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La estrategia de la negociación

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ELECCIONES IMPREVISTAS

El presidente Boric  es un irremediable demócrata: jamás ha librado contienda política alguna fuera de los márgenes del sistema. Convencido que los partidos han sido el mecanismo por excelencia para acceder al gobierno de una nación, privilegia la contienda política por sobre la social.

Paradojalmente, los votos que le dieron el triunfo en contra de su contendor, en las elecciones presidenciales de 2021, no provinieron de los partidos tradicionales sino de un mundo independiente que votó por él para impedir, de esa manera, la victoria de la candidatura alternativa. Boric siempre ha considerado la existencia de los partidos como requisito sine qua non para el funcionamiento de la democracia, convencimiento que le hace suponer la existencia natural de un pueblo indivisible que es, a la vez, nación y estado. No por otro motivo declaró, al momento mismo de ser electo, que sería ‘presidente de todos los chilenos’, frase, al parecer, formulada como promesa de una actitud conciliatoria durante su mandato, o propuesta orientada a impulsar su programa de gobierno en virtud de conversaciones y acuerdos con todos los sectores políticos. En todo caso, Boric sabía que, en las elecciones de parlamentarios de 2021, realizada al mismo tiempo que la presidencial, había resultado electo un Congreso de difícil composición y cuyo comportamiento político resultaría imposible de prever. Si quería administrar la nación desde el sillón presidencial, debía hacerlo conversando con todas las fuerzas políticas representadas en el Parlamento.

La política (de acuerdos) que ha adoptado el presidente no es nueva en absoluto. Ha sido aplicada constantemente por gobiernos minoritarios a fin de llevar adelante, en forma tímida, algunas transformaciones que beneficien a determinados sectores; pero es una acción que, a menudo, se ejecuta dificultosamente y a medias. Como consecuencia de ello, el riesgo de archivar el programa de gobierno y olvidar las promesas electorales se hace presente con el consiguiente desprestigio de los actores políticos y de sus partidos.

Es lo que está sucediendo en Chile desde el advenimiento de este sexto gobierno de la Concertación —y que se remonta a todos los gobiernos post dictatoriales—, hasta nuestros días.

 

RELACIONES Y CONVERSACIONES POLÍTICAS

Cuando se trata de debatir acerca de esta clase de conductas, las relaciones políticas cobran especial relevancia. Pero generalmente se olvida que dichas relaciones son relaciones de poder y que, en consecuencia, las conversaciones políticas son conversaciones sobre el uso y reparto del poder. Lo que nos lleva a definir lo que es ese sustantivo.

Podemos empezar diciendo que poder es la capacidad que una persona tiene para imponer su voluntad sobre otra u otras. En política, esa voluntad se relaciona, directa e indirectamente, con el concepto de ‘clases sociales’ por lo que ‘poder político’ puede definirse como la capacidad que una clase o fracción de clase tiene para imponer su voluntad sobre otra. O, a la manera que lo hace Nicos Poulantzas

 

“[…] la capacidad de una clase social para realizar sus intereses objetivos específicos”[1].

 

Nada de eso es casual. El poder se ejerce para realizar intereses. Y si existe la posibilidad de hacerlo a través de conversaciones que conduzcan a un acuerdo, ese acuerdo (y esas conversaciones) siempre va a versar sobre cuestiones de poder. Pero el poder se ejerce a través del juego político.

 

EL JUEGO POLÍTICO

La política es mucho más que candidatos, elecciones  e instituciones. Por una parte, se realiza dentro de un campo de acción en donde las clases sociales o fracciones de las mismas participan en un verdadero juego que es, a la vez, un simulacro de combate, con partes enfrentadas en bandos opuestos, alineadas como si se tratara de ejércitos prestos para ir a la batalla. No por otro motivo los teóricos de la llamada ‘teoría del juego’ aplican las reglas de la disciplina militar a las ciencias sociales. Por eso aplican, también la normativa de la ‘estrategia’, empleando, a menudo y sin rubor, la misma nomenclatura que usara Carl Philipp Von Clausewitz en sus trabajos[2].

Considerada en esa calidad, la política se transforma, fácilmente, en un verdadero campo de batalla donde las normas de la guerra cobran plena validez. Entonces, aparece el enemigo, al frente de uno, con sus secuelas, entre otras, el lenguaje agresivo, las trampas, la necesidad de acordar armisticios, sus condiciones, en fin.

 

AFINIDADES DE LA TEORÍA DEL JUEGO CON LA ESTRATEGIA PRESIDENCIAL

Hay afinidades entre la teoría del juego y la estrategia que ha seguido el presidente. Pero esas afinidades son tremendamente peligrosas. Por una parte, la insistencia en dialogar para negociar puede ser una buena idea. Sin embargo, el que se encuentra en posición ventajosa, raras veces pide hacerlo; por el contrario, en conocimiento de la debilidad de su oponente, insiste con mayor vehemencia en la bondad de sus pretensiones. Queremos aseverar, con ello, que, en la teoría del juego, solamente busca negociar el participante que está perdiendo o que es débil. Porque, al manifestar su deseo de hacerlo, desnuda su miserable condición de contradictor. Este es el ABC de la teoría del juego: sólo busca negociar el que está perdiendo.

Las clases dominantes y sus fracciones conocen esas reglas. Cuando descubren la debilidad de su adversario son crueles. Se solazan en la victoria. Orlando Sáenz —que sabía del complot militar para derrocar al gobierno de la Unidad Popular— , en una entrevista que le hiciera hace poco ‘El Mercurio’, relata su experiencia durante esos años, cuando fue conminado por el presidente Allende a dar una opinión sobre una posible propuesta suya a los empresarios. Sobre el particular, asegura Sáenz haberle dicho:

 

‘Presidente, yo rechazo su oferta. Si por mí fuera, yo la rechazo. Pero no quiero tomar solo esa responsabilidad. ¿Por qué la rechazo? Porque usted a esta altura está derrotado. Y si algo he aprendido de política es que no se pacta con los derrotados. Es demasiado tarde y no creo que usted pueda hacer ese pacto. No lo van a dejar hacerlo’[3].

 

Negociaciones hechas en un ambiente de subordinación ponen en peligro la realización del interés propio y, por el contrario, alientan la intransigencia del adversario que insistirá, una y otra vez, en la conveniencia de imponer su interés por sobre el otro. No debe sorprender que la conducta de un ministro baste a sus contrarios para pedir su salida, y alegar como justa la causa que han esgrimido. Los sectores dominantes advierten la debilidad del adversario precisamente porque son dominantes y tienen conciencia de ello; por cierto que sacan provecho de esa falencia cuando el comportamiento de aquel es manifiestamente de derrota. En esos casos actúan sin vacilar, cualquier situación les basta en el carácter de excusa para justificar lo que hacen. De lo que se trata es imponer sus intereses y nada más. Los sectores dominados raras veces advierten tales maniobras por lo que recurren a las suposiciones como lo hiciera un senador, al consumarse la salida del ministro Jackson:

 

“Soy extremadamente escéptico de que la derecha verdaderamente concurra a estos acuerdos, no creo que el ministro Jackson haya sido su principal problema, creo que una parte minoritaria de la derecha está interesada en mantener el poder que tienen las AFp sobre la sociedad chilena”[4].

 

PARTIDOS GRANDES

La teoría del juego propone, para la dirección de un vasto conjunto social, al igual que lo hiciera en junio pasado el presidente Boric[5], terminar con los partidos pequeños y preferir a grandes conjuntos políticos o coaliciones, organizaciones fuertes, inmensas.

¿Las razones de todo ello?  Si, las hay. Derivan de lo que se llama ‘economía social’: los dirigentes políticos no deben perder el tiempo resolviendo las cuitas de estructuras pequeñas sino deben hacerlo con sujetos políticos fuertes, gigantes. Lo mismo se dice de los sindicatos, de las centrales sindicales y de las organizaciones sociales. Grandes instituciones. Grandes organizaciones. Grandes procesos. Algo similar a lo que practican las clases dominantes y sus fracciones y que se refleja tanto en la representación política del empresariado como en sus organizaciones gremiales. Se trata de eliminar al sujeto particular y hacerlo sujeto/masa. Para eso hay que denostarlo y motejarlo en el carácter de ‘títere estratégico’ porque se trata de sujetos cuya ignorancia es tal que juegan o participan sin siquiera advertir que tienen cierto nivel de participación en el inmenso tablero del juego social[6].

 

La última decisión de aceptar la renuncia del entonces ministro Jackson —que, según algunos medios, no fue tal sino una imposición del equipo político—, a riesgo de parecer intransigentes, nos parece una barbaridad: porque no se cede, primero, para, luego, negociar; quien lo hace solamente exhibe sin rubor su extrema fragilidad. Y la debilidad, en política, agrava el conflicto y apura la derrota.

 

LO QUE HA SUCEDIDO CON EL GOBIERNO

El Gobierno  se encuentra en una situación de extrema debilidad. Para comprender a cabalidad este aserto debemos recordar que, en política, el juego que se practica es el denominado juego ‘suma cero’, concepto  que, en síntesis, puede resumirse en lo siguiente: ‘lo que uno pierde lo gana el otro’. En consecuencia, si el Gobierno se debilita, es la oposición quien se fortalece. Por eso, la coalición opositora no solamente continúa amenazando con perseverar en su labor de sacar ministros[7] y  burlarse de las reformas que quiere realizar el Gobierno sino, además, paralizar, en su totalidad, la aplicación del Programa de Gobierno —cuyo contenido ya ha sido convenientemente recortado— y, si fuera posible, abrogarlo. Como lo expresara el diputado Sauerbaum:

 

“Es difícil conversar con un gobierno que no quiere renunciar a su programa inicial, sabiendo que no tiene mayorías”[8].

 

Y el diputado UDI Guillermo Ramírez, luego del encuentro con el ejecutivo de jueves 16 del presente:

 

«Estas conversaciones que vamos a tener no nos van a llevar a un acuerdo de aquí a uno o dos meses más. Eso es completamente imposible. Son reformas enormes, profundas en su contenido y hay que repensarlas enteras de nuevo […] ni con 11 de septiembre, ni con ley de Presupuesto yo habría tenido la expectativa de llegar a un acuerdo rápido»[9].

 

El objetivo es claro: la abrogación de lo que queda del programa. Y así va a seguir el juego en donde uno gana lo que el otro pierde.

Muchos de estos inconvenientes podrían reducirse ostensiblemente con un buen comportamiento de la alianza gubernamental, pero la incontinencia verbal de algunos parlamentarios no lo permite; por el contrario, empuja hacia el desastre.

 

“El programa es nuestro guía, nuestro norte, pero lo vamos a tener que aplicar a partir de la fuerza y correlación favorable que generemos y ya tenemos experiencia de que se puede avanzar en escenarios adversos, pero tampoco significa repetir ni quedarse al pie de la letra con lo que está en un texto hecho hace un año y medio atrás y en un escenario distinto. Es nuestra guía, pero no está escrito en piedra ni es una biblia inmutable”[10].

 

Es natural que semejantes disputas hayan contribuido eficazmente a disminuir la afluencia de proyectos a la agenda legislativa del Ejecutivo y asfixiar a la judicatura con una mayor carga de casos, síntoma que alerta acerca de la proximidad de una crisis institucional de proporciones. Como lo expresa un analista:

 

“El modo en el que durante la última década ha disminuido el control de la agenda legislativa del Presidente, y los jueces han reemplazado a legisladores inoperantes hace ver esta última posibilidad como cercana”[11].

 

¿Y EL FUTURO?

En verdad, no se ve que, en el futuro, la situación vaya a experimentar cambios importantes. Un presidente en extremo debilitado y tremendamente vacilante contribuye a fortalecer a una oposición de por sí virulenta. Más aún, cuando ese presidente no parece fuertemente convencido que fue él quien se impuso en las elecciones presidenciales pasadas y no los sectores opositores. Por lo que no se entiende la razón de haberse adoptado la vía de la negociación como instrumento principal de los cambios, en circunstancia que debió considerársela solamente como medio supletorio. Cuando semejantes equívocos se hacen presentes, las consecuencias pueden ser desastrosas.

La última decisión de aceptar la renuncia del entonces ministro Jackson —que, según algunos medios, no fue tal sino una imposición del equipo político—, a riesgo de parecer intransigentes, nos parece una barbaridad: porque no se cede, primero, para, luego, negociar; quien lo hace solamente exhibe sin rubor su extrema fragilidad. Y la debilidad, en política, agrava el conflicto y apura la derrota.

Para colmo de las cosas, no deja de constituir un sarcasmo que la generalidad de la atención de la opinión pública de este país permanezca absorta ante estas acciones realizadas por ese grupo de audaces que forma parte de la ‘élite política’ y cuyo apoyo ciudadano continúa sin elevarse más allá de un 5%. Un poco lo que Nadia Urbinati, conmovida por la revuelta social de 18 de octubre de 2019 en Chile, denomina ‘democracia de audiencias’, es decir, un grupo de personas que se separa de la sociedad y actúa en nombre y representación de ella, como lo haría (y acostumbra a hacerlo) el directorio de una sociedad anónima.

 

“Lo que tenemos es una democracia minimalista solapada con una economía neoliberal. La democracia de partidos ha sido desplazada por una democracia de audiencias. La política se ha escindido de la sociedad, ha descartado su función mediadora y ha decidido moverse como una esfera diferente y diferenciada de la ciudadanía”[12].

 

¿Es eso lo que debemos apoyar? ¿Es al compás de esa música que debemos bailar? ¿Puede entenderse semejante contrasentido?

 

Por Manuel Acuña Asenjo

 

Estocolmo, agosto de 2023

[1] Poulantzas, Nicos: “Poder político y clases sociales en el Estado Capitalista”, Siglo 21 de España editores, S.A., Barcelona, 2007, pág.124.

[2] Véase la obra de Carl Von Clausewitz ‘Tratado de la guerra’.

[3] González, Azucena: “Orlando Sáenz Rojas y su ‘verdad’ sobre Allende y el Golpe”, ‘Diario Financiero’, 12 de agosto de 2023.

[4] Sepúlveda, Arnaldo:”Winter y reformas del gobierno: ‘Soy extremadamente escéptico de que la derecha verdaderamente concurra a estos acuerdos’”, ‘La Tercera’, 14 de agosto de 2023.

[5] Redacción: “El Presidente Boric propone un partido único para el Frente Amplio”, ‘El Clarin’,12 de junio de 2023.

[6] Véase, al respecto, la obra de Martin Shubick “Teoría del juego en las ciencias sociales”.

[7] Neira, Cristián: ““Diputado UDI Sauerbaum Sergio Bobadilla reconoce que ahora buscarán sacar a ministra Vallejo”, ‘El Desconcierto’, 13 de agosto de 2023.

[8] Romero, María Cristina: “RN Sauerbaum ‘Oposición pide ‘cambio de tono’ al Presidente Boric ante diálogos con el Ejecutivo’”, EMOL, 14 de agosto de 2023.

[9] Redacción: “Diputado Ramírez tras reunión con Boric: ‘No va a haber un acuerdo rápido. Hay que reénsar las reformas enteras’”, ‘El Líbero’, 18 de agosto de 2023. Con negrita en el original.

[10] Peña, Nocolle: “Senador Daniel Núñez (PC): ‘El programa no está escrito en piedra’”, ‘La Segunda’, 18 de agosto de 2023, pág.8.

[11] Mella Polanco, Marcelo: “La estrategia después de Jackson”, CIPER, 14 de agosto de 2023.

[12] Schuster, Mariano: “La rebelión de ‘los pocos’ contra ‘los muchos’”, Nueva Sociedad, agosto de 2023. El libro de Nadia Urbinati se llama ‘Pocos contra muchos’.

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  1. Podrá Boric salir con dignidad de su derrota? Será capaz de recurrir al pueblo en busca de apoyo, que al parecer no tiene? O será una larga agonía para el país y su circo político del cuoteo y la corrupción flagrante?
    No va más…..rueda la bolita……negro el ….Futuro!

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