La caída de Jackson y la Santísima Trinidad
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El presidente Gabriel Boric tuvo la oportunidad de hacer política democrática y republicana en grande. Es decir, entregar al ministro de Desarrollo Social Giorgio Jackson como moneda de cambio de la reforma tributaria y del sistema AFP de pensiones. Pudo jugársela por entero, tomar la batuta oratoria, emplazar a la derecha y hacer política de verdad; disruptiva, es decir hacer lo que define a un líder político: crear el acontecimiento — por definición intempestivo — y a contrapelo de la inercia institucional. ¿Y por qué no, convocar al pueblo a movilizarse? En otros términos, G. Boric pudo lanzar una arremetida comunicacional utilizando todos los medios de los que dispone desde la presidencia y el Estado para imponer el tema de la reforma tributaria y de las pensiones apegándose a su programa original — empezando por una cadena nacional — para aprovechar políticamente la renuncia de Jackson con el objetivo de arrinconar a la derecha y denunciar sus tácticas de chantaje para impedir los cambios prometidos en el programa de Gobierno por el que Apruebo Dignidad recolectó votos. El presidente Gabriel Boric, que sale de La Moneda y megáfono en mano invita al pueblo a organizarse, no tuvo visión del momento político para desde La Moneda enfrentar a la derecha en el terreno de la política popular y de la formación de la opinión pública.
Hoy se le siguen presentando oportunidades de establecer vínculos entre las carencias del pueblo con las necesidades de gasto público salidas del bolsillo del 10% más rico, bajo la forma de tributos, para proteger al pueblo de las inclemencias del tiempo que se inscriben en la problemática mayor del cambio climático. Lo más probable es que este Gobierno continúe dejando pasar oportunidades de recomponer fuerzas y tomar la iniciativa. Las recientes declaraciones del senador del Partido Comunista Daniel Núñez, de que “el Programa no está escrito en piedra”, van en el mismo sentido derrotista del Gobierno ante las ofensivas de las derechas. Es evidente que todos los sectores oficialistas quieren retomar la política de los consensos de los “30 años”. Menos las derechas, cuyo giro conservador y ultraneoliberal las define hoy en su estrategia de poder. Esto es lo que alimenta el malestar político. Vamos viendo, desde el pasado reciente.
Durante un tiempo el ex ministro Giorgio Jackson será visto por sus partidarios como un dechado de virtudes, pero no como un líder a imitar o un “ideólogo” capaz de construir un horizonte de esperanzas con ideas fuertes. Quedará la imagen de una especie de ángel caído sin ningún soporte popular después que su personalidad, un par de declaraciones percibidas como altaneras por sus pares de la casta política junto al mal manejo partidista contribuyeran a desencadenar pasiones interesadas. Esto no sólo en las derechas, sino también en los sectores socialdemócratas neoliberales del llamado Socialismo Democrático. El trasvasije de dineros públicos a fundaciones operadas por miembros de RD, en circunstancias turbias, ha mermado la reputación de RD. Es un secreto a voces que la organización política levantada por Jackson se encuentra actualmente a muy a mal traer debido a lo efímero que fue el prestigio, influencia y poder de su líder. Situación que arrastra también al resto de la dirigencia que solo atina a fusionarse con Convergencia Social. Y, sin embargo, la DC, el PC, el PPD y el PS fueron sacudidos por hechos que se ubican en un registro ético similar. Para qué hablar de las derechas que habitan la cultura de la corrupción (¿se olvidaron los capitales de Kast fondeados en Panamá?).
Cuando los partidos políticos se encaraman en las movilizaciones sociales
Algo parecido ocurrió con el aura político de los dirigentes de la Concertación que participaron en las luchas políticas y las conversaciones con la derecha en tiempos de crisis de la dictadura. Con la diferencia que el declive de la cúpula de RD fue muy rápido una vez arribados al Gobierno tras el triunfo electoral sobre la extrema derecha de Kast. Hecho que salta a la vista si se lo compara con el de la dirigencia concertacionista que operó durante los 30 años, pero que roncaron hasta el caso de corrupción-nepotismo de Caval que marcó Bachelet II. Y fueron los votos de los “No son treinta pesos de Piñera…son aquellos treinta de la ‘Concerta’ que también impugnamos” los que posibilitaron que el Frente Amplio gobernara. Pero los Jackson, Crispi, Daniel López, Juan Ignacio Latorre y Catalina Pérez entre otros, esta vez duraron poco en la cima de la figuración impoluta.
Recordemos las condiciones de la emergencia de los liderazgos concertacionistas. Fue sobre las luchas ciudadanas y obreras (movimientos sociales) antidictatoriales que los dirigentes de la Concertación se encaramaron para ser los gobiernos de “transición a la democracia” con Aylwin primero, Lagos y Frei después, y por último dos veces con Bachelet. Aquellas decisivas movilizaciones irrumpen en 1983 y en ellas participaron cientos de miles de trabajadores, pobladores, profesionales de la clase media y estudiantes, hasta 1988. Fueron tiempos de asesinatos de militantes, jóvenes pobladores y proletarios a manos de la dictadura y de sus servicios represivos. Con la participación directa de los ministros civiles de los partidos de derecha (hoy RN y UDI); los cómplices pasivos y entre bambalinas. Y con el visto bueno de los Chicago boys. Son estas dinámicas del conflicto socio-político que sociólogos y politólogos evitan destacar. Incluso algunos llegaron a decir que la dictadura civil y militar de Pinochet se había “agotado”… En lugar de poner en el debate que las luchas sociales impusieron la insostenibilidad de aquella forma de régimen político. Y, además, de manera teórica, que el mismo sistema de dominación capitalista salvaje a la neoliberal necesitaba un régimen político de democracia liberal y representativa para tener “legitimidad” en la época en que los “DDHH” les servían a Washington de instrumento de propaganda imperialista. A finales de la guerra fría, justo antes de la caída de la URSSS (1991) y su deterioro internacional, después de la ocupación de Afganistán.
En aquella época — de los “ejercicios de enlace” de Pinochet senador de la República — los partidos “renovados” como el PPD y el PS, junto con la DC, irradiaron prudencia, diálogo, búsqueda de acuerdos, ‘occidentalismo’ y “buen sentido” con las derechas oligarcas y aún nostálgicas del pinochetismo. Consensos…pero en torno al modelo implantado a sangre y fuego por la dictadura y los Chicago boys de sustento técnico e ideológico. Luego, los partidos concertacionistas pospusieron sistemáticamente los cambios estructurales prometidos; hasta quemarse las alas en sus contactos estrechos y su mímesis con la oligarquía. Ahí se neoliberalizaron totalmente para dar garantías a la poderosa oligarquía empresarial nacional y extranjera y poder ejercer el poder de Estado junto con beneficiar de esas prebendas que producen clientelismo. Es lo que hoy también se omite señalar. Y que el mismo Boric, Presidente, esta vez en viaje en España, desconoce.
Imposible olvidar que fue contra la casta concertacionista y la política de los consensos con la derecha, que aquella simbolizaba, que se movilizó un pueblo de millones durante las jornadas del 18/O. Hasta que en su momento la huelga y el paro general de la clase trabajadora se perfilaron como una posibilidad real para inducir a cambios (razón por la que en las cúpulas políticas hay consenso en torno a que estos acontecimientos desaparezcan de la memoria popular). Sólo en aquel momento de agudización de la lucha de clases, Sebastián Piñera, acusado de ser el máximo responsable de una política represiva sistemática, aceptó que se discutiera acerca de la realización de un plebiscito que dio curso a la elección de una Convención Constitucional. Gabriel Boric se incluyó presto en ese Pacto del 15 de noviembre del 2019.
Durante la tarde del lunes 14 de agosto pasado, el Presidente Gabriel Boric y Sebastián Piñera, invitado del mandatario a viajar en el avión presidencial, asistieron juntos al cambio de mando en Paraguay. Definitivamente esta no es la política republicana. No puede hacerse una política de respeto de lo público y de primacía de la ley con alguien que le declaró la guerra (el obsceno “estamos en guerra”) a su propio pueblo y que se ha caracterizado por sus turbios negociados. Esa es la “política” que genera desdén de la política.
Por su parte, líderes de RD como Jackson, Boric CS, Vallejo PC y los otros que participaron directamente en las luchas del movimiento estudiantil, a su vez, se encaramaron en la ola antisistema que se incubaba desde el 2008 y que irrumpe en las jornadas rebeldes estudiantiles y populares de Octubre 2019. Ahí, por sus políticas de negación de las demandas, se apuntó directamente al bloque consensual de las dos derechas. En ese momento, la dirigencia frenteamplista vio con simpatía el potente movimiento de impugnación del sistema que reivindicó Dignidad (cuando Jackson escribió en Twitter “Gracias totales cabr@s”). Era evidente que este movimiento no favorecía a la derecha, una de cuyas fracciones adoptó posiciones abiertamente neo-fascistas con Kast seguida por el resto de la derecha. Hoy, Boric, con sus declaraciones acomodaticias acerca de los “gloriosos 30 años” en su gira por España, dio pábulo para que muchos cuadros de Apruebo Dignidad, azorados por sus posturas pasadas, quieran borrar y se arrepientan de todo vestigio de declaración de solidaridad con el movimiento de rebeldía, que los medios y la derecha les citan a menudo para que se retracten. Manera de normalizarlos.
El fondo de la ideología de Giorgio Jackson
La prensa capitalina reportaba que la noche de la renuncia de Jackson sus seguidores comentaban: “Fue siempre muy humilde, muy humano” (…) “muy persona para relacionarse con quienes éramos parte de la misma trayectoria”. Y agregaban: “Da un paso al lado, ¿para qué? Para hacer avances”. Y de manera de consuelo: “Por eso golpean al ministro, porque saben que nos duele a nosotros, que duele a todos los que estuvimos en la calle”. Y coreaban: “Ahora, ahora/ no tienen pretexto/ para impedir/ los avances en derechos”.
Quedaron en el olvido las declaraciones pasadas que revelaban las convicciones profundas del Jackson diputado, elegido por primera vez con los votos de la Nueva Mayoría, Gobierno de Bachelet II a la que RD le dio colaboración crítica. Porque a fines de julio del 2020, Giorgio Jackson sostenía que si se establece un impuesto a los súper ricos debe ser por única vez en el contexto de la pandemia ya que “en general, la poca evidencia que hay sobre impuestos patrimoniales, es que cuando se hacen permanentes tienen algo de impacto en las inversiones”. Y el dirigente de Revolución Democrática añadía para enredar más: “de lo que se trata acá es distinto, que sea por una vez, no hay algo así como un desincentivo a las inversiones futuras, porque se trata precisamente del patrimonio que está acumulado al día de hoy. Esto permite que el gravarlo no genere incentivos posteriores, sino que genere una tributación a lo que ha existido hasta ahora”. En su momento escribimos que ni se le ocurre a Jackson de que ya es hora que el Estado invierta en estructura pública de salud y educación, por ejemplo, y así generar empleos.
Estas opiniones de la cúpula de RD, que no fueron democráticamente discutidas en ninguna instancia del partido de Jackson, Crispi, o Latorre, se situaban en el mismo “consenso neoliberal” que dominaba en Chile. Y lo peor es que van contra todas las evidencias y conclusiones de estudios recientes acerca de la necesidad de crear en las sociedades desiguales un sistema permanente de tributación para los más ricos y a sus patrimonios, que garantice entradas al fisco como las que se dieron en Europa entre guerras y después del término de la II Guerra Mundial y que posibilitó un sistema de protección social universal. Lo que se denominó el Estado benefactor o Social, idea de génesis socialdemócrata. Estamos muy de acuerdo en que lo importante es que “esta crisis no la paguen principalmente los trabajadores y las trabajadoras, como ha sido la tónica”, tal como lo expresaba Jackson. Pero para que esto suceda, es decir que los que han concentrado ingresos, capitales y patrimonios desde 1973, y que se han beneficiado con el neoliberalismo a la chilensis efectivamente paguen lo debido, tal como lo aconseja un experto reputado en la academia y en los medios de economistas heterodoxos (los que no profesan la ortodoxia del dogma neoliberal) como Thomas Piketty, en su último libro “Ideología y Capital”(2019) habría que aumentar de manera sustantiva y permanente los impuestos a la propiedad patrimonial (y no como dice Jackson una sola vez porque “no habría evidencia). Ya que es uno de los medios clave para combatir la desigualdad social como bien, y al contrario del diputado de RD, éste debe ser lógicamente un instrumento tributario permanente (anual) como lo plantea T. Piketty.
¿Cuál es el fondo de la ideología de G. Jackson entonces? La misma de Mario Marcel: no gravar a los grandes patrimonios. Es una especie de neoliberalismo remozado a la socialdemócrata. La verdad es que hay tantas similitudes entre Convergencia Social y RD que entre estos dos con los del llamado Socialismo Democrático. Una de las tesis menos explicitadas sobre la ideología del neoliberalismo — paradojalmente es la más evidente — es que en la práctica, su esencia, es proteger a los ricos del pago impuestos patrimoniales y progresivos. De aliviarles la carga.
Los roces entre las orgánicas partidarias y sus egos personalistas no impiden la existencia de un alma de corte socialdemócrata de derecha que existe entre las fuerzas gobiernistas. Son más demócratas estrechos que sociales o socialistas. Y, mayor es la presencia del PC en el Gobierno, más son evidentes sus posiciones de aceptación del modelo, y de patear para las calendas griegas toda profunda transformación estructural. El objetivo del PC es ser Gobierno en el Estado y de ahí intentar reformas según que las condiciones lo permitan. No sabemos si el PC trabajará para dar curso desde el Estado, con su nuevo ministro Nicolás Cataldo, a las demandas del movimiento de profesores y de los deudores del CAE.
Y sin embargo este Gobierno tiene condiciones inmejorables para realizar cambios. Como por ejemplo llevar adelante una arremetida contra la corrupción sofisticada y la criminalidad de cuello y corbata. No hacerlo será una desidia total. Falta de audacia y de voluntad política. Gabriel Boric, con los atributos de Presidente a cuestas, perdió una oportunidad de emplazar a la derecha y hacer política democrática. Con una buena oratoria y argumentación dirigiéndose derecho al pueblo espectador o a la opinión pública. Porque a un político caído se le rinde un homenaje político, es decir contraatacar según las reglas del arte institucional. Nada más nada menos. Es el único lenguaje que entienden las derechas, y la ciudadanía respeta a los dirigentes que aclaran las posturas, argumentan con razones y exponen el contexto en el que las reformas necesarias se instalan en momentos de crisis. Aunque no en el sentido de las ideas de Jackson.
Si bien es verdad que el juego de la política institucional impone a sus actores una diversidad de volteretas, este ejercicio no se hace sin afectar la percepción ciudadana y generar desdén y malestar republicano. Por ejemplo, en las parlamentarias de 2013, el mecanismo del pacto por omisión que funcionaba en el sistema binominal benefició al ex dirigente estudiantil, líder de Revolución Democrática y ex ministro de Desarrollo Social. Los partidos de la entonces Nueva Mayoría decidieron no llevar candidatos por el distrito de Santiago Centro, entregando su apoyo a Giorgio Jackson, pese a ir de candidato en una lista parlamentaria independiente.
“Esta decisión significa convertir a Giorgio Jackson en nuestro candidato a diputado”, expresó el 18 de agosto de 2013 Marcelo Díaz en representación de la Nueva Mayoría, enviando directamente un mensaje a Jackson: “Giorgio, vamos a trabajar. por tu elección y vas a ser un gran diputado”. Algunas semanas después, Jackson le devolvió el ascensor al PPD llamando a votar en la Región del Biobío por el ex senador, ex represor del pueblo mapuche y ex constituyente Felipe Harboe, de posiciones abiertamente neoliberales. El 11 de diciembre, el entonces diputado electo concurrió junto a la directiva de su colectivo al comando de la entonces presidenciable Michelle Bachelet a entregarle el apoyo para el balotaje. “Sin ser parte de la Nueva Mayoría, nosotros en esta segunda vuelta hacemos un llamado a votar por la candidata de esta coalición, la ex presidenta Michelle Bachelet. “Es una decisión colectiva”, expresó Jackson ese día. Revolución Democrática sostuvo la “colaboración crítica” a la Nueva Mayoría. Así ocuparon puestos de gobierno en el Estado. Miguel Crispi fue asesor en el Ministerio de Educación de la Nueva Mayoría.
Tres orgánicas distintas en un alma. El alma de la socialdemocracia neoliberalizada, reacia a jugársela por los cambios estructurales.
Por Leopoldo Lavín Mujica