las Habas de Valparaíso, se comprometió profunda y decididamente con las causas de los más humildes, sobre todo con los pobladores del cerro Los Placeres -organizando allí con los vecinos y las vecinas las JAP (Juntas de Abastecimientos y Precios) para hacer frente al acaparamiento y desabastecimiento de alimentos- lugar donde vivió hasta la fecha de su detención, en septiembre de 1973. Al ser tomado prisionero fue trasladado en primer lugar a la Universidad Santa María, donde fue sometido a torturas sumergiéndolo incluso en la piscina de dicho recinto universitario, para posteriormente ser llevado a distintos lugares de detención de la Armada, siendo torturado en numerosas ocasiones, lo que finalmente le causó la muerte estando prisionero en el Buque Escuela Esmeralda.
Su cuerpo fue enterrado clandestinamente en algún lugar del cementerio Playa Ancha el 25 de septiembre de1973, como consta en un libro de registro del propio cementerio, pero aún después de 50 años continúa como un detenido desaparecido. La Armada de Chile mantiene un pacto de silencio sin entregar datos precisos a sus familiares y amigos para poder encontrar sus restos.
Este sábado 23 de septiembre, la Agrupación Amigos de Woodward realizó una romería y un acto artístico cultural en el Memorial a Miguel Woodward ubicado en el Cementerio N°3 de Playa Ancha, actividad a la que asistieron integrantes de distintas organizaciones sociales y de derechos humanos de Valparaíso.
El acto fue conducido por Javier Rodríguez, activo luchador por los derechos humanos y miembro de la Agrupación de Amigos de Miguel Woodward. Durante el desarrollo de la actividad, distintas compañeras y compañeros fueron entregando semblanzas y testimonios relacionados con este cura obrero, poblador del cerro Placeres y militante del partido MAPU.
Transcribo a continuación algunas de las intervenciones:
“En este caso estamos recordando a Miguel, pero todos sabemos que son cientos, miles de nombres y personas que tenemos que recordar (…) Cuando estábamos preparando este acto nos preguntábamos ¿qué vamos a hacer?, son 50 años y no puede ser un día cualquiera. No puede ser lo mismo que hemos hecho los últimos 20 años (…) nos imaginábamos que lo mejor habría podido decir ¡apareció Miguel!, pero no es así, no han existido las voluntades políticas y hay un pacto de silencio de los marinos para no decir dónde está su cuerpo. Aunque queramos que estos 50 años sean el fin de una lucha, no está siendo así y espero que de aquí a 50 años más no tengamos que estar conmemorando los 100 años de la misma forma en que lo estamos haciendo ahora: preguntándonos ¿dónde están?
Miguel fue un sacerdote, un poblador que vivió en la calle Buenos Aires, más tarde van a escuchar una canción que va a decir “vivió en la esquina del viento y del Progreso”, que es nuestra población, nuestro barrio, en el cerro Placeres. Él entregó su vida, literalmente, por buscar la dignidad de los pobladores. Todas las cosas que nosotras hacemos en nombre de Miguel, lo que fue el Comedor Popular, lo que es el Centro Cultural, la Olla Común, el Grupo Amigos de Miguel, intentamos que sea ese su legado, que todo venga desde la dignidad.
Si a Miguel le costó la vida creer en esto, esperamos que nuestra vida sea también buscando la dignidad”
“En nuestra población la gente, en le época de la Unidad Popular, éramos muy unidas. Yo participaba en la Junta Vecinal. En una de esas oportunidades, cuando estábamos con los problemas de desabastecimiento en el país, se hizo una reunión, estoy hablando de 50 años atrás, donde había mucha gente. De repente aparece un cura y, no sé cómo, nos hicimos en ese momento compañeros para trabajar en lo que se estaba iniciando, era el momento en que había que organizar las JAP (Juntas de Abastecimientos y Precios), para poder abastecerse de alimentos. Él tenía mucha llegada con la gente, tenía un carisma muy especial y cuando hablaba, su discurso hacía que la gente se acercara a escucharlo. Yo en ese tiempo hacía labores sociales, me gustaba participar en la Junta de Vecinos, me gustaba trabajar por la comunidad y él un día me dice tu podrías ser mi secretaria.
Así, empezamos a organizarnos, había mucho trabajo, porque la población era muy grande, entonces había que hacer la estadística de la gente que vivía allí, cómo se iban a repartir los alimentos, era un trabajo bien minucioso. Eso se logró, se hizo y él me llamaba para que nos juntáramos ciertos días de la semana a trabajar, porque vivíamos cerca en la población. Nos íbamos a la sede, tipo diez de la mañana, nos organizábamos, hacíamos las entregas y trabajábamos con los almacenes chicos del sector, aunque teníamos problemas con los comerciantes, pero el trabajo lo hacíamos igual, cumplíamos. Como los comerciantes no querían entregar las cosas, también íbamos al muelle Barón, porque allí estaba la verdura, las cebollas, los comerciantes no las iban a buscar. Nosotros con un grupo de universitarios, de la Universidad Santa María, nos organizamos, hicimos trabajo voluntario para ir a buscar esas cosas que estaban echándose a perder en Barón y las llevábamos al cerro y las repartíamos. Era muy difícil el trabajo, porque había peleas con los comerciantes, pero salimos adelante con ese trabajo.
Igual salíamos a las marchas con el padre Miguel, él me invitaba, yo era simpatizante, nunca me inscribí en el partido, pero me gustaba trabajar por la comunidad. Después pasó lo que pasó. Un día salgo, yo estaba trabajando en ese tiempo en la Compañía de Teléfonos y cuando llego en la tarde al cerro una vecina se acerca y me dice “se llevaron al padre”. En ese momento pensé que se lo llevaban y después iba a volver, no lo tomé como que nunca iba a volver. En la casa todos estaban preocupadas por mí, porque andaba con él en todos lados. Pasaron los días, pasó el tiempo y pasó el tiempo y no sabía que pasaba con él.
No pensé nunca que iba a desaparecer, pero simbólicamente yo sé que él está aquí. Por eso hoy me atreví y quise contarles esto. Él era una persona muy bonita, tenía una fuerza y siempre decía que tenemos que cambiar este sistema, por el pueblo, él luchaba por su pueblo (…) A pesar de todo lo que pasó él debe estar allá arriba apoyándonos para que todavía nosotros, todos los que estamos vivos, sigamos adelante para que este país sea mejor.”
“50 años atrás vivía en el Campamento Camilo Torres, en Nueva Aurora alto, como parte de la propuesta territorial poblacional del MAPU, que era el partido al cual pertenecía también Miguel Woodward. Miguel hacía en el cerro Los Placeres lo mismo que nosotros hacíamos en el Camilo Torres, que era potenciar en la población el poder popular en la práctica concreta (…) Los partidos políticos desdibujados que hay hoy día parecen no tener una propuesta, una línea de trabajo político territorial con la gente, por la gente, para la gente, aunque en esa época decíamos con el pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Pero con el tiempo hasta hemos comenzado a cambiar las palabras (…) Miguel, un cura, extranjero, que vivía en la población, terminó militando en el frente de los trabajadores, en Las Habas, trabajando como un obrero más y eso que tenía formación como ingeniero. Sin embargo, ahí es cuando uno aprende, cuando está en el lugar del otro, poniéndose en los zapatos del otro y entendiendo qué es lo que pasa (…) Esa experiencia hoy no está ocurriendo y eso hace mucha falta, el trabajo poblacional, el trabajo territorial…”
Paula Cancino realizó un emotivo y hermoso cuadro plástico bailando la “cueca sola”, un homenaje a los detenidos desaparecidos.
El arte popular estuvo presente en esta conmemoración y un integrante de la Sociedad de Escritores de Chile, filial Valparaíso, entregó un saludo leyendo un poema titulado “Nuestros Mártires”, escrito al inicio de los años noventa, manifestando, antes de dar lectura a la poesía, que fue escrita “cuando soñábamos todavía que era el término de una época oscura, pero desgraciadamente la oscuridad se ha mantenido”.
Posteriormente, el grupo musical “Onda”, al ritmo de la música centroamericana, interpretó la canción “Medio Siglo”, del creador y autor Dagoberto López, integrante de dicha banda, en parte de cuya letra dice: “Medio siglo ya se ha cumplido de dolor por los caídos/Imposible no recordar, la forma cruel de silenciar/A tanta gente que dio su vida/ y que hasta hoy no hay justicia”. Más adelante, en el estribillo expresan que esta canción es: “Por Salvador, por Víctor Jara/Por Jorge Peña Hen, por mis hermanos/Por los degollados y tantas familias/Que no volvieron a ver a sus seres amados…”
Uno de los integrantes del grupo musical “Onda” manifestó, refiriéndose a la actividad: “esto es muy fuerte, muy intenso para uno como músico. A veces uno piensa que está todo perdido, pero son estos momentos, al escuchar estos testimonios que son entregados y escuchados con tanto respeto, en silencio, un silencio que nos habla, son estos momentos cuando encontramos fuerzas para seguir adelante (…) Ayer cuando ensayábamos para entregar nuestra música aquí, no dimensionábamos con lo que nos encontraríamos. La resiliencia que tienen los compañeros, los familiares de los detenidos desaparecidos, de las desaparecidas, es una fortaleza que yo admiro.”
Por su parte, Javier Rodríguez, refiriéndose a la participación de la banda musical expresó que “una de las cosas que no nos quitó la dictadura fue la alegría y eso es muy importante, porque sin alegría, sin amor no hay lucha, o, mejor dicho, la lucha no vale la pena. La intervención del grupo musical “Onda”, con esta alegre canción nos demuestra que la lucha es con alegría y con amor, al igual como este mural que está aquí al costado del Memorial de Miguel, realizado por la Fundación Julio Guerra, con la participación de muchas personas, un mural lleno de color, que expresa esa misma alegría. Esos colores vivos llaman a la alegría, pese al tremendo y doloroso mensaje relativo a los detenidos y detenidas desaparecidas.”
El cantautor Claudio Martínez, por su parte, interpretó “El Vals de la Vergüenza”, musicalización de una parte del poema “A Miguel Woodward”, poema que hizo hace muchos años atrás, cuando, siendo estudiante en la Universidad Santa María, conoció la historia de este sacerdote detenido desaparecido.
Los primeros versos del poema son. “En alguna quebrada del puerto/colgando junto a ropa de obrero/bailando al ritmo de una roldana/se entrega al aire amable sotana”, y los primeros versos del vals dicen: “Oh! ‘dama blanca’, quedaste viuda/se mueve negra tu sombra muda/secreta sangre viaja callada/por siete mares ya coagulada”
Estas obras musicales y poéticas, inéditas hasta ahora, de Dagoberto López del grupo “Onda” y del cantautor Claudio Martínez, fueron por primera vez interpretadas en homenaje al sacerdote Miguel Woodward al cumplirse 50 años de su secuestro y desaparición a manos de agentes del Estado pertenecientes a la Armada de Chile.
La búsqueda sigue, la lucha por la verdad, la justicia y contra la impunidad también continúa. ¡Ni perdón, ni olvido!
Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 23 septiembre 2023