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¿Por qué a los hombres nos cuesta tanto dejar de comer carne?

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Si tuviera que nombrar algún tipo de alimento que se vincule directamente con la construcción histórica del patriarcado y la masculinidad hegemónica, es sin duda la carne, la cual hasta el día de hoy sigue siendo la preferida de gran parte de los hombres, prefiriéndola por razones que van mucho más allá de un tema de gusto o de dieta específica.

Es lo mostrado en un estudio realizado en Australia, en donde evidencia no solo que los hombres comemos mucha más carne que las mujeres, sino también la asociación que hacemos con nuestra propia virilidad, como si dependiéramos de ella para sentirnos más seguros y más fuertes, lo que nos daría ciertas respuestas de porqué nos cuesta tanto dejarla y transitar a una dieta más vegetariana y vegana (1).

Las razones de esa asociación entre carne y masculinidad son históricas, como bien ha señalado la académica y teórica feminista, Carol J. Adams en su libro La Política Sexual de la Carne (2), quien ha planteado como la violencia contra las mujeres y contra los animales no humanos están estrechamente relacionadas, ya que los convierte a ambos en objetos explotables y consumibles.

De ahí que el mayor consumo de carne de los hombres por sobre las mujeres, deriva de la aparición del patriarcado y el nacimiento de las grandes civilizaciones, en donde la diferencia sexual y alimentaria ha hecho que los hombres hayamos puesto con el tiempo a la carne como un alimento primordial para sostener nuestra masculinidad, por ser nuestra fuente principal de proteínas y testosterona.

En consecuencia, visto desde la masculinidad hegemónica, a mayor cantidad de carne que comamos más hombres somos y más nos diferenciamos de las mujeres, haciendo que los varones vegetarianos y veganos sean catalogados de afeminados o de raros, ya que estarían pasando por alto un mandato central, que afectaría supuestamente nuestra heterosexualidad y nuestro rendimiento sexual.

Es el caso del asado por ejemplo, visto aún como ritual de la masculinidad, en donde el buen manejo de la parrilla, se ve como una virtud de hombres, a ojos de otros hombres, mientras las mujeres son las encargadas de preparar las ensaladas y postres, lo que si bien ha ido flexibilizándose con el paso del tiempo, sigue estando muy presente en nuestras sociedades.

A su vez, esta necesidad patriarcal de comer grandes cantidades de carne de parte de los hombres, ha sido fatal en términos socioambientales y responsable de la amenaza de la crisis climática actual, luego de la aparición del capitalismo y de su consumo a nivel industrial, generando un 14, 5 de todos los gases de efecto invernadero y un 80% de la deforestación de la Amazonia, como producto de un sistema ganadero completamente insostenible (3).

No es casualidad por tanto, que en organizaciones animalistas y defensoras de la Naturaleza, sean más mujeres que hombres los que participan y tengan un mayor apego a los territorios, respondiendo a nuestra propia incapacidad de conectarnos con nuestras emociones y con nuestro entorno, al  centrarnos en la productividad y en la competencia, como si estuviéramos por sobre los límites de la Tierra.

Dicho lo anterior, la relación entre antropocentrismo, androcentrismo y especismo se vuelve parte de un entramado de opresiones históricas, las cuales los hombres seguimos siendo muy responsables, siendo el sobreconsumo de carne fundamental para entender una masculinidad que se resiste a cuestionar una forma de vivir totalmente desligada del sufrimiento no solo de mujeres y de animales no humanos, sino también de los mismos varones.

Ante esto, el primer paso es que seamos conscientes y que politicemos como varones lo que significa para nosotros el alto consumo de carne, el cual no proviene de un instinto incontrolable o que esté en nuestros genes, sino que es parte de un proceso cultural e histórico, para luego buscar alternativas alimentarias, que nos proteja a todxs y a la vida en el planeta, la cual está en riesgo permanente.

Por lo mismo, seguir consumiendo carne de manera masiva es una amenaza a nuestra propia sobrevivencia, la cual con la pandemia pareciera que más que cambios en nuestra forma de vincularnos derivó en miedo y rabia de muchos sectores empobrecidos, que ha llevado a que las salidas a esta crisis civilizatoria se vean lejanas, y hasta en retroceso, si se ven la elección de distintos gobernantes en el mundo, que transitan desde lo políticamente correcto, la hipocresía o simplemente el negacionismo ambiental.

Por Andrés Kogan Valderrama



Sociólogo Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable Realizando Diplomatura en Masculinidades y Cambio Social Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa

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