Chile al Día Corrientes Culturales

Lanzan libro sobre prisioneras políticas del Buen Pastor de Valparaíso

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El sábado 05 de agosto a las 16 horas, en la Sala de Lectura de la Ex Cárcel de Valparaíso, se efectuó un acto político-cultural para el lanzamiento del libro “Lola Lolita, Memorias Sonoras de Ex Presas Políticas”, cuya autora es la antropóloga social Francisca Cornejo Ulloa.                                    

Al iniciarse la ceremonia hizo uso de la palabra Gioconda Aguilera, presidenta del Colectivo de Presas Políticas del Buen Pastor de Valparaíso, quien manifestó lo siguiente:

“Hoy podemos sentirnos satisfechas y complacidas por dar expresión a nuestro libro que relata nuestras memorias sonoras durante nuestra prisión en la cárcel del Buen Pastor de Valparaíso, sobre todo al hacerlo en este recinto, que alberga la memoria colectiva y personal de tantos compañeros que permanecieron detenidos a raíz del golpe de Estado civil militar y que se encuentran presentes en la memoria. Hay una similitud entre este lugar y nuestro testimonio. Perder la libertad producto de una acción política y de dominación, como la que sufrió nuestro país hace 50 años, tiene el mismo significado, no importa el lugar físico donde nos privaron de ella.

Quienes participamos en este proyecto debimos transportarnos a los días posteriores al golpe de Estado y recordar. Recordar para no olvidar.

También entregamos nuestro esfuerzo para consolidar este proyecto que fue auto financiado con rifas, platos únicos, consiguiendo aportes económicos. Para quienes nos bridaron su confianza y apoyo les agradecemos de corazón.

Por eso estamos hoy aquí. Nuestra principal motivación vino de parte de Francisca, quien creyó en nosotras y nos empujó a dar estos testimonios que hoy nos reúne, donde nuevamente podemos vivenciar el cariño, el compañerismo y el compromiso de quienes nos acompañan”

 

Francisca Cornejo Ulloa, autora del libro, realizó su tesis de título sobre memorias sonoras y visuales de violencias políticas sobre el pasado reciente. Durante su intervención dando a conocer cómo inició y cómo fue desarrollando su investigación, que finalmente quedó materializada en el libro “Lolita, Lola, Memorias Sonoras de Ex Prisioneras Políticas”, manifestó que “conocí en el Museo de la Memoria un archivo en donde aparecían tres mujeres que tenían relación con testimonios de presas políticas de Valparaíso que estuvieron recluidas en la cárcel del Buen Pastor, donde relataban algunos recuerdos relacionados con sonidos y eso llamó completamente mi atención. Decidí contactarlas y comenzamos a realizar este proyecto de investigación que tenía como objetivo indagar en estas memorias que no siempre son mencionadas, que son las memorias de canciones, las memorias de sonidos, que apelan a una relación muy particular con el espacio y también con una memoria que es multitemporal, que abarca distintas esferas de sus vidas, desde sus infancias, hasta el día de hoy. Es una dimensión de la memoria que es muy potente. Las canciones que escuchamos en este acto justamente apelan a eso, canciones que recuerdan la prisión política, pero también un sinfín de otras historias que vienen después de la prisión”, agregando más adelante, respecto al término de su tesis y la posterior concreción del libro, “fue un proceso largo, un proceso complejo y gratificante el poder terminarla y devolverle la tesis al colectivo. Decidimos que era un trabajo necesario de difundir y ahí nació la idea de hacer este libro. El material del libro no solamente incluye las entrevistas que realicé en mi investigación, sino que también incluyó textos que escribieron las mujeres del Colectivo de Ex Presas Políticas del Buen Pastor de Valparaíso, y ellas también pasaron a ser editoras de este libro, pasaron a ser protagonistas activas del proceso de este libro.”

Como coautoras del libro aparecen en la portada los nombres de las ex prisioneras políticas Gioconda Aguilera Altamirano, María Cristina Fuentealba Herrera, Sylvia Lillo Robles, Alicia Olea Salinas, Leslie Olivares Bustamante, Patricia Pulgar Martínez, Elisa Serey Serey, Alicia Zúñiga Valencia y Rosa Zúñiga Anton.

Cabe resaltar que la congregación religiosa del Buen Pastor ha contribuido desde sus inicios con establecimientos carcelarios para custodiar a las presas mujeres, pero hasta el día de hoy sigue negando sistemáticamente el uso de sus recintos como centro de detención de prisioneras políticas, intentando ocultar su colaboración activa especialmente con las dictaduras del cono sur de América Latina, como Uruguay, Argentina y Chile. Los testimonios de estas prisioneras políticas han desenmascarado rotundamente el negacionismo que han pretendido instalar estas religiosas.

Durante el transcurso del acto, intercalado entre las intervenciones de las compañeras, el conjunto musical “Los del Puerto” interpretó tres canciones populares (El Porompompero, La Vaca Blanca y Ese Muerto no lo Cargo Yo), que precisamente forman parte de la memoria sonora de las ex Prisioneras Políticas del Buen Pastor de Valparaíso, canciones que cantaban y bailaban junto con las presas comunes.

Posteriormente, María Angélica Cruz Contreras, doctora en sociología, académica y profesora titular de la Escuela de Sociología de la Universidad de Valparaíso, hizo un análisis del libro expresando en parte de su intervención:

“Quiero felicitar tanto a las compañeras ex presas políticas de la Cárcel del Buen Pastor, como a Francisca, lo que demuestra que la trasmisión de memoria entre generaciones es posible, porque aquí están las sobrevivientes, las compañeras que vivieron el presidio, pero también está este tremendo trabajo que ha liderado Francisca, una muchacha de las generaciones actuales (…) Mucho de lo que hemos podido investigar en relación con memoria y género se debe precisamente a las sobrevivientes (…) La memoria de la resistencia a la dictadura, la memoria de las luchas de la Unidad Popular, porque el golpe de Estado fue una contra revolución, ha quedado en un segundo plano, menos resaltada para las nuevas generaciones. En general solo se habla de las víctimas, se habla desde el daño, lo que es muy necesario para hablar del terrorismo de Estado, pero es insuficiente, porque a las compañeras y compañeros no los persiguieron por feos, ni por buenos, ni por malos, sino que porque eran parte de un proyecto político que fue el que se reprimió (…) el libro habla de la memoria de las luchas antes del presidio político, y de lo que significó estar en ese presidio político.

 

 

Por eso es tan bonita la clave que le da Francisca al hablar de la memoria del sonido, por eso están esas canciones que ustedes escucharon acá hoy (…) la memoria no es nunca solo un acto racional, no son solo razones políticas, sino también son afectos, de allí la música, los colores, los olores, que, aunque están anclados en el dolor, están ancladas también en otras emociones.

Cuando he hecho investigación sobre presas y presos políticos y pregunto a los varones cuándo empezó su vida política, siempre me narran que cuando entraron al partido; cuando les preguntaba a las compañeras cuándo empezó tu vida política, me decían cuando mi papá me llevó siendo chica al acto del primero de mayo, en mi barrio, en el centro de estudiantes.

La memoria de las mujeres es múltiple y las memorias que ellas levantan, que narran acá en el libro, es de lo que ocurría con mujeres a finales de los años sesenta y durante la Unidad Popular. Cuesta imaginar, a quien no lo ha vivido, ese imaginario de las ex presas políticas. Hoy son mujeres mayores, pero hay que imaginárselas como de 15, de 16 años, de 20, de 21, en el cordón de las fábricas, en el sindicato, en el centro de estudiantes, en la alfabetización, en el campo, en el partido, en el trabajo voluntario, eso es lo que nos narra este libro, eso es lo que ellas ponen en la memoria y ese es un acto de trasmisión, tal como se vivió ser mujer en un momento en que la sociedad era mucho más machista que ahora (…) muchas de estas mujeres transgredieron las normas de género de la época. Por eso no las castigaron solo por ser de izquierda, o por tirar panfletos, las castigaron porque no entraban en el molde que cualquier dictadura espera: dios, patria, propiedad privada y familia (…) estas mujeres transgredieron esa primera norma antes de ser presas políticas y lo siguieron haciendo, incluso después de la tortura, y eso es muy bonito de poderlo trasmitir a las nuevas generaciones.

No podemos seguir solo trasmitiendo la experiencia de la tortura y aquí ellas cuentan lo que quieren contar, y eso cuentan, de sus múltiples experiencias de participación política.

Y ese es uno de los primeros quiebres que significa el golpe, terminar con esa forma de sociabilidad, con esa forma de compromiso político, que era múltiple, que no era solo la militancia política, sino que también era eso que nos han negado en estos 50 años y no se puede entender la conmemoración del golpe sin recuperar esta memoria de la Unidad Popular. El libro cuenta de eso y eso es un tremendo acierto de cómo se guiaron los testimonios.

Lo segundo que cuentan, aunque no le dan mucho énfasis, pero siempre lo quiero recordar, es cómo se quebraron vidas. La gente suele recordar a los presos políticos y lo asocian a la tortura, pero olvidan las numerosas profesoras que nunca pudieron ejercer de profesoras, de los sindicalistas que tuvieron que salir de la fábrica, de los artistas, de los profesionales, de las obreras, de las pobladoras, de las personas que se iban a casar, de novias, amigas, había trayectorias laborales, educativas y familiares que fueron truncadas (…)

El tercer quiebre, que el libro lo muestra de manera muy poética, cuando dialoga con la voz de Francisca, tiene que ver con los afectos. Quiero detenerme en eso y hacer un guiño con el presente. Las luchas políticas de la izquierda y las luchas de los movimientos sociales, nunca son solo razones políticas, no es solo un análisis marxista de la realidad, o de la conciencia para sí o en sí misma, las condiciones productivas, la distinción entre capital y trabajo; los movimientos sociales se mueven por afectos, por profundos sentimientos de injusticia, y esos afectos es algo que se sigue disputando. Este libro está cargado de esos afectos, están allí cuando se narra la vida cotidiana en la prisión, las visitas de las familias, la relación con las presas comunes (…) Logran construir a través de esos sentimientos de rabia, de dolor, pero también de alegría, de ternura, de esperanza. Sentimientos que son profundamente políticos, los sentimientos son construcciones políticas, son parte de nuestras subjetividades políticas y las mujeres los ponemos en la calle cuando gritamos, por ejemplo, ¡basta ya, queremos vivir sin miedo!, o cuando se hacen todas las luchas contra la violencia de género.

 (…) Por eso es que es tan importante un libro como este, porque politiza los afectos desde cómo se vivieron en estos cuerpos, en esta historia, y nos invita a ponernos en esas vidas y en las vidas que hoy disputan cómo podemos reconstruir o no el orden social en el que estamos, desde emociones justas, donde nos movilizamos desde el amor, por un profundo amor por la justicia y la libertad.

Un cuarto elemento es que este libro nos recuerda la tremenda complicidad civil con el régimen militar, la complicidad religiosa en este caso (..) estas monjas eran católicas y custodiaban presas políticas, y sabían que las presas políticas eran sacadas de allí para ser torturadas, y hasta el día de hoy niegan eso, dicen que no custodiaron presas políticas, siguen negando hasta el día de hoy, una congregación que en toda Latinoamérica está a cargo del presidio de mujeres, que se hizo cargo de presas políticas en Uruguay, en Argentina y en Chile.

Por eso es que es tan importante tener lugares de memoria y contar la historia, pero contarla de una manera que no cierra la memoria, sino que la abre a las nuevas generaciones…”

Guillermo Correa Camiroaga, Valparaíso 05 agosto 2023

 

 

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